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Braian Toledo: su padre lo abandonó, su madre lo golpeó y conmovió en Río

A pesar de que llegó a la final de los Juegos Olímpicos y ahora todo parece hermoso en su vida, el joven no la tuvo nada fácil. Una historia conmovedora de autosuperación y lucha.

20 Agosto de 2016 09:52
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Una historia de superación personal. En las últimas horas el nombre "Braian Toledo" se escuchó en todos lados: bares, restaurantes y estudios de televisión. Es que el joven nacido en el partido de Marcos Paz logró tirar la jabalina a 81.96 metros y se coló en la final de lanzamiento de jabalina de los Juegos Olímpicos de Río 2016.

Toledo llegó a la final de lanzamiento de jabalina.

El miércoles Braian (21) terminó la competición en el puesto 12, y así logró clasificarse para la prueba final de los Juegos Olímpicos.

Con lo justo, Braian Toledo accedió a la final de lanzamiento de jabalina #Rio2016 Felicitaciones @Mentes_B_Videos pic.twitter.com/mzBLg5mJBy

- Cristian Hliba (@_cristianhache)

18 de agosto de 2016

Durante la noche del sábado, en la final, no tiró la jabalina sólo: detrás tuvo todo el apoyo de millones de argentinos que hicieron fuerza para que logre su cometido. Fue el apoyo de muchos que no conocían la historia detrás de la jabalina, la cruda realidad que Braian enfrentó a lo largo de su vida.

Su dura historia de vida

Pero, a pesar de que ahora su vida parece "color de rosa", el bonaerense no la pasó bien. Es que actualmente su nombre se escucha en todos lados pero hasta hace muy poco estaba prácticamente solo.

Antes del comienzo de los Juegos Olímpicos, Braian dialogó con el periodista Martín Estévez, de la revista "El Gráfico" y contó todos los caminos sinuosos que tuvo que cruzar en su corta vida. Pero, a pesar de los golpes y las ganas de abandonar todo, con un sacrificio enorme, el joven logró llegar a lo más alto. 

Con tan sólo 21 años, Braian vivió las peores situaciones: sufrió hambre, violencia física y el abandono de su padre.

"Cuando tenía 8 años, me levanté a la madrugada y escuché ruidos. Espié y estaba mi mamá llorando. Le pregunté qué le pasaba y no me decía. Le insistí hasta que me dijo: 'Lloro porque no sé qué les voy a de comer mañana, a vos y a tu hermana'. No teníamos nada. Pero nada, nada, nada. La abracé y le dije: 'No te preocupés, estamos todos bien, estamos juntos, yo te voy a ayudar", contó Braian.

Y continuó: "En ese momento me cargué la mochila de mi casa, sentí que mi obligación era sacar adelante a mi familia. A mí me gusta dibujar, entonces en la escuela les completaba las carpetas de dibujo a mis compañeros. Ellos me pagaban 25 centavos. Me pasaba toda la noche haciendo dibujos, y con eso compraba un kilo de pan. No era mucho, pero al menos llegaba de la escuela con algo".

Además relató que su padre lo abandonó cuando era muy pequeño: "No tengo recuerdos de él. Mi conclusión es que mi mamá, pese a todo, siempre estuvo enamorada de él. Ese es el problema. Él se fue cuando yo tenía pocos meses. Mi papá no estuvo nunca y siempre fue un problema. A veces decía que iba a traer plata, mi vieja contaba con eso, después no traía nada y ella quedaba angustiada. Tuvo que ponerle el pecho a todo. Vivimos en un país muy machista, pero mi vieja me hizo entender que muchas veces las mujeres tienen más huevos que los varones".

A pesar de todos los problemas que tenía en su casa, Toledo sólo buscaba una cosa: el cariño de su madre: "De chico percibía la tristeza de mi vieja. Entonces sentía que mi obligación era estudiar, que se sintiera orgullosa de mí. Que viera que el esfuerzo que hacía para darnos de comer tenía su fruto. Mis 10 eran para que mi mamá me abrazara, para que se sintiera orgullosa. Para mí, sacarme un 9 era malo".

El bonaerense hará todo lo posible para colgarse una medalla.

