28 Julio de 2017 19:00

Tómese unos minutos y haga el ejercicio de recordar cómo se ha sentido luego de tener la razón en una discusión, o que alguien se acerque para informarle que usted efectivamente acertó sobre cualquier tema debatido. Concluido el ejercicio si realmente lo realizó, seguramente le embarga una placentera sensación acompañada por la posesión del conocimiento y la “verdad”. Cuando tener la razón se profesa de forma impositiva, podría subyacer un concepto de poder y ulterior dominación. Un iceberg que se sustenta en un sistema lo suficientemente complejo y que define a un ser humano. Devela lo que navega a profundas aguas del subconsciente, escala de valores, creencias y ocultas emociones, colocando en situaciones de extralimites a la hora de hacer valer su razón.
Los diferentes significados del poder están analizados por Eric Wolf, antropólogo e historiador estadounidense y propone cuatro distintas dimensiones: personal, relacional, organizativa y estructural. Define en el ámbito que nos ocupa en estas líneas a la primera dimensión de poder, la personal; interpretada como pura y simple capacidad del individuo, sin poner énfasis en las direcciones y formas que puede asumir el poder. La segunda dimensión la relacional, como la capacidad de un individuo de imponer su voluntad a otro o a grupos de personas.
Nos encontramos con personas que normalmente se ponen a la defensiva necesitando probar continuamente que su punto de vista es el correcto, que sus interpretaciones de los hechos son ajustados a la verdad y en consecuencia todas sus acciones absolutamente adecuadas. No se trata solamente de percepción que en buena parte combina todo lo conformado por nuestras experiencias anteriores y creencias entre otras, sino también solapa importantes niveles de inseguridad exacerbando su necesidad de anulación del otro. Les cuesta comprender que la expresión de su punto de vista es solo un enfoque, terminando por difuminar el límite entre la verdad y los hechos.
Nos referimos a un poder entendido inicialmente como dominio y superioridad intelectual, alcanzando llegar a otras instancias. En distintos campos vamos creando brechas importantes a consecuencia de esta tenencia, el despotismo se hace presente por la necesidad de influir sobre otros individuos e implica el uso de autoridad por la negativa a ser cuestionado. Se utiliza como estrategia para someter a voluntad y lograr obediencia. Esa ansia de poder habita en el lado secreto de la naturaleza humana, en lo que denominamos la sombra.
Cuando los hechos no corresponden a sus creencias, la mente emocional hace acto de aparición de forma terminante, ya que ésta ha tomado su percepción por realidad absoluta y deja de lado toda evidencia en sentido contrario; no importando la contundencia lógica de los argumentos si estos no se ajustan a la convicción emocional del momento. Pretender tener la razón en todo puede significar la expresión más radical de la naturaleza humana y la hostilidad su forma de manifestarlo.
No conocer y aceptar nuestras limitaciones sobre distintos temas o situaciones, es precisamente lo que nos limita y nos vuelve dependientes. En muchos casos no estamos dispuestos a asumir la preparación que ello implica y dedicarnos a alimentar nuestra mente racional que es la llamada a aportar análisis, espacios de cuestionamientos distanciándonos de esa sensación de certeza. Disparemos nuestras alertas al interactuar con personas donde “tener la razón” es un componente importante en su forma de relacionarse, y si usted enfrenta esta condición, ahondar en los argumentos que lo sustentan puede ser el inicio a la transformación de la situación.