Observando mis tatuajes,
no me sorprendo de ellos.
Me ofrezco a reconocerlos, meditarlos
y amarlos más que nunca.
Confirmo y revalido, que todos,
pero todos, tienen un por qué.
Observando mis tatuajes
entiendo y tomo conocimiento del sentido
que tiene cada uno.
Me inicio en los primeros...
Las iniciales de mi papá, mi mamá y mi hermano:
Ternura, vida, personas amadas hasta el infinito.
Soy quien soy, gracias a ellos.
Un tribal en el pulgar izquierdo:
Símbolo o adjetivo de pertenecer a una tribu,
a una familia y ser integrante de ella.
El nacimiento de mi hija Sasha:
Me grabo su nombre en el anular izquierdo.
Compromiso de por vida, hasta que la muerte nos separe.
Mi único y gran amor de por vida,
valga la redundancia.
Un hecho significativo, súbitamente me atrapa
y me aleja fuertemente de mi zona de confort:
y aparecen dos tatuajes muy representativos
Un paso a la vez, en el empeine del pie izquierdo,
penetrante tortura siendo el más fuerte, lentamente.
Y Resistiré en el Talón de Aquiles,
exponiendo el lugar débil que todos reconocemos.
Como si fuera poco,
mis inicios en la meditación consciente,
me llevó a escuchar profundamente a Dios.
Sentirlo y atender su presencia,
incitó a que me tatúe una cruz en mi oreja izquierda.
Ser una amante de los accesorios
me llevó a dejar la huella por siempre,
con un tribal de pulsera, otro como tobillera
y el mas pequeño, un anillo en el dedo del pie derecho.
Por último y no por eso mas revelador que otros,
buscando el equilibrio
y agasajando la etapa que recorro:
Soltar en mi oreja derecha,
donde el dolor fue baladí
del auténtico sentimiento.
Observando mis tatuajes
reacciono a emociones
nada desconocidas,
y absolutamente propias.