También contó una anécdota que describe los malos momentos que pasó en su infancia: "Hasta los 12 años tenía una cama para nenes, pero dejé de entrar. Tuvimos que tirar el colchón en el piso de la casilla. Pero era finito y había mucha humedad, así que poníamos cartón y lonas en el medio. Me acuerdo de que en el 2009 tuve un viaje con la delegación argentina y la primera noche, en nuestra pieza, hicimos un quilombo tremendo. Entró el técnico y nos retó. 'Es culpa mía, profe, disculpe', le dije. Pero él siguió enojado. Entonces le tuve que explicar que estábamos corriendo todo porque yo no podía dormir arriba de una cama: me daba vértigo. Al otro día, en el desayuno, me fue a buscar, le conté mi historia, se emocionó y me pidió disculpas. Y a partir de ahí, mis compañeros ya sabían que yo dormía en el piso".

"Me fui de mi casa hace dos años. Ya tenía 19, 20 años, y a mi mamá se le iba la mano. Un día me levanté y tenía el ojo izquierdo morado. Me miré al espejo y me dije: ¿Merezco vivir así? ¿Qué le falta a mi familia? Nada. Tienen todos los lujos. Sentía que no era un mal chico, que no merecía eso. Mi prima Romina me ayudó a escaparme, y alquilé un departamento. Estuve más de un año sin hablar con mi mamá, hasta que sufrió un problema de salud y la perdoné", relató el joven.

El peso de vivir en un país exitista

A pesar de que en 2010 consiguió la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de la Juventud, en 2011 obtuvo la medalla de bronce en los Juegos Panamericanos de Guadalajara, en 2012 la medalla de oro en el Campeonato Iberoamericano de Atletismo y la medalla de plata en el Campeonato Mundial Junior de Barcelona, Braian tuvo que aguantar las críticas de un país exitista.

"Cuando te va mal, en Argentina te hacen pelota. A mí me pasó en Londres 2012. Fui a competir con 18 años: era el hombre más joven del país en un juego olímpico. Quedé 28° de 45: no era malo para mi edad, porque un lanzador alcanza su mejor nivel a los 26, 28 años. Pero llegué acá y recibí mil críticas: que era el peor, que 'se acabó Braian'. Todo eso me afectó mucho, hasta que lo entendí: si no saben que un lanzador de 18 años nunca le va a ganar a uno de 26, su crítica no sirve. ¿Cómo le voy a ganar al tiempo? Al tiempo no se le gana. Ni siquiera en estos juegos voy a alcanzar mi mejor nivel: el pico será en 2020 y 2024, con 26 y 30 años", contó en bonaerense.

El hecho de haberse colgado cuatro medallas no le hizo perder la humildad. El año pasado tuvo que construir una casa (con sus propias manos) para ayudar a su madre.

"Con lo que gano entre la beca que nos da el ENARD y lo que recibo de algún sponsor, no me alcanzaba para pagar un alquiler y ayudarla a ella (su madre). Entonces decidí que, para dejar el alquiler, había que construir una casita. ¡Pero ni para comprar materiales tenía! Le pedí prestado a mi amigo Marcelo y me ayudó Sebastián, el marido de mi prima. Tampoco tenía para pagarle a un albañil, así que a él le pagaba lo que podía; y yo estuve todo el año pasado trabajando de peón. Terminamos en enero de este año, pero todavía estoy devolviendo la plata que me prestaron. Es lindo porque extrañaba terminar de entrenar e irme caminando. Siempre hice eso cuando volvía de entrenar: miraba al cielo, soñaba, pensaba".

Su amor por la jabalina

El bonaerense contó cómo se inició en este deporte que le terminó cambiando la vida.

"Para mí, el atletismo era aburrido, pero cuando Gustavo Osorio (su entrenador) nos mostró cómo lanzar jabalina, me gustó. La primera vez que tiré, la jabalina me pegó en la espalda. Me enojé, agarré la mochila y me fui. Gustavo me insistió en que tenía que volver, siempre le agradezco eso. Seguramente vio condiciones en mí. Si no fuera por él, no me hubiera enterado nunca de que podía lanzar lejos".