Más
Deportes

Esa idiota costumbre de hacerle rendir examen permanente a Messi, el mejor del siglo

Mientras nos rascamos la panza en el living de casa, le exigimos que demuestre que es el más grande subiendo a lo más alto del podio Mundial, porque ninguna otra de las pruebas de grandeza que ofreció a lo largo de su vida nos parece suficiente.

13 Octubre de 2017 18:41
1552080253217

"Escribí una nota sobre Messi", me piden. "Pensate algún enfoque diferente, algo que no se haya dicho", insisten. "Dale, algo vamos a inventar", le digo a uno de mis jefes.

Algo vamos a inventar, claro. Porque no tengo más remedio, porque este es mi trabajo. Eso, pienso -salvando las distancias, claro- es lo que hizo Messi en el ya histórico partido contra Ecuador: inventar algo cuando se nos venía la noche. Tres goles inventó, en un partido en que arrancamos perdiendo 1 a 0 antes de que se cumpliera un minuto. La Argentina jugará el Mundial de Rusia 2018 y por estos días nadie habla de otra cosa. Del alivio y de Messi. Qué nos salvó, que se salvó, que nos tapó la boca, que nos alegró la noche, qué se yo. 

Tengo 47 años, voy a la cancha a menudo, veo fútbol por televisión. Lionel Messi es el mejor jugador que he visto jamás. Cuando, sin estridencias ni ánimo de joder a nadie, digo esto, mucha gente se ofende. No es mi intención ofender a nadie, ni tampoco quitarle méritos a Diego Maradona. Ni siquiera compararlos. Sólo digo que Messi es el mejor jugador que he visto jamás. Para evitar entrar en polémicas, la hinchada de Boca hizo una bandera inteligente en el partido contra Perú, una bandera que describe a Messi como "el mejor jugador del siglo".  Bien, acordemos eso: Messi es el mejor jugador del siglo. Y juega para nosotros. Y también juega para el que muchos es el mejor equipo de todos los tiempos: el Barcelona de Guardiola/Luis Enrique/Valverde (pero sobre todo, el Barcelona de Guardiola), con los matices entre un ciclo y otro. Messi es el mejor jugador del mejor equipo de todos los tiempos. 

Messi, feliz. 

El periodismo deportivo nos ha hecho mucho daño. Todo el periodismo nos ha hecho mucho daño, pero vamos a hablar aquí sólo del deportivo. Todos esos programas que Diego Capusotto inmortalizó como "Cuatro gordos hablando de fútbol" nos quemaron la cabeza. Y sin embargo Capusotto se equivoca: con algunas nobles excepciones, lo que menos hacen esos cuatro gordos de nombres, apellidos y canales intercambiables es, precisamente, hablar de fútbol. Hablan de las decisiones del árbitro, de la interna de los equipos, las barras bravas, las transferencias millonarias, las fotos de Instagram. Hablan de lo parafutbolístico, porque el fútbol, evidentemente, no les gusta. A veces hacen como que hablan de fútbol y dicen que los jugadores ponen lo que tienen que poner o no ponen lo que tienen que poner. Tienen un "huevómetro" con el cual miden la entrega de los jugadores y determinan si se comprometen con el juego o no. Antes del partido con Ecuador, Moria Casán dijo que los jugadores de la Selección Argentina eran modelitos y que no sentían la camiseta y que bla bla bla. El análisis, simpático en boca de Moria, no difiere demasiado de lo que dicen habitualmente algunos presuntos "periodistas deportivos", de esos que nos queman la cabeza habitualmente. 

En ese contexto quemacabezas, tenemos a Messi, que juega para nosotros. El mejor jugador del mundo y uno de los menos parafutbolísticos que existen. Casi como que carece de vida fuera del campo de juego. O, al menos, de vida que nos interese. Por eso, hablemos un poco de fútbol. 

¿De qué juega Messi? ¿De armador o de delantero? ¿Cuál es su puesto natural en la cancha? Es difícil determinarlo, porque Messi juega de Messi, es decir de "Hacé lo que quieras". Y sus compañeros juegan (o deberían jugar de) "Dásela a Messi". De nuevo, ¿de qué juega Messi? Tiene la número 10, pero no es un 10 clásico, un "armador" al estilo de Maradona. De hecho, Messi es uno de los más grandes goleadores de la historia del fútbol.

Messi juega de "hacé lo que quieras".

-Ah, pero entonces es delantero...

-Bueno, sí, es delantero. Pero no es un 7, no es un 9, tampoco es un 11. Es un delantero-10, un superdotado que genera situaciones para sus compañeros pero que generalmente las concreta él mismo. Un delantero que juega libre, que se retrasa o se adelanta según el juego lo requiere. 

