Manifestamos esta palabra tan natural
como las aves se revelan en el cielo.
Suena tan placentera al escucharla
como cuando el silencio nos envuelve.
Soltar. Lanzar. Comenzar. Desasir. Liberar.
Ansiamos convertirla en parte de nuestra vida
cuando algo nos agobia demasiado.
Soltar.
Así de frágil retumba al pronunciarla
y así de compleja resulta destinarla.
Soltar algo tangible o soltar un sentimiento tormentoso.
Ahí se inicia la expectativa de discernir qué deseamos soltar.
Cuando reconocemos el verdadero presagio.
Soltar no es para cualquiera,
porque requiere de un dolor genuino e involuntario.
Allí resurge la necesidad profunda e infinita
de instruirse y reconocer las herramientas que se necesitan.
Soltar.
Para ello, penosamente, primero debemos tomar conciencia absoluta.