23 Noviembre de 2016 04:01
El sorpresivo resultado electoral que erigió a Donald Trump como futuro presidente de Estados Unidos no es un hecho aislado, sino que forma parte, al igual que el BREXIT, de un proceso global que se viene configurando desde la crisis económica de 2008. Esta tendencia tiene consecuencias concretas en el sistema internacional y configuran lo que aquí llamamos el Mundo no polar.
Usar la polaridad para describir el sistema internacional es una constante desde los tiempos de Guerra Fría, cuando el mundo se encontraba dividido entre dos grandes potencias que mantenían el equilibrio mediante la disuasión nuclear configurando el sistema bipolar. Tras el desplome de la Unión Soviética y el “triunfo” del mundo capitalista liberal, este sistema fue seguido por el Momento Unipolar que erigió a Estados Unidos en soledad como la mayor potencia mundial. Sin embargo, en la actualidad podemos observar que ese esquema se desplomó tan rápido como lo hizo la Torre Sur del World Trade Center el 11 de Septiembre de 2001. Desde que la principal potencia del mundo sufrió un atentado terrorista en su propio territorio, se empezó a evidenciar un progresivo cambio en la organización del mundo, cosa que se profundizó tras la gran crisis financiera de 2008 y está llegando a su máxima expresión tras la elección de Donald Trump como futuro presidente de Estados Unidos.
Algunos analistas han hablado de un nuevo ordenamiento basado en una pluralidad de grandes poderes tras el ascenso de China como potencia económica, seguido por el resto de los BRICS (Brasil, Rusia, India y Sudáfrica) y tomando a la Unión Europea como un conjunto, configurando el Mundo Multipolar. Esto podría verse retratado con el surgimiento de nuevas instituciones internacionales surgidas de la crisis del 2008 como el G7, reconvertido en G8 y luego G20.
Sin embargo, a pesar de la voluntad humana, la política internacional no puede sobrepasar los límites de la física. En la naturaleza no existen más de dos polos, por lo cual hablar de multipolaridad sería imposible desde términos físicos. Por esto, a nuestro juicio resulta más creíble hablar de un mundo no polar
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El mundo no polar o mundo del G-0
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consiste en un sistema internacional donde el poder es difuso y por ende se configuran una mayor cantidad de centros de poder, que no solo son estatales. Así, empresas, organismos regionales, ONGs e incluso el crimen organizado internacional maneja presupuestos mayores a muchos Estados Nación, y tienen una capacidad de presión equivalente. A estos nuevos actores, se suman los medios de comunicación transnacionales, que manejan un arma fundamental a la hora de construir poder: La información.
Lo descripto no quiere decir que Estados Unidos no siga siendo a mediano y largo plazo la principal potencia mundial en los tableros económico, militar y cultural. De hecho, si bien se ve desafiado por el ascenso de nuevos actores, continúa siendo el mayor poder en los tres tableros. Sin embargo, un elemento central de este nuevo esquema es el abandono por parte de Estados Unidos de la voluntad de intervenir como el “policía del mundo”, rol que le costó gran cuestionamiento y pérdida de prestigio (Y de muchos dólares) a nivel internacional principalmente por su involucramiento en Medio Oriente. Si Donald Trump continúa con la misma impronta que definió su campaña en política exterior, Estados Unidos pasaría a concentrarse más en su situación interna en lugar de profundizar la cooperación internacional y el apoyo económico y militar a sus aliados en el mundo. El presidente electo denunció durante la campaña los enormes gastos que implican para el Tesoro norteamericano defender a sus aliados en el resto del mundo y ya anunció como medida eje de sus primeros 100 días el retiro del Trans Pacific Partnership, uno de los pilares de la política exterior de Barack Obama, que implicaba una fuerte alianza comercial hacia el Océano Pacífico, decisión desafiada recientemente por el presidente chino Xi Jinping
Un mundo desordenado
Así las cosas, Washington tendrá cada vez un panorama más difícil para coordinar las relaciones internacionales. Tal vez el mejor ejemplo del desorden no polar se evidencia en Siria, donde la lucha contra el Estado Islámico involucra a Rusia, Estados Unidos, Turquía e Irán con una falta total de coordinación, que permitió la proliferación del grupo terrorista a pesar de los esfuerzos de las potencias mencionadas. Mientras Rusia busca sostener al presidente sirio Bashar al Aassad, bombardea desde porta-aviones iraníes en Alepo, al oeste del país. Por su parte, Estados Unidos, desconfiando de Rusia e Irán, avanza desde el Este apoyado por las milicias kurdas, superponiendo esfuerzos y tomando medidas contradictorias. Mientras tanto, Turquía aprovecha el desorden regional para bombardear aldeas kurdas mientras coquetea con Rusia y Estados Unidos.
Esto caracterizará al mundo en los próximos años si se profundiza esta tendencia. El incremento de actores que buscan poder en diferentes regiones llevará a un aumento de las amenazas a la seguridad internacional, así como también generará conflictos interestatales por la hegemonía regional, como se da entre Irán, Arabia Saudita y Turquía en Medio Oriente, y como se observa en el conflicto del mar de la China Meridional entre China y sus vecinos del sudeste asiático. Por su parte, Rusia intenta consolidar su esfera de influencia en Asia Central y Europa del Este, mientras la Unión Europea se desgarra en pujas internas.
Latinoamérica en el mundo no polar
En una región de por sí desordenada, el desorden global no es un buen síntoma, aunque puede ser una oportunidad si se sabe aprovechar. Sin duda el acceso a los mercados de financiamiento extra-regional puede verse reducido desde el norte, aunque se empiecen a vislumbrar nuevas posibilidades comerciales principalmente hacia el Pacífico. Esta situación resulta una oportunidad para consolidar el espacio sudamericano para negociar acuerdos justos de intercambio.
Dadas las condiciones del sistema internacional, la peor estrategia que puede tomar Sudamérica es actuar de forma separada y descoordinada, negociando bilateralmente con las grandes potencias que se erigen en el mundo, tanto estatales como no estatales. Por otro lado, consolidar espacios como UNASUR y la Alianza del Pacífico de forma responsable y abandonando la demagogia integracionista que caracterizó los años 90, es fundamental para que la región pueda aprovechar el nuevo panorama internacional y coordinar una estrategia común de relacionamiento con el mundo ¿Podrá Sudamérica aprovechar el desorden mundial para ordenarse finalmente?
[1]
The age of Nonpolarity - Richard N. Haass (2008). Foreign Affairs.
[2]
A G-Zero World, Ian Bremmer & Nouriel Roubini (2011). Foreign Affairs