El asesinato de un hijo por alguno de sus padres es probablemente el crimen más repudiado de la escala humana. Es por eso que el caso de Susan Smith, ocurrido hace 25 años en Estados Unidos, despertó al mismo tiempo fascinación y repulsión. La mujer denunció que un afroamericano habían raptado a sus hijos, pero luego se quebró y confesó que los había matado ella.
Una elaborada mentira
Todo comenzó cuando, el 25 de octubre de 1994, la mujer -oriunda de Carolina del Sur, Estados Unidos- llamó a la policía para denunciar que un delincuente afroamericano había robado su automóvil con sus dos hijos adentro: Michael de tres años y Alex de 14 meses.Inmediatamente, no sólo su ciudad sino gran parte del país se solidarizó con su aparente desesperación. Acompañada por su marido David, Susan ofreció una entrevista televisiva pidiendo por el retorno de los niños.
"Mi corazón me duele tanto que no puedo dormir, no puedo comer, no puedo hacer nada más que pensar en ellos", aseguraba. La policía se dedicó durante nueve días a buscar a Michael y Alex, y poco a poco comenzaron a dudar de su madre.
Una a una, las mentiras empezaron a salir a la luz. Susan había asegurado que antes del secuestro de sus hijos se había reunido con una amiga, pero ésta la desmintió. También relató haber pasado por un supermercado para hacer algunas compras, pero ningún empleado la vio allí. Fue sometida a una prueba con detector de mentiras que finalizó con resultados inconcluyentes.
Howard Wells, sheriff de la ciudad de Union, tomó una táctica confrontativa: le dijo a Smith abiertamente que no creía en su testimonio. Inesperadamente, se quebró y confesó la verdad. No había existido robo ni secuestro. La única criminal en el caso era ella.
La revelación del espanto
Susan había decidido asesinar a Michael y Alex dejándolos dentro de su auto para luego empujarlo dentro del lago John D. Long. ¿La razón? Su amante, Tom Findlay -por quien ella planeaba divorciarse de David- había finalizado el vínculo porque no quería criar hijos.
En el juicio subsiguiente, los peritos de la defensa le diagnosticaron depresión y desorden dependiente de la personalidad a Susan. Luego, saldría a la luz que había sido abusada durante años por su padrastro y que su madre ocultó los hechos. También, que intentó suicidarse a los 13 años.
Después de dos horas y media de deliberación, los jurados decidieron sentenciarla a cadena perpetua con la posibilidad de libertad condicional al cumplirse los 30 años de cárcel. La revelación de su traumático pasado salvó a Smith de la condena a pena de muerte.
Divorciada de su marido y padre de los niños, David, Susan -hoy de 48 años- actualmente está recluida en la institución correcional de Leath, en Greenwood, Carolina del Sur. En al menos cinco ocasiones ha sido sancionada disciplinariamente, por automutilarse, por posesión de narcóticos y por mantener relaciones sexuales con un guardia penitenciario.
En el 2015, le escribió una carta al diario The State. "No soy el monstruo que la sociedad cree", declaró. "Estoy lejos de serlo. Algo salió muy mal esa noche. No era yo misma. Fui una buena madre y amaba a mis hijos. No hubo motivo para lo que sucedió y ni siquiera fue un hecho planeado. No estaba en mis cabales".