15 Mayo de 2016 09:46
Un paisaje desolador y una escenario que bien podría utilizarse como un set de filmación para una película de guerra, fue el escenario que le dio la bienvenida a los cascos blancos argentinos que llegaron hasta la localidad de Bekaa, en El Líbano, para asistir a los refugiados del conflicto en Siria.
Los argentinos, en el lugar de la tragedia humana.
La situación de los refugiados en Medio Oriente en general y el Líbano en particular, donde ya suman 200.000, no parece tener solución, ya que las infraestructuras de los campos no dan abasto. Son, casi, una sucursal del infierno.
El equipo de Cascos Blancos que está en El Libano.
La misión humanitaria de carácter pluridisciplinario, coordinada por la Cancillería argentina que encabeza Susana Malcorra, está integrada por funcionarios de diversas secretarías de Estado como la Dirección Nacional de Migraciones, la Comisión Nacional de Refugiados, y cinco voluntarios de Cascos Blancos expertos en logística.
El campamento de refugiados contiene a miles de niños.
El terreno que los recibió fue arduo. Los campos de refugiados en Bekka, al límite con Siria, son una de las muestras más exponenciales de la desidia de la guerra. La localidad es un alargado valle que está entre la sierra del Monte Líbano y la sierra del Anti-Líbano. Va de norte a sur-oeste y ocupa la mayoría de la parte oriental de El Líbano y su frontera oriental con Siria.
En el lugar conviven diversas religiones y tendencias políticas: chiitas, sunies y cristianos pasan sus días habitualmente en paz, aunque en la historia de Líbano muchas veces las tensiones han estallado en conflictos.
Cientos de familias habitan en los campamentos de refugiados.
El sitio que la propia Malcorra visitará el martes, ya contó con la presencia del mandatario británico David Camerón, en noviembre del año pasado. Es una de las zonas que más refugiados acapara y en donde las familias comienzan a diagramar su futuro.
El Premier británico junto a las víctimas de la guerra en 2015.
La mayoría de las familias huyeron de los combates en Siria con tan sólo la ropa que llevaban puesta. Muchos debieron vender lo que tenían para salir del país, hallar un lugar para vivir y comprar alimentos, incluso si eso significaba tener que vender el anillo de bodas u otras joyas de oro.
En ese sentido, Argentina envió insumos comunitarios para abastecer y albergar a más de 100 familias afectadas compuesto de carpas, frazadas, kits de higiene personal, sets de cocina y pastillas potabilizadoras para tratar más de 800 mil litros de agua, suficientes para 550 personas durante más de un año.
Los argentinos asistirán a las familias afectadas por la guerra.
Además, el equipo argentino contará con una Unidad Sanitaria equipada con ecógrafo portátil, desfibriladores, nebulizadores, equipamiento quirúrgico y gran stock de medicamentos.
La Comisión Cascos Blancos de la Cancillería Argentina, en conjunto con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), acordó destinar un voluntario experto en Agua y Saneamiento y una voluntaria experta en temas de violencia de género, que se incorporarán a la misión que lleva adelante el ACNUR y que permanecerá un mes en terreno.