26 Abril de 2016 06:07

Recordar la sensación que se tiene al ver “Blanca Nieves y el cazador” fue la misma que se tiene al dar tu primer beso. El misterioso y a veces le tememos, pero no deja de ser encantador y mágico. En esta precuela/secuela/spin off - mezcla rara - es lo que pasa después. Algo repetitivo y sin emoción.
La historia de esta entrega es similar a “Frozen: Una aventura congelada” que dudamos si estamos en presencia del mismo universo, o es una adaptación libre y estéticamente agradable y parecía al film de Disney. Pero es solo una sensación que poseemos.
El film esta dividido en dos tiempos diferentes, el primero es un prólogo anterior a la lucha entre la reina Ravenna (Charlize Theron) y Blanca Nieves (Kristie Stewart), mostrándonos que la Malvada Reina fue siempre una cruel tirana, pero con una profunda debilidad por su hermana Freya (Emily Blunt) quien en un desconsolado dolor por la pérdida de su infanta hija, hiela su corazón y funda su reino de hielo en el norte; secuestrando a niños y entrenándolos para que sean su ejército de cazadores.
Por x distante, uno de esos cazadores es Chris Hemsworth quien vuelve con su papel del ahora llamado Eric y nos cuenta su historia con su fallecida esposa (Jessica Chastain) quien no lo está en realidad.
El segundo arco temporal se ubica después de lo acontecido del film del 2012 y trata de como Eric debe buscar el espejo mágico antes de que la reina Freya lo haga. A la misión tenemos al deguste cómico de los enanos Nion y Gryff (Nick Frost y Rob Brydon) que son solo un contraste bufonesco si se le suman dos enanas más a la misión (Sheridan Smith y Alexandra Roach) y la interminable lucha entre Eric y su - ahora viva - esposa Sara.
Estrictamente hablando, el film abunda en lo que su predecesora escaseaba, y viceversa. “Blanca Nieves y el cazador” tenia amplios contrastes simbólicos y fotográficos que estéticamente era un deleite. Una Charlize Theron deliciosa y bien utilizada. Y sobre todo el giro terrorífico de la historia. En esta versión la paleta cromática queda reducida a colores verdes y azules que solo contrastan entre el mundo de Freya que el reino de Blanca Nieves; pero con una historia de amor que abunda. Esta decisión fue tomada por el propio Hemsworth quien veía esa carencia en su intervención anterior. Aun así, la ausencia de Stewart se nota. Blanca Nieves no tiene participación alguna y no encontramos una conexión alguna. Ni siquiera la innecesaria, fugaz y forzada intervención del príncipe (Sam Claflin) ayuda.
No obstante tiene el protagónico de Chastain que ayuda a la historia y es mucho mas creíble. Mientras que Theron sigue deslumbrando a pesar de lo reducido de su participación; es Emily Blunt que es la que se lleva la ovación. Pese a que Freya es impecable a la solemne seriedad que Blunt plasma cada papel, su personaje tristemente fue poco utilizado. Pero da un personaje que se contrapone al de su hermana.
Mientras que Ravenna es perversa por esencia, Freya pende de un hilo entre la bondad que la caracterizaba, contra el dolor adquirido por la desesperación. Es como si Darth Vader se debatía entre el lado luminoso y el lado oscuro. No son villanos, sino víctimas de las circunstancias que lo llevan a esas decisiones.
Cedric Nicolas-Troyan fue el encargado de llevar a la vida a esta nueva entrega. Con el escándalo que llevo apartar al director Rupert Sanders y Stewart del proyecto; Troyan no estaba completamente desvinculado del todo. Ya había ejercido como Supervisor de Efectos Visuales - del cual aquí si no toma partida - del film de Sanders; y siendo su debut como director, es un tanto forzado tratar de adaptar el guión de Evan Spiliotopoulos y Craig Mazin, pero que nos da una aventura entretenida. Poco pretenciosa, pero que posee características suficientes para hechizarnos, a pesar de que el encanto del primer beso de la primera quede inmutable.