10 Septiembre de 2019 13:54
Pasó un año y casi siete meses desde que la desaparición de Gabriel Cruz Ramírez, un nene español de ocho años, paralizó no sólo a Europa. Doce días después, su cuerpo fue hallado escondido en el baúl del auto de su madrastra, Ana Julia Quezada, la mujer dominicana de 45 años que enfrenta como única imputada el juicio por el homicidio del pequeño. Qué declaró, las inconsistencias en su relato y el desgarrador reclamo de los padres de Gabriel.
Quezada permanece detenida desde el domingo 11 de marzo del 2018 en el que la Guardia Civil encontró el cadáver de la criatura. Confesó el crimen en cuestión de minutos para horror de su pareja desde hacía casi dos años, Ángel Cruz; quien hasta ese día llevaba adelante una desoladora búsqueda a nivel nacional junto a la madre del pequeño, Patricia Ramírez, y a la propia Quezada.
La primera declaración de Quezada es casi idéntica a la que dio este martes ante el tribunal. De acuerdo a su versión de los hechos, el nene estaba a su cargo el día del crimen. Su padre se encontraba en el trabajo y el régimen de visitas que había firmado con la madre de Gabriel era inflexible: debía cuidarlo los martes, jueves y fines de semana de por medio.
Llanto y desesperación, aunque se declaró inocente: el relato de la "madrastra asesina" de España
“Sí, lo maté”, reconoció entre lágrimas la imputada, al tiempo que aclaró de inmediato: “Pero fue un accidente”. Esa tarde se encontraban en el jardín de la casa de la abuela del menor, ubicada en la localidad de Las Hortichuelas. “Al niño le gustaba estar allí. Estaba a mi cargo porque Ángel tenía que ir a trabajar y a las ocho de la noche lo llevaba el padre a la casa de su madre”, sumó. En efecto, la fiscalía pudo acreditar que era habitual que la mujer lo cuidara los martes allí.
Estaba chillando que era una negra fea"
Leé también | Manipuladora y siniestra: viaje a la mente de Ana Julia, la mujer que ahorcó a su hijastro en España
Aunque durante toda su declaración insistió con que mantenía una buena relación con el hijo de su pareja, Ana Julia advirtió que esa tarde Gabriel comenzó a atacarla verbal y físicamente. “Estaba chillando 'negra fea, tú no me mandes que no eres mi madre; quiero que mi madre se case con mi padre, no quiero que esté contigo; vete a tu país'. Yo estaba muy nerviosa, sólo quería que se callara, pero no quería matar al niño. Simplemente le tapé la boca”, precisó, antes de quebrarse en llanto.
Los resultados de la autopsia desmienten su versión de los hechos. En efecto, se constató que Gabriel presentaba hematomas en su cuerpo y cabeza. “Lo apaleó, lo vio balbucear con vómito y ahí lo asfixió”, relató en la primera audiencia el abogado de los padres del niño. La fiscal del caso, Elena Fernández, también basó su acusación central en los resultados de la autopsia: “Ella actuó con claro ánimo de ocasionarle la muerte a Gabriel, de modo deliberado y consciente”.
En su última declaración, la imputada precisó que primero le tapó “la nariz y la boca” para que “se callara”, y que luego utilizó sus “dos manos”. “Fue un momento muy rápido. Me di cuenta de que no respiraba cuando lo solté. Le puse la mano en el pecho y no respiraba. De lo demás no me acuerdo”, se excusó, pese a que ya había declarado en oportunidades anteriores qué hizo después de asesinarlo. Tampoco logró explicar cómo lo había asfixiado, pese a la insistencia de la Fiscalía.
Leé también | La macabra confesión de la madrastra asesina: “Lo maté y me fumé un cigarrillo”
Antes de intentar enterrarlo, la mujer desvistió a Gabriel. De acuerdo a la querella, su intención era la de descuartizarlo y hacer desaparecer el cuerpo. Pero lo que sucedió fue otra cosa: Ana Julia recordó frente a la insistencia de los jueces cómo fueron las cuatro horas posteriores al asesinato. “Entraba y salía de la casa fumando un cigarro atrás del otro. Salía y entraba sin saber qué hacía. Vi una pala y decidí hacer un agujero”.