En un partido con Chile de estas eliminatorias que ya, felizmente, son pasado, Ezequiel Lavezzi tenía a Messi solo frente al arco y optó por intentar una emboquillada difícil que, naturalmente, no fue gol. La decisión de Lavezzi mostró el desconcierto que atravesaba y que muy a menudo atraviesa a la Selección. A Messi se la dan menos de lo que deberían. Pero el juego es doble: no se trata sólo de que se la den a Messi sino de que lo acompañen. Si Messi avanza con la pelota y tiene una opción de pase, juega tranquilo sabiendo que, si se le complica, se la puede dar a un compañero. Así sucede habitualmente en el Barcelona. Así sucede pocas veces en la Selección. Durante el partido con Ecuador, Di María volvió a ser eso que había sido durante los primeros partidos del Mundial de Brasil 2014, hasta que se lesionó: el compañero que se la devuelve redonda y en velocidad. 

Ganó un Mundial Sub 20 y la medalla de oro en los juegos Olímpicos de Beijing 2008.

Las estadísticas dicen también que es el máximo goleador de la historia del fútbol español, el máximo goleador de la Selección Argentina y que es el máximo goleador de la historia de las eliminatorias de la Conmebol. Las estadísticas dicen también que de su mano la Argentina ganó un Mundial Sub 20 y la medalla de oro en los juegos Olímpicos de Beijing 2008. Las estadísticas dicen que de su mano la Selección Argentina llegó a la final del Mundial 2014 después de 24 años y a dos finales de Copa América. Las estadísticas dicen también que esas tres finales se perdieron. En ese último detalle se basan sus detractores para decir que con Messi la Selección "no ganó nada". O, peor, que Messi "no ganó nada" con la Selección. Él mismo lo ha dicho. Messi es un extraordinario, maravilloso jugador, el mejor de este siglo. Pero no juega solo. Aunque a veces parece que sí.

¿Puede este Messi encendido del partido con Ecuador llevarnos a ganar el Mundial si sus compañeros tienen un rendimiento digno? Sí. ¿Por qué uno dice que sí? Por los antecedentes. Hagamos memoria. En el Mundial pasado, la Argentina hizo ocho goles. Messi hizo cuatro e intervino en los otros cuatro. Con eso bastó para llevarnos a la final. 

En el Mundial pasado hizo cuatro de los ochos goles argentinos.

Me encanta cuando Messi camina la cancha. Es parte de su estilo. Parece distraído, fuera del partido, en cualquiera. De pronto... gol. Messi no tribunea jamás. No corre cuando no tiene sentido. Distrae. Engaña. Eso es el fútbol. Messi es un tipo que parece desenchufado y de pronto se enchufa. Ese es Messi. El "De pronto". 

Hay un gol que Messi hace siempre. Acelera cerca de la medialuna y saca el remate. Adentro. El segundo y el tercer gol a Ecuador entran en esa categoría de "goles clásicos de Messi". ¿Por qué, si siempre hace lo mismo, los rivales no han aprendido a neutralizar esa jugada específica? Bueno, porque Messi no avisa cuando la va a hacer. 

El gol al Getafe -igual estéticamente al gol de Diego a los ingleses, pero naturalmente menos importante, por el marco y por el rival- le hizo mal a Messi. ¿Por qué no lo hacés con la Selección? -le pregunta algún bobazo de tanto en tanto. Y sin embargo, debería ser al revés. Cuando tenemos un jugador capaz de hacer un gol como ese, quiere decir que es posible soñar. 

Nos va a hacer bien a todos archivar los viejos goles de Diego en una carpeta, con todo respeto y cariño, como alguna vez archivamos los de Kempes a los holandeses. Cuando la Argentina quedó eliminada del Mundial de Estados Unidos, Alejandro Dolina dijo que él había querido que la Argentina saliera campeón, pero mucho más había querido que saliera campeón Diego.

Maradona o Messi, los argentinos se dividen entre los dos ídolos.

Por diferentes razones, si se quiere menos épicas, somos muchos los que ahora queremos que la Argentina salga campeón, pero mucho más que salga campeón Messi. Porque la Argentina es el único país donde el mejor jugador del siglo parece estar rindiendo examen permanentemente. Messi no tiene que demostrarle nada a nadie. Sin embargo, le ha tocado en suerte luchar contra un fantasma que no es el de Maradona ni el de la gloria del 86, sino el del melancólico tango argentino que estipula que, pase lo que pase, todo tiempo pasado fue mejor. En cierto modo, Messi lucha contra Soda Stereo, contra los raros peinados nuevos, contra los VHS. Y también lucha contra sí mismo.

Desde la mediocridad del espectador, cuanto más grande es el que observamos, más le exigimos. Mientras nos rascamos la panza en el living de casa, le exigimos que demuestre que es el más grande subiendo a lo más alto del podio Mundial, porque ninguna otra de las pruebas de grandeza que ofreció a lo largo de su vida nos parece suficiente. Aunque Messi no juega solo, sería un acto de estricta justicia que el más grande del siglo alzara la Copa del Mundo. Queremos que Messi alce la Copa porque ningún otro jugador en este planeta se lo merece tanto como él. Y porque los alemanes y su eficiencia mecanizada, francamente, ya nos pudrieron.

DanielRiera