12 Agosto de 2016 17:43
La carrera por la presidencia de los Estados Unidos y la dura campaña que llevará a quien suceda a Barack Obama al Salón Oval, tienen -y seguirán teniendo- en vilo a la opinión pública mundial.
Las enormes frustraciones del votante norteamericano frente a no pocos desencantos que son absoluta responsabilidad de la administración Demócrata actual, una galopante crisis que golpea a nivel global y los pies algo embarrados de Hillary Clinton como endeble candidata oficial, han sido el latente caldo de cultivo para que la futura política a ser implementada por quienes tomen el mando en la (mal llamada) "Tierra de la Libertad", empiece a mostrarse ante los ojos del mundo tal como siempre ha sido en realidad.
Donald Trump no es un bicho raro, sino el más claro exponente de un pensamiento sectario y retrógrado que durante mucho tiempo fue maniatado a la fuerza por el norteamericano promedio con su memoria siempre tan selectiva y su tan cuestionable doble moral.
El magnate no es un elemento extraño y aislado, ni mucho menos, un psicópata delirante que toma por asalto a un desprevenido votante pretendiendo aniquilar el Estado de Derecho con los particulares postulados propuestos para moldear -a su modo- una nueva clase de legalidad.
Trump es resultado del hartazgo, no sólo de quienes aplauden con entusiasmo la idea de los posibles muros que ha de levantar, sino también de aquellos que tras más de dos siglos de historia maquillada y manipulada sienten que para los norteamericanos finalmente ha llegado la hora de mostrar su verdadera cara ante los demás.
Sea quien sea el próximo presidente norteamericano, no muchas cosas cambiarán la dura realidad.
Fronteras adentro, minorías odiadas y perseguidas, negros muriendo uno a uno por las calles de cada ciudad y los pobres Cristos inmigrantes que pagarán los platos rotos de una fiesta de la que nunca pensaron participar.
Hacia afuera, las huestes invasoras derrocadoras de gobiernos jamás dejarán de avanzar, mientras veremos la llegada -siempre renovada- de otros locos malditos que harán el trabajo sucio del que los libertarios norteamericanos siempre se querrán despegar.
Nada nuevo bajo el sol.
De parte del filo-nazi Trump, apenas un velado suicidio norteamericano o -acaso- una simple y dolorosa cuota de sinceridad.
Marcelo D. García