Fue un momento muy rápido. Me di cuenta de que no respiraba cuando lo solté"
Los peritajes en el lugar arrojaron otra versión de los hechos. En efecto, la imputada no sólo se encargó de enterrar el cuerpo, sino que además tuvo tiempo para pintar una puerta y una heladera de la vivienda que la familia estaba arreglando para poner en alquiler. Mientras se alistaba junto a su pareja a la búsqueda del pequeño y salía llorando en cadena nacional al lado de los padres, Ana Julia sabía perfectamente en dónde estaba el cuerpo.
Dos días antes de que la Guardia Civil la detuviera, la mujer regresó al lugar de los hechos y sembró una pista falsa: puso una remera del nene en los juncos para despistar a las autoridades, quienes ya habían rastrillado la zona. “Si coloqué la camiseta fue para despistar. Días más tarde, agarré lo que quedaba de la ropa de Gabriel y la tiré dentro de un contenedor de vidrio en frente de un hotel. Al final, vine a buscar el cadáver porque me dijeron que les entregase la llave (de la casa de campo de la familia de su pareja) y me puse nerviosa”, había reconocido al momento de su detención.
Sin embargo, en el juicio aseguró que había dejado la remera para inculparse. "Quería que me encontraran, no podía más ya. Quería que me encontraran, no podía aguantar más ese secreto. Quería que lo hicieran porque no era capaz de decirlo con mis propias palabras.
Siniestro: la asesina acompañó a los padres durante la búsqueda
Durante los doce días de búsqueda, la asesina se mostró en todo momento junto a su pareja y padre del nene, Ángel Cruz. Lloraba frente a las cámaras, pedía por la aparición de Gabriel y se mostraba compungida. Pero algunas actitudes extrañas llamaron la atención de los investigadores y, sin saberlo, se convirtió en la principal sospechosa.
Sus desmedidas reacciones y contradicciones en sus declaraciones judiciales (de mucho valor dado que fue junto a la abuela del nene la última que vio con vida a Gabriel) también llamaron la atención de Patricia. “Pasaba de llorar en público a la frialdad absoluta en privado”, explicaron al momento de la detención desde el entorno familiar. La búsqueda se convirtió en un tema de interés en España y Ana Julia copaba cada vez más espacio en los medios. Mientras tanto, la madre de la criatura ya había sido advertida por los investigadores: la mujer era la principal sospechosa por la desaparición de su hijo, pero ella tenía que tratarla como si no lo fuera para no afectar la investigación.
“Temía que fuera así, pero no podía decir nada porque era parte de la investigación. Tenía la esperanza de ablandarla y de que se viniera abajo. De que en algún momento lo soltara. Por eso, apelábamos a su consciencia en nuestras comparecencias”, reconoció la madre de Gabriel, luego de que las autoridades encontraran el cuerpo sin vida de su hijo. Pese al vínculo, la mujer sostuvo desde un primer momento que Ana Julia actuó sola y desligo a su ex marido. “Está destrozado. Es una persona maravillosa, que nadie dude de él. Yo voy a estar a su lado porque tenemos que superar esto los dos juntos. Está destrozado, pero es muy difícil hacer la digestión de la pérdida de un hijo sabiendo que lo ha matado la persona a la que quieres”, sumó.
Ana Julia cayó el domingo cuando regresó a la casa de campo familiar en la que había enterrado al pequeño. No fue hasta que los rastrillajes comenzaron a acercarse a la zona que decidió ir con su auto, desenterrar el cadáver y esconderlo en el baúl. Según su versión de los hechos, su intención era la de quitarse la vida con una sobredosis de pastillas, pero fue detenida por las autoridades antes.