por Matias Ayrala
30 Mayo de 2021 09:00Ella no recuerda cuando fue el momento exacto en el que nació la pasión por el automovilismo. Aunque existen motivos. ¿Habrá sido en esos paseos ruteros junto a mamá, a papá y a la hermana mayor? ¿O las tardes sentada en el techo del Peugeot 405 rojo, al lado del camino, viendo como pasaban los camiones y saludando a los choferes? ¿O tal vez, esas mañanas de domingo en familia mientras el aroma del café con leche y las facturas endulzaban las carreras de Fórmula 1 o de Turismo Carretera?
Como sea, Belén Ameijenda supo que trazaría su propio camino con un volante entre sus manos. Ella iba a poder superar cualquier obstáculo que se le cruzara. Algo que aprendió, incluso, desde muchos antes de nacer. Cuando su madre llevaba siete meses de embarazo, un médico le anticipó que su hija tenía una malformación congénita llamada mielomeningocele, también conocida como espina bífida. Al tiempo, otro profesional vaticinó que su hija jamás caminaría. Con tiempo y esfuerzo, Belu le enseñaría lo equivocado que era su pronóstico.
A los 24 años, ella no sólo camina con muletas sino que está a punto de convertirse en la primera pilota de carreras con capacidades diferentes de América Latina. La afección en la médula espinal le afectó la zona lumbar del cuerpo y nació con falta de musculatura en sus piernas. Eso no impidió que realizara infinidad de deportes desde natación a equitación. Hasta que, por fin, llegó al automovilismo. Mientras estudia psicología, está lista para debutar en la categoría de la Monomarca Fiat, que es muy conocida a nivel nacional y una de las más reconocidas de los autos con techo.
-¿A tus padres les dijeron que no ibas a caminar?
-Así es. Cuando mis papás se enteraron al séptimo mes de embarazo, les dijeron que tenía espina bífida y no sabían que tipo de secuela iba a tener porque se sabe una vez que naciera. Cuando nací, un médico le dijo que no iba a caminar. Al nacer, se le sumó otra problema porque nací con hidrocefalia. Pero, por milagro, cuando estaban a punto de operarme, les dijeron que mi cabeza estaba descendiendo al tamaño normal. En ese momento, ya me habían operado por la espina bífida. Al mes de vida, me vio un médico y me dijo que no iba a poder caminar. Que iba a usar silla de ruedas. Pero una médica residente les ofreció a mis padres hacer la rehabilitación para poder caminar y así lo hicimos. Durante 11 años, luché por eso y, finalmente, lo logré. Al año y medio estaba de pie con un andador y hoy caminó con bastones por una cuestión de edad.
-¿Qué secuelas te dejó la malformación congénita?
-Debería haber tenido más secuelas. Generalmente pasa eso. Pero en mi caso, lo que tengo es la falta de fuerza y de musculatura en las piernas. En la región donde lo tengo localizado debería haber sido más grave. Pero no pasó. Me desarrollé sin problemas y al día de hoy, los médicos no se explican cómo sucedieron ciertas cosas que en la mayoría de las personas terminan en silla de ruedas. Otros también caminan hasta los 13 o 14 años, una edad que suele ser límite, que comienzan a usar sillas de ruedas. Yo nunca pensé en usar silla de ruedas.
-Siempre te negaste a eso.
-Sí, siempre. Por ejemplo, amo viajar. Y en todos los viajes, cuando vamos a alguna excursión, siempre te ofrecen. Pero yo prefiero caminar. Si puedo hacerlo. ¿Por qué voy a usar una silla? Prefiero dejársela a alguien que sí lo necesite. A lo sumo, cuando era más chica, me cansaba más. Pero ahora tengo otro estado físico, así que puedo seguir sin problemas. Además, a mi criterio es re incómodo usar silla. Como nunca la usé, me molesta. Pero esa actitud me ha traído problemas de discriminación.
-¿Por qué?
