12 Julio de 2016 18:54
Me han “acusado” muchas veces por mi sensibilidad, y quizás no se hayan equivocado.
Pero frente a las palabras que Jorge Rial y su hija Morena se han dedicado a horas de entrar al quirófano no puedo mantenerme indiferente.
Realmente me emocionan. Y me emocionan por muchos motivos.
En este mismo medio he tenido la oportunidad de publicar notas sobre las relaciones entre papás e hijos por elección, sobre bullying, sobre discriminación y sobre las injusticias sobre las cuales muchas personas deben enfrentar desde muy corta edad. Temáticas que difícilmente se puedan entender cuando no se viven “en carne propia” ya que, lamentablemente, nuestra sociedad sufre de una gran deficiencia: no se caracteriza por ser empática con el prójimo. Por el contrario, hay quienes al ver a alguien tirado en el piso no se quieren perder la oportunidad de patearlo.
Tan triste como tan real.
No soy Morena, pero me hacen mella sus declaraciones tanto como las exigencias y el maltrato al que ella y muchos chicos se encuentran expuestos hoy. Maltrato que muchas veces los conducen a tomar decisiones riesgosas para sus propias vidas y que no siempre toman pensando para y en ellos mismos, sino para sentir que pueden “pertenecer”, que pueden “encajar” con los estándares -que vaya a saber quién impuso-, para dejar de ser “juzgados”, para no tener que lidiar con una mirada agresiva, para que la sociedad los “avale”.
Me emociona porque no soy Morena, ni la conozco. Pero no puedo no ponerme en sus zapatos. No sé nada más de su vida que lo que publican las revistas y portales. Pero también he visto la malicia y la crueldad de los comentarios que cobardes dejan en sus redes sociales.
Y eso bastó para sentirme orgullosa de ella, por su valentía, por su fortaleza, por sus ganas de luchar. Porque tomó una decisión adulta con tan sólo 17 años y la convirtió en un hecho. Y para ser francos, pocos de los que se dedican a herir gratuitamente serían capaces soportar el largo y difícil tratamiento al que ella se sometió. Para quienes lo ignoran, esto no se trata de una simple operación. Esto se trata de un nuevo estilo de vida que debió adquirir y que deberá mantener, por su salud, con una fuerza de voluntad suprema durante mucho tiempo.
Y me emociona por Jorge. Al que tampoco conozco pero saberlo papá por elección me basta. Porque ha demostrado sobradas veces que ser progenitor no garantiza ser familia y que el amor no se lleva en la sangre, porque dió batalla por sus hijas del corazón y la sigue dando, ahora desde otro lugar. Me emociona porque nada lo obliga, nada lo ata a dar esas batallas mas que el amor.
Me emociona la historia. Porque detrás de tanto dolor hay amor. Amor de un padre y una hija que eligieron quererse y acompañarse. Y el amor, cuando es real, no tiene límites. El amor entiende. El amor acompaña. Me emociona, sencillamente por tratarse de una historia de incondicionalidad.
Y si hay algo que escasea en estos días es justamente la incondicionalidad.
Mis felicitaciones a Morena por semejante esfuerzo, mi agradecimiento a su padre, por saber comportarse como tal.
Cecilia Baliani
@cecibaliani