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¿El Titanic nunca se hundió? El fraude millonario detrás de la tragedia

El transatlántico en realidad siguió navegando hasta 1935. El trágico entramado de la White Star para no declararse en banca rota.

por Manuela Fernandez Mendy

05 Febrero de 2019 06:34
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El lunes 15 de abril de 1912, el mundo amaneció conmocionado por la impactante noticia del hundimiento del Titanic, el fastuoso transatlántico estrella de la White Star que realizaba su viaje inaugural desde Southampton a Nueva York. Los diarios alcanzaron a cubrir sus portadas con impactantes titulares. No era para menos: gran parte de la alta sociedad inglesa y estadounidense iba a bordo.

El barco que chocó contra un iceberg sería, en realidad, el Olympic.

La versión oficial siempre dio lugar a dudas. Conspiraciones y mitos se instalaron con velocidad. Un iceberg de 500 metros no podía haber causado semejante tragedia, tenía que haber algo más. Una reciente investigación del diario The Independent habla de un incendio no reportado por la empresa que debilitó durante tres semanas el casco de acero. Pero existe otra teoría que desvela a los fanáticos de la emblemática embarcación.

El Titanic junto a su embarcación gemela, el Olympic.

En marzo de 1912, sólo treinta días antes del promocionado viaje inaugural de su nueva embarcación, los altos ejecutivos de la White Star mantuvieron una reunión secreta. Aunque eran líderes en el mercado de los viajes transatlánticos y la expectativa por su nuevo barco disparaba el valor de sus acciones, tenían un frente financiero complicado: el Olympic, gemelo del Titanic, los estaba por dejar en bancarrota.

Nueve meses atrás, el Olympic zarpaba por primera vez en manos del mismo capitán que luego se hundiría con el Titanic, Edward John Smith. Era el primer barco del megaproyecto con el que buscaban multiplicar sus millonarias ganancias: iban a controlar por completo el negocio del Atlántico.

Los restos en el fondo del Atlántico serían, en realidad, los del Olympic.

Pero el viaje inaugural casi termina en tragedia por un desperfecto técnico. Tres meses después, el 20 de septiembre de 1911, la embarcación sufriría la colisión que sellaría su destino. La turbulencia generada por el barco hizo que el buque de guerra Hawke golpeara su casco y generara un agujero en el mismo sector en el que el iceberg impactaría luego en el Titanic.

El Olympic tenía 16 ventanas, el Titanic 14. El barco hundido todavía conserva 16.

Pese a la dimensión de los daños, el capitán logró regresar al puerto de Southampton. Debía ser reparado por segunda vez, aunque en esta oportunidad la aseguradora no se hizo cargo: el gasto era millonario y encima el barco había quedado con un problema estructural en su quilla. Era más negocio hundirlo, que repararlo.

Edward Smith, el capitán, tenía 62 años y estaba por jubilarse. Le habrían encargado el fraude, por dañar el Olympia.

Pese a que se anunció su paso al Titanic como una suerte de despedida gloriosa previa a su jubilación, Smith estaba en la cuerda floja. Había logrado chocar en tres oportunidades el Olympic y dejó a la empresa en una delicada situación financiera. Era, para los altos ejecutivos, el candidato ideal para llevar adelante el fraude que terminaría en tragedia y se llevaría la vida de 1514 personas, incluso la suya.

El plan

El plan de la White Star para esquivar la bancarrota era cambiar los barcos. El Titanic, todavía intacto, permanecería en el puerto inglés, con su nombre cambiado y toda la vajilla y utilería de su hermano gemelo. El Olympic, por su parte, emprendería su viaje final: debía hundirse lejos de las costas para poder reclamar el millonario seguro.

El Californiano, la embarcación que habría contratado la White Star para rescatar a los pasajeros.

La seguridad de los pasajeros quedaría en manos de El Californiano, un barco capitaneado por Standly Lord que zarpó sin tripulación ni pasajeros rumbo a Boston ese mismo día. ¿Lo llamativo? Sólo llevaba una carga de tres mil mantas y se detuvo esa madrugada con las calderas encendidas a pocos kilómetros del Titanic. Según la investigación del periodista británico Andrew Newton, la compañía había contratado a Lord para que oficiara de rescatista y evitara las víctimas fatales.

El operativo “cambio” en Southampton

La empresa habría tardado sólo un fin de semana en trasladar toda la utilería de un barco a otro. Además, se modificaron los nombres enchapados en popa. Pero algunos detalles, que en su momento pasaron inadvertidos por los pasajeros, hoy salen a la luz. El Titanic tenía originalmente 14 ventanas, mientras que su gemelo tenía 16. La embarcación hundida tiene dos portillas más que la que indican los planos originales del barco.

La White Star promocionaba con orgullo sus transatlánticos gemelos.

