18 Mayo de 2015 08:36
¿Cómo es que odiamos tanto nuestros políticos? Será porque tantas veces nos cagaron. Pero igual como buen masoquista seguimos autoflagelándonos con esa misma tortura de siempre. Somos muy crédulos, nos duele esa infidelidad tanto como la próxima pero aún así nos enamoramos de vuelta. Ese amor ciego te demuestra porque solemos votar a esa utopía que más nos conviene. Pero es meramente un sueño. Es menos real que la película que se imagina en su cabeza un adolescente del amor eterno con esa compañera de curso. Esa película donde pensás que siempre estará a tu lado en las buenas y en las malas mucho más. Que te llevará seguridad, prosperidad, familia hijos y más importante una quita del cepo y retenciones a las exportaciones.
Qué hermoso es el amor. Que gran hermosa mentira es también. Pero para eso estamos, para creernos lo que nos alimentan. Van a hacer todo para conseguir este amor y seguramente nos la vamos a comer. No hay muchos peces buenos en este mar. Somos como ese soltero de 40 años que no le queda otra que encontrarse a alguien que le brinde esa necesidades básicas de una relación. Sabe muy bien que lo más probable es que termine triste, olvidado y con una moneda devaluada pero no queda otra. Igualmente esa utopía que nos pintan llega a prender esa llama en el corazón y estamos captados aún sabiendo la inminente separación de la que no se salva nadie.
Y del otro lado el malo de la historia. El mujeriego que está en todos los bailes, deslizándose por los barrios escuchando a vecinos que les cuentan como quieren vivir toda una vida juntos y que ese amor nunca pare. El tramposo de la política escucha y por el momento esa conquista es solo otro voto, otra mujer. En fin amamos a ese campeón y lo votamos aunque sepamos que nos hará cornudo. No será la primera vez. Donde hay odio es que alguna vez hubo amor.
El que gana es siempre el mejor malo, y por eso lo amamos tanto y amamos odiarlo.