Aquella fría mañana de abril de 1912, mientras el mundo digería como podía el inesperado hundimiento del Titanic, un grupo de empleados apostados en Canadá debió encargarse del trabajo sucio: regresar al lugar del naufragio y recuperar “la mayor cantidad de cuerpos posibles”.
El Titanic se hundió el 14 de abril de 1912.
El barco asignado fue el Mackay Bennet, a cargo del capitán Frederick Larnder. Tenían un mes para recuperar los 350 cuerpos que todavía flotaban en las congeladas aguas del Atlántico. Aunque en el hundimiento murieron 1500 personas, muchas de las víctimas nunca pudieron salir del barco o fueron sumergidas por la fuerza del transatlántico.
Mucho se especuló con respecto al hundimiento del barco y las teorías conspirativas no tardaron en aparecer: hay quienes aseguran que en realidad el Titanic no fue el barco que se sumergió y que se trató de una estafa millonaria de la White Star para cobrar el seguro. Pero fueron pocos los que se preguntaron, ¿cómo fue el doloroso proceso de rescate de las víctimas?
Los telegramas evidencian que muchos de los cuerpos fueron sepultados en el mar.
El Mackay Bennet zarpó el 23 de abril, equipado con cien ataúdes, bolsas de lona y una improvisada morgue que consistía en una bodega cargada con hielo. Al llegar, se encontraron con un panorama mucho más complejo del que esperaban. “El mar estaba cubierto de restos y escombros, completo de cuerpos hasta donde llegaba nuestra visión”, advirtió uno de los tripulantes.
La tripulación del Mackay Bennet embalsamó los cuerpos en su cubierta y los guardó en una improvisada morgue.
“Es absolutamente esencial que traigan al puerto la mayor cantidad de cuerpos posibles”, fue la indicación que la White Star le había dado al buque. Pero, ¿cómo transportar la inmensa cantidad de cadáveres que todavía flotaban en el agua si el buque tenía capacidad para menos de la mitad?
La tripulación también recuperó algunos de los objetos del Titanic que todavía flotaban en el mar.
La presión era alta y el cinco de mayo de 1912, luego de 12 días de trabajo, el capitán decidió alertar a las oficinas de Nueva York. “Lamento informar que estamos colapsados. No podemos tomar más trabajo. Nos estamos quedando sin los elementos (para embalsamar)”.
Los oscuros telegramas que el barco enviaba a las oficinas de Nueva York.
Su propuesta consistía en enterrar a todos los cuerpos en el mar, salvo aquellos que hayan sido especialmente solicitados por sus familiares. “Realizamos un reporte detallado de todos los cuerpos que encontramos con sus respectivos papeles y pertenencias”, sumó.
Los sobrevivientes fueron rescatados por el Carpatia.
Pero la respuesta fue negativa, pese a que pocas familias pidieron los restos de sus seres queridos: sólo 59 víctimas fueron reclamadas. La empresa insistía en que quería recuperar la mayor cantidad de cuerpos y el capitán debió tomar una decisión: priorizar a las pasajeros de primera clase (serían transportados en los ataúdes), trasladar a los de segunda en bolsas y enterrar a los de tercera en el mar.
“El mundo era completamente distinto en 1912, cuando todavía era sostenida una estructura de clases inflexible. Muy pocas personas se hubieran cuestionado si estaba bien o mal darle prioridad a una persona adinerada”, explicó Andrew Aldridg, especialista y coleccionista del Titanic.
Los cuerpos que no fueron reclamados permanecen enterrados en la ciudad canadiense de Halifax.
Los restos recuperados por el Mackay Bennet permanecen en los cementerios de la ciudad canadiense de Halifax, en donde se alzaron 150 tumbas, 49 de ellas sin identificación.