-Estudio psicología en una universidad que no voy a nombrar. En el edificio, había una rampa que estaba mal hecha. No hace falta ser ingeniero para darte cuenta de eso. Fui a hablar con un directivo para ver qué posibilidades había de arreglar esa rampa. Los días de lluvia, no podía ir a la facultad porque me patinaba. Y otros chicos en sillas de ruedas se patinaban en la rampa. Era un pedido simple. Le planteo la situación y el directivo me contestó: “Si te resbalás los días de lluvia, conseguite una silla de ruedas”. Imaginate... un directivo, que es psicólogo y me respondió eso. Lo dejé hablando sólo. No lo denuncio porque quiero terminar la carrera en esa facultad. Pero son situaciones límites en las que se aprovechan para discriminar.
-En el medio de tu vida, apareció el automovilismo. ¿Cómo llegó esa oficio a tu vida?
-Cuando tenía 3 o 4 años miraba TC y Fórmula 1 en la televisión. Siempre me gustó. También siempre me gustó la ruta. Con mi familia nos íbamos a tomar mate a la ruta los domingos. De grande, con mi hermana nos vamos de vacaciones a Brasil en auto. Además siempre tuve la libertad de hacer los deportes que siempre se me cruzaban. Hice natación en River durante muchos años. También hice equitación. En natación entrené con José Meolans y con el nadador paraolímpico Guillermo Marro, con quien volví a tener contacto nuevamente. Y se sorprendió con lo del auto. Así que es algo que siempre me gustó. A los 18 años, mis papás me regalaron un auto a los 18 años. Obviamente adaptado. Y fue cumplir un sueño. Me hubiese encantado aprender a manejar antes. Pero no existe la posibilidad para las personas con capacidades diferentes.
-¿Porque los autos no están preparados?
-Claro. Los autos de las escuelas de manejo no están adaptados. Entonces no podemos tomar clases. Es algo que me pasó y sigue pasando. El único camino que tenemos es comprar su propio auto, adaptarlo y con eso ir a aprender a manejar. No es tan difícil, ni caro. Pero ellos lo ven como una pérdida. Entonces prefieren no adaptar los autos. Eso también es discriminación. Con una persona que se anota para tomar 10 clases, pagan un auto con adaptación.
-Ahora estás cerca de debutar como pilota de carreras, ¿qué falta para verte en las pistas?
-Lo que falta es que adaptarlo para la categoría Monomarca Fiat, muy conocida a nivel nacional con un parque automotor muy amplio. El auto ya está en vista. Estamos haciendo una campaña para juntar dinero y poder hacerlo. Nos faltan 850.000 pesos. Después de eso, podré subirme al auto y empezar a entrenar. Una vez que haga eso, voy a tener los tiempos necesarios para obtener la licencia deportiva. Ahí sí voy a poder competir. Mientras tanto, tengo la licencia médica que es la que me permite entrenar. Mientras tanto seguimos adelante con la campaña solidaria para poder conseguir lo necesario y cada uno puedo ayudar con lo que pueda.
-Además del auto, ¿qué más necesitás?
-En primer lugar estoy muy contenta de tener la oportunidad de poder competir. A nivel material lo que preciso juntar dinero para el auto, para el traje antiflama y también diversos sponsors para poder solventar los gastos de cada competencia. No es algo fácil. Pero sé que lo voy a lograr. Los que puedan ayudar me pueden escribir a mi cuenta de Instagram que es @belu.honda. Todas las marcas que quieran sumarse al proyecto serán bienvenidas. Es un momento muy duro para todos por la pandemia, pero quiero que cada emprendedor o cada marca pueda colaborar económicamente con lo que puedan para tener mes a mes, los logos en el auto y en las redes sociales.
-¿Cómo es tu entrenamiento diario?
-Además del entrenamiento en simulador. También hay diversas cuestiones que hacen el entrenamiento de un piloto como uno de los más complejos y completos de los deportes. No sólo es físico sino también mental. Por ejemplo, cuando voy a entrenar, mi preparador me hace juegos mentales y reflejos y eso lo combinamos con la parte física. Porque un piloto cuando compite, tiene que estar al 100% en todos esos aspectos. Entonces estoy bien preparada en ese sentido. Y es todos los días. Ya sea físicamente o en simulador hago los diferentes circuitos. Obviamente que no es lo mismo estar en un simulador que en la realidad, pero en el simulador voy sumando las manías de los diversos autódromos y a bajar tiempos contra una mismo. Lo que más deseo es que un día por fin pueda competir en esas pistas.