Por ese entonces, la fuerte crisis financiera que azotaba al Reino Unido generó una gran maza de desempleados. Sin embargo, a la empresa le costó contratar empleados que quisieran completar la tripulación. Pocos en Southampton se animaron a embarcar: el rumor del fraude se había instalado en las horas previas al viaje inaugural.

El poderoso JP Morgan canceló a último momento su pasaje.

Los movimientos de los poderosos empresarios que iban a viajar también llamaron la atención. El millonario banquero John Pierpont Morgan canceló a último momento su pasaje y se excusó: dijo que tenía problemas de salud. Además, suspendió el envío de sus lujosas estatuas de bronce y las envió en otra embarcación. Otros importantes 50 pasajeros de primera clase hicieron lo mismo.

La compañía incorporó dos semanas antes a la póliza de seguro la cobertura por "destrucción total".

Dos semanas antes del primer viaje, la empresa decidió elevar su seguro. El 30 de marzo extendió la póliza, hasta entonces sólo válida para las pruebas en el mar, y se resguardó frente a una eventual “destrucción total”.

Pese a la controversia, el presunto Titanic zarpó finalmente el miércoles 10 de abril de 1912. Llevaba 2223 pasajeros, la mitad de lo que podía albergar, pese a que gran parte de la sociedad moría por conocer el lujoso barco. Fueron cuatro días de navegación. Los pasajeros no sospecharon nada. Creían que en dos días llegarían al puerto de Nueva York.

Los errores que convirtieron la estafa en tragedia

Aquella madrugada, algo llamó la atención de las tripulaciones del “Titanic” y de “El Californiano”. Ambos capitanes durmieron vestidos y en las cabinas, lejos de sus dormitorios. Pese al reporte de icebergs, Smith dio la orden de aumentar la velocidad y, según el relato de Emily Richards, una de las sobrevivientes, se refugió en el bar.

La carta de la sobreviviente Emily Richards en la que acusa al capitán de haberse ido al bar.

“El capitán estaba en el bar, bebiendo, y le había pedido a otros que se ocuparan de la navegación”, aseguró la mujer. De hecho, fue Frederick Fleet el primero en advertir la presencia del iceberg. A cargo estaba el primer oficial William McMaster Murdoch, quien indicó virar a babor y dar marcha atrás, una decisión que, años después, los especialistas señalan como contraproducente.

El Samson, velero de pesca ilegal que se interpuso entre el "Titanic" y el "Californiano".

Después del choque, el “Titanic” tardó sólo 35 minutos en enviar el primer mensaje de auxilio. Esperaba el rescate inmediato de El Californiano, que aguardaba a 35 kilómetros de distancia. Pero dos errores cambiaron el rumbo del plan: Smith se equivocó y reportó una ubicación inexacta (el barco se encontraba a más de 20 kilómetros de donde aseguraba estar antes de hundirse) y otro barco de pesca ilegal, El Samson, se interpuso entre ellos.

Los botes salvavidas partieron con la mitad de su capacidad.

Faltarían 2 horas y 45 minutos para que la lujosa embarcación terminara en el fondo del Atlántico, pero la tripulación estaba tranquila. Ninguno de los pasajeros sobrevivientes reportó lo contrario. La locura y el desborde comenzaron sólo media hora antes de que el barco se sumergiera, cuando el rescate ya era imposible.

Una bacteria está destruyendo los restos del barcho hundido.

Eso explica por qué el primer bote salvavidas zarpó recién una hora y veinte minutos después de que se enviara el primer mensaje de auxilio. Edith Russell, una de las sobrevivientes, confesó años después que los oficiales le aseguraron que el barco que los rescataría sería El Californiano y no el Carpathia.

Los zapatitos de un nene fueron rescatados de las frías aguas del Atlántico.

Con el barco rescatista rumbo a una inexacta ubicación y el suyo próximo a hundirse con la mayoría de los pasajeros a bordo, Smith entendió que ya no quedaban alternativas. Le exigió a su tripulación que los botes salvavidas zarpen con el máximo de su capacidad y, según testigos, aguardó el final desde el puente.

Aunque la película de James Cameron intentó dibujar un final heróico, muchos sobrevivientes aseguran que el capitán murió ahogado en el puente, mientras intentaba alcanzar uno de los botes. Otros, en tanto, dicen haberlo visto nadar al grito de: “Sean ingleses”. Lo cierto es que ningún registro lo dio por vivo.

El interior del presunto Titanic, hoy es parte del comedor del hotel White Swan de Inglaterra.

Dos juicios tuvieron lugar tras el hundimiento del Titanic: uno en Estados Unidos y otro en Inglaterra. No hubo condenas significativas y la empresa logró cobrar 30 días después los 12.5 millones de dólares del seguro. El presunto Olympic quedó fuera de uso en 1935 y sus lujosos interiores fueron subastados. Muchos se encuentran en el hotel inglés Hotel White Swan.

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