25 Enero de 2016 14:59
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Juan Román Riquelme no coincide con eso que andan predicando los CEO's de Google por el mundo: para él, la velocidad no es un valor en sí mismo. "En la época de las autopistas, Riquelme prefiere viajar mirando el paisaje, más interesado por el camino que por la llegada", decía Jorge Valdano, hace unos años, cuando el 10 irrumpía en España con un Villarreal tan mágico que terminó con Zinedine Zidane, en su último partido en Real Madrid, yendo a pedir la camiseta del argentino. A un año de su retiro, Goal te cuenta qué hace hoy el legendario crack xeneize.
Pero hace un año, justo un año, el 10 de Boca decidió que comenzaría a ejercer la vida como exjugador y, aunque muchos se han dedicado a decir que sus polémicas declaraciones lo hacen parecer a Diego Maradona, bien vale afirmar que sus actitudes más profundas andan parecidas a las de Marcelo Bielsa.
Como un contracultural, Riquelme dedica mucho tiempo a escuchar. Su decisión es firme: quiere ser el presidente de Boca y ganar las próximas elecciones de 2019. Pero no de cualquier manera. Cuenta la supuesta leyenda que Mauricio Macri quiso presentarse a presidente de Argentina en 2011, pero Jaime Durán Barba, su principal asesor, le sugirió que no, que aguantara un período más y, finalmente, Cristina Kirchner ganó aquella vez con un 54% de los votos. Bueno, Riquelme, obviamente, no tiene a Durán Barba, no sólo por lo económico sino porque jamás compartiría algo con Macri, pero, aún así, ha tenido astucia para no candidatearse en las urnas boquenses en diciembre de 2015. Él va por la próxima.
Juan Román Riquelme se lanza a la presidencia de Boca en 2019.
Desde el año pasado se ha sentado con montones de empresarios para escuchar propuestas para su Partido de Despedida. Le preocupa cada detalle del evento y sabe que la recaudación que genere el partido será clave para ir juntando para la campaña presidencial y así evitar aquello que más le molesta a éste 10: la falta de autonomía. Porque Riquelme no quiere casarse ni depender de ningún dirigente que quiera alianzas con él. Si alguien quiere usarlo, difícilmente pueda encontrarlo.
Riquelme, además, anda tomándose el tiempo de aprender. No le interesa ser entrenador de fútbol porque bien sabe que, aunque sea de los jugadores más sapientes de los últimos 50 años de Argentina, no le gustaría andar tratando con las miserias de los futbolistas profesionales, que nunca le han convencido en su vida en los vestuarios. Por eso, ha decidido prepararse para ser presidente de Boca, tomando conceptos del marketing deportivo, aprendiendo detalles de la administración de instituciones y, claro, formando ideas de cómo sería la dirección deportiva de su club.
Se cumple un año del retiro definitivo del Diez.
La gente lo compara con el Beto Alonso, una de las grandes glorias de River, que durante muchos años se dedicó a despotricar contra entrenadores, jugadores y dirigentes del club, sin aportar nada. Se critica a Riquelme por ser duro con el equipo y hasta elogiar al clásico rival. El círculo que lo rodea dicen que no es así: aseguran que el periodismo recorta solamente sus declaraciones sinceras sobre Boca, en vez de escuchar completo los análisis: dice que Boca juega mal, pero que aún así es el mejor de todos y se quedan solamente con la parte del mal.
En familia. Román, amigos, parientes y la pelota.
Riquelme, al que muchos consideran el mayor ídolo de un club argentino, a la par con Ricardo Bochini, tiene muestras infinitas de amor de parte de los hinchas de Boca que eligieron a él sobre Maradona, que echaron a gritos a Julio Falcioni y que no dudan en insultar abiertamente a Daniel Angelici. En un año, ha estado guardado, hablando cada tanto para la televisión, pero sin desesperación. Juega a la pelota con sus amigos, se sienta en el sillón con su hijo Agustín a ver todos los días, al menos, un partido de fútbol, y le dedica grandes ratos a conformar mesas de asados. Pero el objetivo es otro. Como una hormiga, construye su proyecto, sin andar preocupado por el tiempo.