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"Todo el mundo sabrá mi nombre y lo recordará"

El copiloto que estrelló el vuelo en Los Alpes franceses al parecer había sido dejado por su novia. Sus compañeros se burlaban y le decían “Andy Tomate”. Depresión, bullying y  falta de controles.

27 Marzo de 2015 11:30
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Los pasajeros gritaban desesperados. El piloto quiso abrir la puerta de la cabina a patadas y luego a hachazos. Hubo gritos y llantos. Pero nada -ni el horror que antecede a la muerte inevitable- pudo conmover al copiloto Andreas Lubitz. Iba en silencio. Decidido. En la grabación de la caja negra de los minutos finales sólo se escucha su respiración. En los ocho minutos que duró el descenso repentino del avión de Germanwings, la mente del copiloto alemán de 27 años al parecer tenía una sola obsesión: estrellarse contra los Alpes franceses y matar a 150 personas. 

¿Era un psicópata desalmado o un hombre vencido con problemas psiquiátricos? Esa es la duda principal que tienen los investigadores de la tragedia del vuelo 9525 que se estrelló el pasado martes.

Una ex novia del copiloto (no la última, sino otra), llamada María y que trabaja como auxiliar de vuelo, le dijo al diario alemán Bild que Andreas le confesó una vez:  “Un día voy a hacer algo que va a cambiar todo el sistema y todo el mundo sabrá mi nombre y lo recordará”. La joven de 26 años dijo que rompió con Andreas Lubitz "porque cada vez era más claro que él tenía un problema. Durante las discusiones, se desquiciaba, me gritaba (...) Tenía muchas pesadillas y por la noche se despertaba gritando: 'Nos caemos'".

“Es probable que se haya tratado de un joven atribulado con severos problemas mentales. Alguien sumamente enredado y depresivo. Vaya a saber si actuó así porque lo había dejado la novia o por otra razón. Lo que queda claro es que las compañías aéreas no hacen los estudios psicológicos con seriedad. No hay controles”, dijo a Big Bang News el psiquiatra forense Mariano Castex, que en la actualidad trabaja en el caso Nisman como perito de parte de Diego Lagomarsino.  Para Castex, “es difícil saber si era un psicópata que gozaba con el sufrimiento ajeno o si era un suicida. El suicida, en muchos casos, se mata para generar daño en el otro. Acá se mató y mató a otros”.

El sitio web Tomo News de México reconstruyó el momento en que Lubitz no deja entrar al piloto.

Por otra parte, el diario britànico DailyMail contó que el copiloto habría sufrido la burla y el acoso de sus compañeros de aerolínea: le decían “Andy Tomate”, haciendo referencia a su pasado en esa misma compañía como auxiliar de abordo. “Tenía muchas ambiciones, pero era considerado de segunda liga porque había sido auxiliar en la cabina de pasajeros", contó un amigo al diario alemán Bild.

“Ese sería un cóctel explosivo: una mujer que lo abandona y la burla de sus compañeros, más los problemas de estrés. Hubo muchos casos de maltratos que terminaron de esta manera, uno de ellos es el del alumno que mató a dos de sus compañeros porque le decían Pantriste”, opinó Castex.

Lubitz, aparentemente, llevaba una vida activa, corría la media maratón en un buen tiempo y mostraba interés por la música pop y los night-clubs. En 2013 corrió en Frankfurt.  

La hipótesis de que se haya tratado de un atentado pierde fuerza. El círculo parece cerrarse sobre el misterioso copiloto. Su manera de actuar indica que habría planificado todo. Por eso hubo allanamientos en su casa Düsseldorf, donde secuestraron su computadora. “Hay un elemento que podría explicar todo”, admitió un investigador sin decir de qué se trataba. ¿Serán mails en los que hablaba de su plan? 

Según los diarios europeos El Telegraph, el Bild y El Mundo, Lubitz sufría una profunda depresión y estaba siendo medicado luego de romper semanas atrás con su novia con la que llevaba siete años de relación. También salió a la luz que el día del vuelo tenía baja médica firmada por su psicóloga pero él se ocupó de romper el certificado y de ocultarlo a la compañía aérea. La hipótesis del abandono de su novia pareciera sacado de la escena inicial de Relatos Salvajes, que muestra cómo un piloto atormentado cierra la puerta de la cabina y estrella un avión en el que viajan todas las personas que le hicieron daño en algún momento de su vida.

Hay dos elementos que sostienen la idea de que Lubitz actuó consciente de lo que hacía. Uno de ellos es que hizo todo lo posible para que los pasajeros no se dieran cuenta de la caída. Lo que no está claro es si lo hizo para que no supieran que iban a morir o para evitar que algunos de ellos se amotinaran. Su conducta, creen los peritos, era la de un hombre con sangre fría, que sabía lo que hacía. Así se desprende de la grabación de la caja negra. En la cabina de pilotos se lo escuchaba respirar normalmente, no estaba alterado, ni tenía problemas de salud. El avión, con 150 personas a bordo, se estrelló en los Alpes franceses tras despegar de Barcelona con destino a Düsseldorf.

El que estaba desesperado era el piloto Patrick Sonderheimer: al no poder entrar en la cabina mientras el avión bajaba sin pausa, intentó derribar la entrada con un hacha, según publicó el diario alemán Bild. En los aviones A320, el hacha forma parte del equipo de seguridad. Patrick pudo haber sido el héroe de esta historia, pero el destino maldito parecía sellado. La grabación de la caja negra, según el fiscal, fue clave  para saber que el comandante reclamó que Lubitz le abriera la puerta de la cabina.

El piloto fue al baño y eso permitió a Lubitz tomar el control del avión y ejecutar su plan demencial. Sonderheimer era un piloto experimentado con más de 10 años de carrera en Lufthansa, Germanwings y  Condor, y más de seis mil horas de vuelo a bordo del Airbus 320, contra las sesenta horas que tenía su copiloto.

"Existió una voluntad deliberada de destruir el avión", declaró el fiscal de Marsella, Brice Robin. El copiloto bloqueó la puerta de la cabina y manipuló los botones del "flight monitoring system” para accionar el descenso del aparato. Una acción que no puede ser otra cosa que voluntaria.

Según la prensa alemana, en 2009 Lubitz sufrió de depresión y padeció el síndrome de agotamiento conocido como “burn out”. 

En Montabaur, el pueblo alemán de doce mil habitantes donde vivía, no pueden creer lo que pasó. “Acá no hay mucho trato entre los vecinos, pero me parece horrible que sin estar nada probado se arrojen sobre él. Me resisto a aceptar que haya hecho algo tan egoísta", agregó un vecino.

 “Era un tipo completamente normal, muy agradable, divertido y educado. Tenía muchos amigos, no era un solitario”, contó Klaus Radke, director del club local del vuelo en el que Lubitz su primera licencia de vuelo hace años. 

Hubo otros casos de pilotos que estrellaron aviones deliberadamente. Los precedentes más recientes son los ocurridos el 29 noviembre de 2013 con un avión Embrear ERJ 190 de las líneas aéreas de Mozambique y el desaparecido vuelo de Malaysia Airlines MH370 el 8 de marzo de 2014. La base de datos de Airsafety Network recoge ocho casos de los que solo cinco están confirmados, según informó El País de España. Pero el caso de Andrea Lubitz parece ser el más enigmático. Más que en la caja negra, la resolución del misterio parece estar en un solo lugar: la mente del copiloto.

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