Un 29 de junio, pero de 1986, Argentina lograba su segunda Copa del Mundo en México. Aquí, un repaso por algunas de las apostillas que generó el paso legendario de Diego Maradona por aquel campeonato.
Tres meses antes del inicio del Mundial de México, Diego se comunicó con su preparador físico personal, Fernando Signorini, para sumar trabajo físico mientras sus compañeros se aclimataban a la altura entrenando en Tilcara, Jujuy. Ambos se contactaron a su vez con Antonio Dal Monte, un prestigioso investigador deportivo de Italia. "Su centro quedaba en Roma. Parecía la NASA", recordó Signorini. "Él sabía que era su Mundial o el de Michel Platini. Se jugaba en la altura de México, había smog y las marcas no podrían ser persecutorias". Antes del Mundial, Carlos Bilardo le ofreció la capitanía a Diego relegando a Daniel Passarella, capitán del seleccionado campeón en el 78, quien eventualmente se perdería el campeonato luego de una gastroenteritis que generó teorías conspirativas. Se dice que al conocer la decisión del DT, Diego se emocionó hasta las lágrimas.
Además de perfeccionar su entrenamiento físico, Diego llevó a México a su masajista personal, Salvatore Carmando, al que había conocido jugando en el Nápoli. "Sus piernas eran distintas a las de los demás jugadores. Tenía músculos duros y flexibles a la vez; nunca vi algo así", aseguraba Carmando. "Se tiraba en una camilla y se relajaba, como si quedara en trance. Él no decía nada mientras lo masajeaba. Yo usaba una crema especial, que hacía con barro. Era una receta que nunca le conté a nadie". A México, Diego llevó cinco pares de botines Puma número 37 con diferentes alturas de tapones. El utilero de la Selección, Tito Benros, tenía un método secreto para lustrarlos: una crema de silicona de kerosene blanco, usualmente utilizada para monturas de caballos. "Diego me preguntaba '¿qué les ponés a los botines, hijo de puta?', pero yo nunca le decía. Le quedaban espectaculares", aseguraba Benros.
En la concentración, Diego tenía como compañero de habitación a Pedro Pablo Pasculli. Ambos llegaron a México un mes antes del inicio del Mundial y colgaron en la pared del dormitorio un calendario donde comenzaron a tachar los días que faltaban para el debut. En las paredes, además de fotos de su padre Don Diego, su madre Doña Tota y su en aquel entonces novia Claudia Villafañe, Diego colgó afiches de Valeria Lynch y Pata Villanueva, dos de sus sex symbols favoritos de la época. Junto a Pasarella (luego fuera del equipo) y Valdano, Maradona fue el único que pudo elegir número de camiseta. La mayor parte del plantel lució números por orden alfabético: así por ejemplo, Sergio Almirón tuvo la 1, Sergio Batista la 2 y Ricardo Bochini la 3. Antes del partido frente a Bélgica, en las semifinales del Mundial, Diego le prometió al arquero rival Jean-Marie Pfaff intercambiarle camisetas y cumplió. Según le reveló a Infobae, Pfaff actualmente mantiene la casaca de Maradona en una caja fuerte en un banco. "Mucha gente de Argentina y de otros países me llamaron pidiéndome un precio por la camiseta, pero no lo tiene. Bueno, podría pedir un millón de dólares solo para ver su reacción, ¿quién sabe?", señaló.
Antes de su decisivo partido frente a Inglaterra, Diego tuvo un particular antojo luego de levantarse. "En un momento dijo: 'Tengo unas ganas de comerme un sánguche de mortadela'. Y nosotros teníamos mortadela, eh, habíamos llevado mucha comida de Argentina”, le contó Roberto Mariani, parte del cuerpo técnico, a Andrés Burgo, autor del libro El partido. La camiseta que Diego utilizó en el partido contra Inglaterra quedó en manos del mediocampista Steve Hodge. Hasta 2010 se exhibió en el Museo de Fútbol de Preston, Inglaterra y, después de su cierre, pasó a formar parte de la colección del Museo Nacional del Fútbol en Manchester. "A una selección como Brasil, Uruguay o alguna otra potencia como Alemania o Francia, creo que no le hubiese podido hacer el gol, porque me hubiesen bajado antes", aseguró Diego en diálogo con Infobae sobre su histórico Gol del Siglo a Inglaterra. "Mirá si un uruguayo me va a correr al lado o me va a tirar un manotazo al estómago. Me la ponen en la cara".