Al borde de ser destituida del cargo, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, asistió esta mañana al Congreso para ejercer su legítimo derecho de la defensa. En un discurso de apenas 30 minutos, la mandataria, que fue suspendida hace cien días mientras avanza el proceso de juicio político, rechazó haber cometido “crímenes de responsabilidad” fiscal, y señaló a los “sectores conservadores de la elite política y económica”.
Parada frente a la Cámara alta, Rousseff apuntó contra el modelo económico de Michel Temer, su vicepresidente y quien la sucedió en el cargo los últimos tres meses y medio. Además, criticó con dureza al ex presidente del Senado, Eduardo Cunha, quien desde el año pasado promovía el proceso de impeachment.
“Como todos, tengo defectos y aciertos”, sostuvo Dilma al comenzar su exposición, prevista para durar apenas media hora, pero que podían prorrogarse. “No esperen de mí el silencio de los cobardes: vengo a decir que no tengo nada para esconder, que no cometí ningún crimen de responsabilidad, no cometí ninguno de los delitos de los que soy acusada”, disparó la mandataria brasileña.
En este sentido, recordó que existe una “absoluta fragilidad en las acusaciones”, y aseguró que el proceso de juicio político que se le persigue no alcanzará Justicia. “Se desvió el debido proceso legal, ahora están en juego las conquistas de los últimos 13 años”, aclaró Rousseff. En el recinto, además, estuvo presente el ex presidente Lula Da Silva, quien respaldó a la mandataria desde que salió a la luz la acusación por violar normas fiscales y alterar el déficit del presupuesto.
“Pienso retornar y resistir: siempre resistir para recordar las conciencias adormecidas”, señaló Dilma, quien apuntó en varias ocasiones contra “sectores de la elite política y económica” como los autores de la maniobra para avanzar en la destitución. “Las acusaciones son injustas”, remató la presidenta.
Emocionada y al borde de las lágrimas
Casi sobre el final de los treinta minutos que había dispuesto el presidente del Supremo Tribunal Federal, Ricardo Lewandowski, la mandataria recordó los días en que fue detenida ilegal durante la última dictadura de Brasil. Al borde de las lágrimas, sostuvo que con su destitución, no sólo le darán un golpe a la política, sino también a la democracia.
“No acepten un golpe, esto sólo agravará la crisis brasilera. Soy una presidenta honesta, que jamás cometió un acto ilegal”, señaló Rousseff, quien pidió “votar contra el impeachment” y en favor de la democracia.
Un futuro complicado que depende de los últimos tres votos
Ya sea mañana o a más tardar el miércoles, el Senado votará sobre el proceso de impeachment que se le sigue a Rousseff. Así, el futuro de Dilma se encuentra en manos de los 81 senadores que definirán sobre las acusaciones por los delitos de responsabilidad fiscal. Se trata de un proceso que culmina luego de 100 días con la mandataria suspendida y la asunción de Temer, con la conformación de un nuevo Gobierno, opuesto al de la mandataria.
Si Dilma es destituida, asumirá quien hoy es el presidente provisorio, el vicepresidente Temer.
El jueves pasado, la Cámara alta abrió la última etapa del proceso jurídico. Se necesitan al menos 54 votos a favor del impeachment para que se concrete la destitución de Rousseff. Cualquier número inferior garantizaría la continuidad de Dilma al frente del Palacio do Planalto. Hasta ahora, fueron 51 los senadores que señalaron que votarán a favor de separarla de su cargo. En caso de concretarse la destitución, el actual presidente interino deberá concluir el mandato, que finaliza en 2018.