En 2015, México deportó 202.257 personas de su país, mientras que la administración Obama hizo lo propio con 205.884 mexicanos. El verdadero muro no es de cemento y se extiende a lo largo de todo el territorio mexicano, llevándose la vida de miles de centroamericanos que buscan atravesar el país.
Desde que un excéntrico empresario multimillonario que animaba las mediocres internas republicanas prometió construir un muro, la cuestión migratoria es uno de los temas más tratados por la prensa internacional. El interés en este tema creció aún más cuando el empresario, siempre con el mismo programa, se convirtió en el 45° presidente del país más poderoso del mundo.
Sería redundante escribir un artículo sobre el mismo tema, que ha ocupado hasta el hastío planas y planas de periódicos en el mundo entero. La cuestión de los migrantes es mucho más profunda que un hashtag o lo que se puede decir en 146 caracteres.
Al abordar temas tan sensibles, siempre es bueno recurrir a la sabiduría de los grandes pensadores contemporáneos: El poeta, ocasionalmente cantautor (mucho mejor autor que cantante), Ricardo Arjona, escribía allá por 1996:
Si el norte fuera el sur serían los sioux los marginados / Ser moreno y chaparrito sería el look más cotizado / Marcos
[1]
sería el Rambo mexicano / Y Cindy Crawford la menchú de mis paisanos / Reagan sería Somoza
[2]
¿Qué pasa cuando el norte es el sur? ¿Qué pasa cuándo México debe lidiar con inmigrantes que provienen desde Centroamérica?. Un verdadero drama humanitario.
Es que en los últimos años, son cada vez más los migrantes que con escasos recursos se embarcan en la aventura de cruzar todo México para llegar a Estados Unidos, quedando la mayoría en el camino.
La larga travesía por el país Azteca comienza en algún punto de los 1000 km de frontera que separan México de Guatemala, sino antes, donde migrantes procedentes principalmente de Honduras, El Salvador, Nicaragua y Guatemala ingresan ilegalmente a suelo mexicano dejando atrás documentación, dinero, familia, tierra. Aquellos con menos recursos deben atravesar México por tierra, en una travesía de alrededor de 2.500 kilómetros, donde son blanco fácil de la delincuencia común, el tráfico de personas, la trata de blancas y los carteles de narcotráfico, así como también de “gestores” que prometen un paso seguro a Norteamérica a cambio de todo lo que les queda.
Los que primero se rinden, pueden optar por ir al fronterizo Estado de Quintana Roo, donde se encuentran las exclusivas playas de Cancún. Claro que no para veranear, sino para realizar trabajos relacionados con el turismo por un sueldo base de 5 USD por día. Lo que se conoce como explotación laboral.
Para los que continúan, el destino tampoco es mucho mejor. Los que no pueden seguir a pie o en autobús, lo hacen en el famoso Tren de la muerte o La Bestia, que atraviesa México de Sur a Norte y para el cual no se obtienen boletos vía Despegar.com, sino que se aborda mientras está en movimiento. Generalmente los migrantes comienzan a subir en el Estado de Chiapas u Oxaca, dirigiéndose hacia Estación Lechería, en Ciudad de México y de ahí se hace un transbordo hacia distintos puntos fronterizos en el norte.
Aquellos que continúan con vida y conservan la mayoría de su extremidades luego de este proceso, recién podrán enfrentarse a cruzar la frontera con Estados Unidos. Es decir, los pocos que quedan de aquellos 600.000 migrantes que inician por año esta trágica aventura, son los que tienen que enfrentarse al famoso muro de Donald Trump.
Entonces me pregunto, ¿Es el muro de Trump el mayor peligro para los migrantes? ¿Es el muro el generador de un drama humanitario? ¿Quién, además de valientes ONGs, protege a los migrantes centroamericanos en México? ¿Por qué tantas personas están dispuestas a perder todo, incluso la vida, para llegar a Estados Unidos con un sueño de una mejor vida?.
Para concluir, intentaré brevemente responderme a mí mismo. En primer lugar: No, el muro no es el mayor peligro de los migrantes, es sólo un obstáculo más que pasar en una travesía cruel e inhumana. En segundo lugar: Nadie. Nadie se preocupa por el destino de estos migrantes. Las autoridades mexicanas que se escandalizan ante Trump, deportaron en 2015 casi la misma cantidad de inmigrantes que Obama, cuando no se aprovecharon de ellos. Y nadie en la prensa internacional o el mundo artístico o político se ha rasgado las vestiduras por esto. Tercero: ¿Por qué? Esto llevaría todo un artículo y más. Pero basta con indagar un poco en las realidades de los países mencionados:
El Salvador es un Estado dominado por la Mara Salvatrucha y Barrio 18, dos organizaciones criminales rivales que controlan el país delinquiendo impunemente y con connivencia política y policial, mientras que el ex presidente Antonio Saca enfrenta un juicio por corrupción. Es además, uno de los países más violentos del mundo, registrando 99 homicidios en los primeros 10 días del 2017. En Nicaragua, el otrora líder revolucionario Daniel Ortega. Se convirtió en aquello que denunciaba en su juventud, y ya hace más de 10 años que detenta el poder en su país, ganando las últimas elecciones con el 72% de los votos (De más está decir que con denuncias de fraude) y con su esposa como Vicepresidenta. En Guatemala, los escándalos de corrupción continúan liderando los titulares, y en 2015 obligaron al presidente Otto Perez Molina a renunciar. Por último, en Honduras continúan los problemas de corrupción y pobreza tras el último golpe de Estado en 2009 contra Manuel Zelaya.
Como ya dijo el autor citado, Si el norte fuera el sur, sería la misma porquería... A las pruebas me remito.
[1]
Se refiere al Subcomandante Marcos, hoy conocido como Subcomandante Galeano (Rafael Sebastián Guillén Vicentenota), ideólogo y líder del grupo indigenista conocido como Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
[2]
Se refiere a Anastasio Somoza (padre e hijo), dictadores en Nicaragua hasta que la Revolución Sandinista los derrocó en 1979. Los compara con el presidente norteamericano Ronald Reagan, quien financió a los contras, un grupo contrario al Ejército Sandinsita.