21 Julio de 2017 17:48
Hay un pequeño pueblo, situado en un estado pobre del centro de Honduras, donde todos los años llueven peces del cielo, según juran y perjuran sus habitantes.
El tema parece ser tan serio que el diario más creíble de los Estados Unidos, The New York Times, dedicó una profunda investigación para tratar de dilucidar la verdad de la historia.
Claro que el periodista destinado a cubrir esa historia no tuvo la fortuna de llegar a al pequeño poblado deY oro, en el estado del mismo nombre, cuando se producía la esperada tormenta de peces, de manera que no pudo ser testigo directo del hecho.
"La pobreza es generalizada, los empleos son escasos, familias numerosas viven apretadas en casas de adobe y los alimentos a menudo se componen de los granos de autoconsumo cultivados por los habitantes -principalmente, maíz y frijoles-.Sin embargo, de vez en cuando algo sorprendente sucede, algo que hace sentir muy especiales a los pobladores de La Unión. Los cielos, como ellos dicen, hacen llover peces", asegura el diario.
Es sólo una tormenta al año con características tropicales: vientos y toneladas de agua que caen en forma intensa durante un buen rato, cuando nadie se anima a salir de sus casas.
Esas furiosas tormentas se producen entre la primavera y el verano, pero hay una bien diferente: es cuando llueven los peces.
Cuando la lluvia termina y el cielo comienza a despejarse los vecinos del pueblo salen cargados con baldes para juntar los peces que quedan desparramados por el camino.
"“Es un milagro”, explicó Lucio Pérez, de 45 años, un campesino que ha vivido en la comunidad de La Unión durante 17 años. “Lo vemos como una bendición de Dios”. Pérez ha escuchado las diversas teorías científicas para el fenómeno. Cada una, dijo, está llena de incertidumbre. “No, no hay explicación”, él asegura, agitando su cabeza. “Lo que decimos aquí en Yoro es que esos peces son enviados por la mano de Dios”", agrega el diario.
El fenómeno no tiene explicación científica y los vecinos del pequeño y humilde pueblo ven la mano de Dios detrás de cada tormenta de peces.
"Algunos residentes atribuyen el suceso a las oraciones de Manuel de Jesús Subirana, un misionario católico español quien, durante una visita a Honduras a mediados del siglo XIX, pidió ayuda a Dios para aliviar el hambre y la pobreza en la región. Poco después de elevar la plegaria, indica la leyenda, la lluvia de peces comenzó. Los restos mortales de Subirana están sepultados en la principal iglesia católica de la ciudad, en la plaza central de Yoro", dice el diario neoyorquino.
Los que no creen en dioses y buscan una explicación cientifíca para esta historia tienen dos explicaciones para demostrar por qué los caminos quedan cubiertos de peces después de la lluvia.
La recolección de peces, después de la lluvia.
Unos dicen que esos peces viven en corrientes o cavernas subterráneas que se inundan con las enormes tormentas, por lo cual la elevación del agua los saca al nivel del suelo.
"La otra teoría es que los chorros de agua succionan a los peces de cuerpos de agua cercanos -incluso el océano Atlántico, ubicado a 72 kilómetros- y los depositan en Yoro. (De esa manera, los peces realmente caerían del cielo, pero la hipótesis no explica cómo los chorros logran impactos directos en los mismos lugares del terreno año tras año)", sostiene el diario.