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Que no nos roben el fútbol

18 Mayo de 2016 11:57
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En estos días, varios interrogantes y temores rondan la Asociación del Fútbol Argentino.

La suspensión de la Súper Liga recrudeció con gran fuerza la guerra de poder entre el bando “tradicionalista” encabezado por Moyano y el de los “cuatro fantásticos” (Víctor Blanco, Daniel Angelici, Rodolfo D'Onofrio y la dupla Lammens - Tinelli) apoyados por la “mano invisible” de Mauricio Macri. Ambos lados buscan quedarse con un suculento tesoro: nuestro fútbol argentino. Mientras tanto, los socios, verdaderos dueños de los clubes, y los hinchas quedamos en el medio.

Al parecer, poco a poco se intenta avanzar hacia un fútbol donde los socios sean meros espectadores y los hinchas vuelvan a ver las tribunas, en vez de los partidos. Primero fue la cesión, a un precio irrisorio, de los encuentros de los “cinco grandes” a los canales privados de aire, y los derechos de la Copa Argentina a TyC Sports. Luego, las constantes insinuaciones por romper el contrato de televisación con el Estado nacional, para no tener que esperar hasta 2019, fecha de la finalización del mismo, para privatizar las transmisiones de los partidos. Ahora, es la conformación de un nuevo torneo al estilo español, titulado la Súper Liga.

Un “renovado” certamen que sería regido por una “moderna” entidad bajo la órbita de la AFA, aunque manejada por los clubes (en realidad por los “equipos grandes”), los que tendrían la autonomía suficiente para disponer del dinero como ellos quisieran. De este modo, se conformaría una estructura mixta simil al sistema Español, donde la Liga de Fútbol Profesional (LFP) controla el Torneo de Primera y Segunda División con autonomía jurídica y jerárquica de la Real Federación Española de Fútbol. Así, la Súper Liga quedaría conformada por 20 equipos que jugarían por 38 fecha, de los cuales uno sería campeón y 3 descenderían.

Sin embargo, hay un detalle no menor, y es que en la LFP muchos equipos son Sociedades Anónimas y no Asociaciones sin fines de lucro como en nuestro país. Por tal motivo, se debe tener excesivo cuidado con querer importar modelos de afuera sin tener en cuenta la realidad, el contexto y la cultural en la que vivimos. Porque ya hemos padecimos, en nuestra economía por ejemplo, recetas financieras recomendadas por “hombres de traje” foráneos.

Las mismas mentiras para el mismo remedio

Los argumentos que sobrevuelan alrededor del conflicto en la AFA son los de siempre: Lo privado es más eficiente que lo público; el Estado no debe “gastar” el dinero en el fútbol; hay que acabar con la corrupción; los ricos no necesitan robar, si ya tienen dinero, etc. 

Como si no existieran pésimos manejos en los privados, o nos olvidamos del gerenciamiento en Racing, Newells y demás equipos nacionales y extranjeros. Como si las instituciones deportivas en España no tuvieran enormes pasivos. Como si en los privados no hubiese corrupción. Como si los privados no utilizarían nuestro dinero para hacer sus negocios.

Es cierto que el fútbol argentino debe mejorar en todo sentido. También es cierto que sufrimos décadas de oscuridad bajo la tutela del Julio Grondona, padre de la mayoría de los dirigentes que sufrimos hoy en los clubes. Pero reflexionemos que “cambio” queremos, luchemos por uno que nos favorezca a nosotros y no a sus bolsillos.

No nos dejemos llevar de las narices por una palabra, no retornemos a ver recompilados de 10 minutos los domingos por la noche, no nos sometamos a dueños, elijamos presidentes. No permitamos un jeque árabe en Boca, un magnate ruso en River, un yanqui en Racing o un excéntrico mexicano en San Lorenzo.

Por ahí exagero, puede ser. Pero los indicios y las insinuaciones son bastante reveladores. Ya nos comimos el cuentito de que para evitar la corrupción, los dirigentes deben responder con su patrimonio los movimientos que hagan en los clubes, negándole así, la posibilidad a cualquier socio “normal” el poder ser presidente de su club.

El fútbol es de los argentinos. Y los clubes de los socios e hinchas. No cambiemos el barrio por la empresa. No cambiemos el poder elegir.  

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