14 de noviembre de 2015
El día después de la locura sin solución en el que el mundo global está metido. No haré análisis sobre quien tiene la culpa, cuáles serían las soluciones, etc., para eso ya hay demasiados pululando por los medios de comunicación. Aparte, creo que ninguna solución de las que uno piensa que pondrán en marcha en el futuro cercano va a ser positiva y tranquilizadora. Solo acentuaran más el caos, generando más hambre, más muertes, más locuras... Aquí no hay amenazados y amenazantes, aquí todos tienen su parte de culpa. ¿Quiénes son los principales vendedores de armas del mundo? ¿Quién apoya en los países en conflicto, monetariamente, aportando armas, derrocando a ex aliados, ayudando a crecer en poder a los nuevos aliados que tarde o temprano se rebelaran con sus antiguos socios, y estos responden creando nuevos aliados para derrocar a sus viejos aliados que ya se tornan demasiado molestos? Es una rueda que nadie para, y no es nuevo, la misma situación tiene cientos, miles de años. La misma rueda que sigue girando, girando, girando...
Las únicas víctimas reales son la gente de a pie. Aquellos que solo fueron a ver un concierto de rock, que tomaba un café o alguna bebida en un bar como tantos otros viernes. O aquellos niños que tuvieron la desgracia de nacer en países oprimidos, con guerras civiles, con injerencia de potencias extranjeras, con caos, con bombas, con hambre, con locura. Ahora se les echara la culpa a los refugiados, que simplemente huyen del hambre. Ahora se intensificara más la Europa cerrada, crecerán los grupos de ultra derecha, crecerán las voces que pedirán invadir y acabar de una buena vez por todas con el ISIS... Como si acabar con ellos sería la solución definitiva de los conflictos.
Da la sensación que algunos tienen demasiadas ganas de meterse de lleno en una nueva guerra mundial. La solución que siempre encuentra el ser humano es la guerra. Como si fuera inevitable, como si eso fuera la única solución para acabar con el hambre, con la desigualdad, con la injusticia... Las guerras lo único que hacen es plantear un nuevo orden mundial, o en todo caso mantener el orden reinante. Nacen nuevos oprimidos y opresores, o se mantienen los mismos... Una Europa en crisis, un EEUU que perdió poder como único policía global, una Rusia que vuelve a renacer con su pasado imperial, una China agazapada que espera...
¿Qué harán ahora los grandes estadistas mundiales que nos gobiernan? No lo sé, lo único que sé es que seguirán incrementando el caos, la injusticia, las muertes, la pobreza...
Nunca se plantea que la solución es abandonar este camino de destrucción sobre el planeta. Un Gandhi, y su resistencia pacífica, se utiliza para justificar esa porquería de “la excepción de la regla” que justifica la regla. Sigamos generando más armas, sigamos creando guerras, sigamos saqueando recursos, subamos a twitter la foto del niño refugiado muerto en la playa y luego gritemos a viva voz “la destrucción de los fanáticos de ISIS”... Sigamos justificando locuras, echándole la culpa al otro, sigamos ensuciando el planeta, sigamos con la indiferencia de saber que estamos comprando algo que se fabrica en algún lugar del mundo con gente explotada por un mísero e insignificante salario. Sigamos haciéndonos los Cool, sigamos con una falsa búsqueda espiritual que justifique nuestra no acción... Y soy el primero en hacerme cargo de que soy parte de esa farsa. Solo por la suerte de haber tenido algunas posibilidades en la vida.
No hay justificación alguna a la locura que generaron unos locos ayer. Como tampoco hay justificación alguna que las potencias hayan creado ese cambalache macabro en la mayoría de los países árabes. Desgraciadamente, lo evitable se vuelve inevitable. La locura bélica, como si fuera una olla a presión, va llegando al momento crítico. La única solución que encuentran nuestros amados dirigentes es el caos. Caos. Caos.
Ellos en bunker blindados manejan los hilos de la gente desnuda que solo puede esconderse bajo un banco de plaza. Los medios de desinformación justifican la locura. La gente de a pie se deja llevar por la espuma de locura que crece y crecerá día a día.
El chico que vive al lado de mi casa toca una triste canción con su guitarra. Aunque seamos ajenos a los hechos ocurridos, a todos, creo, nos genera esa tristeza impotente de saber que podemos manejar nuestra pequeña vida, pero que en el fondo estamos a merced de unos locos que les encanta oír el sonido de las bombas cayendo sobre nuestros míseros cuerpos.