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Historias, secretos y regalos: Naciones Unidas por dentro

La tierra que ocupa el magnífico complejo fue donada por un millonario norteamericano. En su interior, conviven obras de arte, regalos de todo el mundo y un intrincado sistema de espacios y oficinas autosuficientes; hasta tienen una gasolinera. La asamblea general y la imponencia del cristal y el mármol

28 Septiembre de 2015 17:34
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Construido entre 1949 y 1950 sobre las márgenes del East River, el edificio de las Naciones Unidas alberga muchas historias y anécdotas que van más allá de la Asamblea General y los discursos los representantes de sus 193 estados miembros.

El terreno del complejo internacional fue donado por John D. Rockefeller Jr.

Los 17 acres de tierra donde se encuentra edificada fueron compradas al principal constructor neoyorquino de la época, William Zeckendorf, por orden de Nelson Rockefeller. Los ocho millones y medio de dólares de la compra de los terrenos fueron financiados por su padre, John D. Rockefeller Jr, quien los donó a la ciudad. 

El complejo incluye varios edificios, entre los que se destaca la Torre de la Secretaría, un gigante de 39 pisos y 168 metros de altura. Allí conviven las oficinas de los distintos países que integran la ONU y tres plantas subterráneas donde se encuentran algunas tiendas, un equipo contra incendios, plataformas de recepción de mercadería, oficinas de seguridad, almacenes, un aparcamiento de tres niveles, una sala de máquinas que aloja la maquinaria de climatización y hasta una gasolinera.

El Salón del Consejo de Seguridad fue regalo de Noruega, diseñado por el artista del país nórdico, Arnstein Arneberg. Y un gran mural de otro noruego, Per Krohg, reviste la mayor parte de la pared este. Digna de ser visitada, sólo permanece cerrada los fines de semana de enero y febrero. 

Las vitrinas lucen regalos de todas las procedencias, de todo el orbe.

La tienda de artículos de regalo, situada en el primer sótano, ofrece una gran variedad de recuerdos de la Organización y la ciudad de Nueva York, piezas únicas de artesanía y una amplia selección de regalos y complementos de diferentes países del mundo.  

Recorrer el interior del edificio permite observar arte de todo el mundo.

En el interior, se pretendió aprovechar el espacio al máximo. No hay demasiadas zonas libres y las oficinas son más bien pequeñas, aunque la mayoría de ellas reciben la luz solar por sus grandes fachadas acristaladas.

En el interior del complejo la actividad es constante. 

Con el objetivo de seguir aprovechando el espacio al máximo, las oficinas se dividieron usando paneles móviles anclados a la estructura, que pueden ser fácilmente cambiados de ubicación. Las instalaciones eléctricas y de comunicaciones viajan bajo un suelo flotante con trampillas cada pocos metros.

Edificio de la Asamblea General

El edificio de la Asamblea General es una estructura inclinada con lados cóncavos de 115 x 49 metros, rematado con una cúpula que proporciona iluminación natural. Una vez en el interior, el gran hall de bienvenida cuenta con grandes aberturas de cristal traslucido y paredes de mármol colocadas para dar la sensación de la iluminación de las catedrales.

El impresionante salón de la Asamblea General donde habló CFK.

Las paredes este y oeste están recubiertas con piedra caliza inglesa, con algunos detalles en el mismo mármol que recubre las paredes norte y sur de la torre de la Secretaría. La fachada sur es una gran cristalera de 17 metros de alto que permite vislumbrar a través suyo la plaza de la Secretaría. 

Pasando el lobby a la derecha se encuentra una pequeña sala de meditación con una gran pieza de mineral metálico en el centro iluminado directamente desde arriba. El Salón de la Asamblea General donde habló Cristina es verde y dorado. Cada delegación tiene seis puestos, y hay un palco para los medios de información y el público, con un total de 1.898 áreas.

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