05 Septiembre de 2017 12:19
Los términos en lunfardo que más me llaman la atención son los que esconden sus orígenes más curiosos. Conocer de dónde vienen palabras populares y de uso común a veces se asemeja a una revelación, un momento de lucidez en donde todo parece encajar.
Por ejemplo, la expresión “de queruza”: hacer algo “de queruza”, que significa tramar alguna acción con mucho cuidado, podemos entender que remite al origen marginal y al costado delictivo de la jerga (cometer un delito sin que lo note la policía).
Pero lo que no es tan evidente es que el juego de palabras proviene de una transformación de “dequera”, expresión lunfarda de mismo significado y que, a su vez, se refiere a una adaptación fonética del “¡take care!” (¡cuidado!), proveniente de inmigrantes ingleses e irlandeses. Es que, se sabe, el lunfardo tiene su origen en los fuertes procesos migratorios decimonónicos hacia nuestra región.
Otra palabra que me gusta es “bondi”. José Gobello contó en su libro "Lunfardía", del que hoy se cumple un nuevo aniversario tras su publicación el 5 de septiembre de 1953, que “bondi”, tan porteña en la actualidad, tiene raíces anglo-brasileñas. Lo global y lo local se unen así en un término de cinco letras. La cosa fue así: en Río de Janeiro la empresa que ofrecía el servicio de transporte de colectivos, de origen inglés, necesitó emitir bonos para conseguir financiamiento para la compra de nuevos carros eléctricos. A los bonos se los llamó bonds y la gente comenzó a llamar bondis a los propios colectivos. La necesidad de incorporar nuevos vehículos para ampliar la línea de transporte, se inventó un gracioso término popular que, migración mediante, llegó a nuestra región.
Por último, un verbo cuya definición no requiere de explicación en la jerga estudiantil es “machetear”: copiarse en un examen a través de breves anotaciones escritas en papel conocidas como “machete”. ¿De dónde viene?
La Historia del Libro de Albert Labarre (Siglo XXI, 2002) explica que en los libros medievales fabricados por los monjes copistas se solía incluir comentarios en cada página, un antecedente de nuestras actuales “notas al pie de página”. Estos breves textos, que eran muy importantes porque resumían, aclaraban y organizaban la lectura, en Francia se los conoció como “manchette”, palabra que todavía mantiene el significado de “nota al margen de un texto”.
¿Cómo se habrá transformado en “machete” y adoptado su ya tradicional simbología? Es probable que la respuesta esté en la influencia que tuvieron educadores franceses como Amadeo Jacques, aquel recordado docente e intelectual, cuya rigurosidad y compromiso inmortalizó Miguel Cané en su Juvenilia. Por entonces, la jerga estudiantil adoptaba también la expresión “ratearse” o “hacerse la rata”, para contar cómo se escapaban los jóvenes de la clase por las catacumbas de la manzana de las luces, en el Buenos Aires del siglo XIX.
Enrique Fraga es Licenciado en Ciencias de la Comunicación, Magíster en periodismo y Secretario Académico de la Facultad de Ciencias Jurídicas, Sociales y de la Comunicación Universidad de la Marina Mercante.