Victoria Burnett
The New York Times
Kadir López trabajaba en el estudio de su elegante casa de La Habana cuando sonó el timbre. Eran el actor Will Smith y su esposa, Jada Pinkett Smith.
“No tenía idea de que fueran a venir”, dijo López, cuya obra incluye letreros y anuncios estadounidenses que fueron arrancados tras la revolución de Fidel Castro de 1959.
Una hora y 45.000 dólares después, Smith había comprado Coca Cola-Galiano, un cartel de Coca-Cola de 2,40 metros por 1,20 sobre el que López había superpuesto una fotografía de los años 50 de lo que antes había sido una de las calles comerciales más animadas de La Habana.
Un año más tarde, López aún no lo puede creer. “¿En qué otro lugar del mundo Will Smith se aparece en el umbral de un artista?”.
Conforme los coleccionistas, los entendidos en arte y las instituciones se preparan afanosamente para viajar a Cubatras la decisión del presidente Barack Obama de flexibilizar el embargo económico, la escena del arte que los espera es sui generis: un mundo en el que los artistas están imposibilitados de conseguir materiales y de acceder a Internet y, al mismo tiempo, son aclamados por un círculo de compradores internacionales cuya curiosidad y decisión los llevó a Cuba mucho antes de que se hablara de deshielo.
Los artistas cubanos -de los más consagrados a los que todavía están estudiando en el Instituto Superior de Arte- reciben visitas de instituciones como el Museo de las Artes del Bronx y el Museo de Arte Moderno y de otros interesados. Muchos de ellos son intelectuales adinerados que van a Cuba en viajes autorizados por una licencia especial.
“El fenómeno es muy inusual”, señaló Carlos Garaicoa, artista que trabaja con fotografía y escultura y divide su tiempo entre La Habana y Madrid. Luego agregó: “Dudo de que ocurra en otro lugar... quizá en China”.
La corriente de amantes del arte está a punto de crecer, pronostica Alberto Magnan, cuya galería de Manhattan, Magnan Metz, se especializa en arte cubano. Magnan, que en este momento está en La Habana, recibió 25 llamadas de coleccionistas el 17 de diciembre, luego de que Obama anunciara que los dos países tomarían medidas para restablecer los lazos diplomáticos. Ya tiene la agenda de marzo completa con visitas a Cuba.
Aun cuando los estadounidenses pueden visitar Cuba conforme a normas que datan de 2009 y permiten los “viajes con sentido” para fomentar el contacto con los cubanos, muchos no se animaron, explicó Magnan. “Es un lío”, dijo. Porque hay que conseguir una licencia del gobierno de los Estados Unidos y pagar las obras sin usar tarjetas de crédito estadounidenses.
Pero ahora, cuenta, le dicen: “Quiero ir antes que los demás”.
Steve Wilson, un coleccionista de Louisville, Kentucky, que se encuentra con Magnan en La Habana se llevó ocho piezas, principalmente de artistas jóvenes, con precios de entre 1.500 y 15.000 dólares el domingo a la noche en la Fábrica de Arte Cubano, espacio de arte que funciona en una fábrica reconvertida.
Wilson, que fundó trabaja con obras de arte contemporáneas, dijo esperar que la apertura diplomática le permita organizar residencias para artistas cubanos en los Estados Unidos y viceversa.
Desde los años 90, el gobierno cubano les ha dado más libertad a los artistas, a los que se considera pilares del prestigio cultural del país, permitiéndoles viajar y conservar un gran porcentaje de sus ingresos.
Sin embargo, muchos artistas apenas son conocidos, en especial fuera de La Habana, dijo Sandra Levinson, fundadora del Centro de Estudios Cubanos de Nueva York. Fuera de la Magnan Metz, agregó, sólo un puñado de galerías de Miami y una o dos de la costa oeste se especializan en arte cubano.
“Creo que todavía hay mucho por descubrir”, dijo Levinson, que encabezó con éxito una demanda contra el Departamento del Tesoro en 1991 para permitir que los estadounidenses se llevaran a casa arte de Cuba. Levinson se hallaba en Cuba cuando se conoció la noticia de la distensión y los miembros de su grupo estaban “comprando, comprando y comprando”, contó.
Jonathan Blue es un financista de Louisville que tiene una docena de piezas cubanas de precios que van desde los 2.500 a los 300.000 dólares. Para él, parte del encanto en la isla era conocer a los artistas cubanos y sortear los obstáculos. “Si uno entra a una galería de Ciudad de México y dice: 'Quiero eso en mi departamento el lunes', allí estará”, añadió. “Las cosas no funcionan así en Cuba”.
Pero para Luis Miret, director de la Galería Habana, la más prestigiosa de una docena de galerías estatales de La Habana, esos obstáculos son hartantes. En la actualidad, todo lo que se envía de La Habana a los Estados Unidos -a sólo 140 kilómetros de distancia- debe pasar por un tercer país como Panamá o Gran Bretaña. Miret calcula que las tarifas de carga aérea de La Habana a Miami costarían 70 centavos de dólar el kilo: él paga alrededor de 6,70 dólares el kilo para enviar objetos vía Londres.