Hugo Silva, en el papel de Bruno, el marido rockero fogoso de abril, nos enseña que a veces no alcanza. No alcanza con amar con locura y pasión, ni ser una persona fogosa en la cama, ni imprimir en la misma un ritmo que tire los cuadros y haga temblar las paredes, ni recorrer con tu boca cada centímetro del cuerpo de tu amado ser, ni hacerlo con asiduidad, ni cuidarse para aumentar el rendimiento sexual, ni desarrollar la sensibilidad para entender que es lo que hace gozar al otro, ni mantener la llama del amor prendida, vía chocolates, salidas en pareja y tecnologías varias, ni ser el más dionisíaco de todos, estando dispuesto a hacerlo en los lugares más insólitos, ni hacer gozar al otro intensamente repetidas veces, ni ser el más bueno y compañero de todos.
Es esta tal vez la lección más importante que deja la película, que muestra como en las grandes ciudades, protegidos por el anonimato, y este análisis también es válido para la gente que por razones laborales viaja mucho, las personas siempre tienen la oportunidad de dejarse llevar por el deseo, con las consecuencias de pasar de un amor sano espiritual y sexualmente a estar recalculando su vida.
Es lo antes expuesto tal vez, lo más desconcertante, ya que marca que no siempre es cierto que "el amor que das es igual al amor que recibes". ¿O sí? "And in the end the love you take is equal to the lo-o-o-o-ove you make". Por lo menos, así lo veo yo.