03 Noviembre de 2016 13:35
La tristeza también es objeto de investigación. Ya desde la cultura griega, pasando por los años ´70, cuando el científico Paul Ekman calificó las emociones básicas de los seres humanos en cuatro negativas: miedo, asco, ira y tristeza, y dos positivas: felicidad y sorpresa.
Entonces, cabe pensar que si las las emociones negativas persisten en las personas, es porque para algo les sirven.
El psicólogo e investigador Joseph Forgas abona esta teoría. Durante los últimos 10 años se dedicó a distintos experimentos en los que quedó demostrado que la tristeza vuelve a las personas menos crédulas, ya que potencia sus habilidades críticas.
Según le contó Forgas al diario La Vanguardia, “un estado de ánimo negativo nos hace más lúcidos a la hora de procesar la información”.
Para la investigación, Forgas y su equipo indujeron estados de ánimo de felicidad y tristeza en grupos de voluntarios por medio de películas o recuerdos de eventos de sus vidas. Después, les contaron varios rumores y leyendas urbanas. Quienes estaban tristes fueron más escépticos y racionales, su memoria fue más ágil, fueron más ligeros en la comunicación y estuvieron menos condicionados por prejuicios.
Tristeza, un sentimiento positivo.
Mientras, quienes estaban contentos fundaron sus decisiones en sus experiencias y su conocimiento acumulado. Cuando alguien está triste, busca diferentes salidas y presta más atención a la nueva información que le proporciona el mundo exterior.
Es fundamental usar la ayuda que de la tristeza en momentos difíciles, o al momento de revisar los errores, para no repetirlos. Todas las emociones contienen un mensaje y la tristeza es una señal de alerta, un momento para cambiar de estrategia.
¡Aprovechala!
La cultura de la sonrisa y el pensamiento positivo puede quitarte algo de profundidad a los estados de ánimo, y así se pierde el contacto con partes esenciales de uno mismo.
Para el escritor francés Victor Hugo, la melancolía era “la alegría de estar tristes”. Si la tristeza no se vuelve perenne, es posible aprovecharla al máximo.
¡Cada emoción vale!