Después de décadas de hostilidades, enfrentamientos diplomáticos, sanciones, complots y amenazas, llegó el día que hará historia: un presidente norteamericano volverá a reunirse con su par cubano. Será en el marco de la Cumbre de las Américas, que se realiza en Panamá. Anoche los mandatarios ya regalaron imágenes para la historia. Estuvieron cara a cara y estrecharon sus manos, una escena que quedará inmortalizada para la posteridad. El último antecedente de ambos presidentes en ejercicio confraternizando hay que buscarlo en los años anteriores a la revolución, con Fulgencio Batista y Dwight Eisenhower, que se reunieron también en Panamá en 1956.
Pero el plato fuerte está destinado para hoy. Es que Raúl Castro y Barack Obama tienen previsto sentarse a conversar por fuera del marco de la Cumbre, y esto representa una profundización en la política de deshielo entre ambos países, comenzada en diciembre pasado, cuando Obama reconoció como “un fracaso” la política norteamericana en territorio cubano.
Es la primera vez que un presidente cubano es admitido en la Cumbre de las Américas. Existía una gran presión regional para que esto se diera así, pero también fueron importantes estas señales entre Estados Unidos y Cuba. Hoy están a la espera del resultado de la conversación, en la que podría finalmente darse vuelta la historia y odría anunciarse la reconciliación entre ambos países vecinos después de más de medio siglo.