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A 75 años del nacimiento de Sandro, el recuerdo de Héctor Larrea: “¿Qué raro espíritu habrá encarnado en este ñato?”

Un testimonio de alguien que lo conoció desde los comienzos de su carrera, tomado de un libro inédito sobre el artista.

19 Agosto de 2020 10:25
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No sé cómo, pero él sabía todo. Él sabía que Frank Sinatra usaba medias rojas contra la mufa, y un día, cuando ya era un artista conocido, me dice: ¿No me acompañás a comprar medias rojas contra la mufa? Fuimos a todos lados, a sastrerías, negocios, y no encontrábamos. Estuvimos como una tarde entera buscando medias rojas: finalmente, en una tienda vieja, de esas que tienen vidrieras feas, que los dueños son por lo general un matrimonio de viejitos, vimos un par, tiradas, diría, en una vidriera. Entramos, preguntamos, y el viejito saca una caja llena y dice: No se las puedo vender a nadie. ¿Cuántas quiere? Y Roberto le compró toda la caja.

Yo iba a animar concursos de cantores en un club que se llamaba Villa Libertad, en Lanús. Entonces ahí apareció Sandro, que aún no se llamaba Sandro, como concursante con un trío, pero resulta que los otros dos integrantes del trío nunca llegaban y tuvo que concursar él solo. Era un pibe de barrio, la imagen de Presley, con una camisa Lavilisto con el cuello levantado, y el jopo, simpático, entrador...

Había una mamá que iba a ver los concursos con su hija. La mamá estaba divorciada, tendría 35 años, y la hija tendría 17... Roberto simpatizaba con la hija y a mí me gustaba la madre. Solíamos salir con ellas, íbamos a tomar Coca-Cola a Parque Patricios, en la esquina de Caseros y La Rioja. En uno de esos días Roberto me invitó a su casa en Valentín Alsina, me dijo: ¿No querés conocer a mis viejos..? El padre y la madre eran gente muy humilde. Me sentía muy a gusto con ellos, eran gente de bien, de una extraordinaria nobleza. Cuando yo iba a la casa y Nina me decía, Héctor, se queda a comer, yo le decía enseguida que sí. La casa familiar era muy modesta, con dos habitaciones, una cocina, más adelante había otra familia... Vicente había dejado de trabajar porque tenía un problema cardíaco. Era la bondad personificada.

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Después dejo de verlo a Roberto cuando terminan los concursos y empiezo a trabajar en locución en off de Canal 9, cuando estaba Mancera. Yo hacía una publicidad de Calzados Guante. Estaba un viernes ahí sin hacer nada, a lo sumo me tocaba un aviso por hora. Un día me voy al estudio, aburrido, y veo que entra Mario Naón con unos equipos al hombro. Sandro ya había grabado en CBS, un disco en 45, etiqueta blanca. Entonces le pregunté qué hacía, y me dijo que venía Sandro a dar una prueba con Mancera. Vi la prueba y él destrozó todo, por el dinamismo por el encanto que tenía... Y luego de la prueba viene el día de la actuación, también estaba ahí. Mancera dice: “Les voy a presentar a un señor que es éxito en 15 días”, y él hizo todo a la Elvis, con la campera de cuero y su gran capacidad para la contorsión. Mancera tenía razón. En 15 días se había vendido un vagón de discos. Luego se hace un festival en La Falda, que lo organizan los productores de Radio Antártida, donde yo trabajaba, una radio que organizaba bailes y eventos con los artistas de la Nueva Ola. Allí voy yo como presentador del Festival y resulta que me toca presentarlo a Sandro, y lo hice con toda la admiración que me generaba, lo veía moverse y decía ¿Qué raro espíritu habrá encarnado en este ñato?

Entonces él me ve y me cuenta que iba a disolver a Los de Fuego y a formar un grupo que se iba a llamar Black Combo... Allí había muchos músicos muy buenos que se ganaban la vida haciendo pop pero su formación era el jazz, estaban Bernardo Baraj, Heber Orlando en guitarra, Adalberto Cevasco en el bajo... sonaba como la reputísima madre, muy bien, pero a mucha gente que lo iba a ver a Sandro no le importaba un carajo, hubiera ido igual a verlo con Los de Fuego, que eran todos aficionados. Y entonces, como él había visto que Ray Charles tenía un presentador, se le ocurrió que yo podía hacer lo mismo. Arreglamos la guita y empezamos a andar por Buenos Aires. Íbamos a clubes muy elementales, a lugares como Ingeniero Budge, en escenarios muy pobres. Los músicos iban bien vestidos... con trajes tipo beatle, y era un deleite escucharlos. Habremos trabajado dos años juntos: nunca entendí cómo una persona podía hacer ese despliegue coreográfico unipersonal. Pero hubo como un estancamiento, y le dije que yo paraba. Ganaba buena plata, como si dijera entre 10 y 15 mil pesos de hoy [2013], pero me empezó a ir mejor por otros trabajos.

Al principio, Roberto era medio incumplidor, llegábamos tarde por culpa de él, hasta que un día Anderle le paró el carro y entonces Vicente le dijo: Pero, Roberto, no podés ser así, tenés la suerte de tener trabajo... Tanto le dolía que el padre lo reprochara que al sábado siguiente estaba esperándonos en la puerta. Después dejamos de vernos: yo lo lamentaba mucho, pero él vivía de noche, entonces a veces me decía ¿Por qué no vamos a La Cueva? y yo vivía de día, no tenía nada que ver.

Me lo vuelvo a cruzar para el Festival de la Canción. Primero lo veo a Anderle y él me cuenta que Roberto tenía un tema muy lindo, que López Ruiz le había hecho el arreglo, pero que no sabía si iba a haber tiempo de ensayarlo... La canción era “Quiero llenarme de ti” y a mí me tocaba ser el animador del festival. Roberto había tenido una meseta y con “Quiero llenarme de ti” explotó.

Una vez dijo en el teatro Gran Rex, en un show al que me había invitado, eso de que yo le pagué el velorio de Vicente. Yo me quedé perplejo, para mí se equivocaba de persona, porque no recuerdo que tal cosa haya sucedido. Estuve en ese velorio, por supuesto: me avisó Anderle y fui. Me resulta raro que Roberto careciera de dinero en ese momento de su carrera.

Cuando él se mudó a Banfield no nos tratamos más, porque un día llamo a alguien, y digo Dame el número de Sandro y ese alguien -no recuerdo bien, supongo que sería mi sastre- me dio el número de la oficina y llamo a la oficina y una secretaria me dice No, el número de Sandro no se lo puedo dar, pero déme el suyo y yo le digo que lo llame... Entonces dije No, está todo bien... No tengo nada importante para decirle, quería saber cómo estaba, nada más... Y me puse mal y me dijeron Lo va a llamar. Y me llamó, pero me apenó la distancia, me dije ésa no es la persona que yo conocí.

Después nos seguimos tratando. Aunque ya no fue lo mismo, mantuvimos una relación buena. Cada vez que lo convoqué a un programa, vino: se bancaba esperar el tiempo que fuera necesario y tuvo una atención muy deferente para conmigo. A mí me operaron de cáncer de colon dos veces, en 2000 y 2001. En cada uno de los posoperatorios me llamó más o menos día por medio para contarme cuentos. Era originalísimo contando cuentos, no sé de dónde los sacaba.