Justicia, uno de los vocablos que el kirchnerismo hizo bandera durante la última década, se le volvió un búmeran a menos de diez meses de dejar el poder. Miles de personas salieron a la calle ayer en todo el país y frente a los consulados argentinos alrededor del mundo al grito de “¡Justicia, Justicia!”. La muerte de Alberto Nisman fue el detonante. Pero el fiscal era el emblema de una demanda más profunda de la multitud que ayer copó las calles sin banderías.
A las 17.40, cuando los fiscales promotores de la “marcha del silencio” en homenaje a su colega fallecido estaban a punto de iniciar la caminata calle abajo por Avenida de Mayo, un diluvio se desplomó sobre Buenos Aires.
Una vuelta macabra de la historia trajo a la memoria otra manifestación silenciosa bajo el agua y los paraguas en ese mismo lugar, días después del atentado a la mutual judía de 1994. Aquella vez, Carlos Menem estuvo presente, y soportó una silbatina feroz junto a su gabinete. Cristina Kirchner, en cambio, encabezó horas antes un acto propio y autocelebratorio en la Central Nuclear de Atucha y luego voló a su residencia veraniega de Chapadmalal, donde hoy festejará su cumpleaños 62. Muchos de sus funcionarios se habían dedicado en los días anteriores a descalificar la movilización y tildarla de “golpista”, lo que pareció “potenciar” la convocatoria.