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A los 85 años muere Philip Roth un gigante de la literatura estadounidense, ignorado por el Nobel

En 2010, luego de la publicación de Némesis, anunció al mundo que abandonaba el mundo de la escritura.

23 Mayo de 2018 16:02
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Rodeado de amigos y familiares, el escritor Philip Roth falleció el martes por  la noche a los 85 años en un hospital de Manhattan, dejando atrás para siempre la "entrega dolorosa", que era como él describía el proceso de su escritura.

Nacido en Newark, New Jersey, la ciudad que fuera escenario de una gran parte de su obra, Roth comenzó a brillar desde muy temprano con Goodbye, Columbus (1959),  un libro con en el cual empezó a sacarle lustre a su torrente creativo.

Roth atrapado en la escritura desde muy joven.

“Cada mañana, siento que desciendo a una mina, de la que al final de la jornada regreso con los materiales que después he de pasar a la página”, decía Roth acerca del proceso de escritura que lo llevó a sumergirse en la oscuridad más profunda.

De esos viajes a los confines sacó a la luz  27 novelas, un conjunto de ensayos y memorias personales, donde sobresalen imprescindibles como El lamento de Portnoy (1969); La contravida (1986); Operación Shylock (1993); El teatro de Sabbath (1995), Pastoral Americana (1997) y Conjura contra América (2004), entre tantos otros. 

El reconocimiento nunca le fue esquivo y salvó el Nobel el cual se le escapó en repetidas oportunidades, se le concedieron honores tales como el Príncipe de Asturias de las Letras y el Pulitzer, entre una gran variedad de premios.

Multipremiado, a Roth sólo le faltó el Nobel.

Roth se hizo eco de la identidad americana y judía luego de la Segunda Guerra Mundial, la cual plasmó en sus novelas algunas veces de manera oscura e irónica, lo cual le valió tantos rechazos como adhesiones.

En una entrevista en The New Yorker, tratando de explicar la energía interior que lo guiaba, señaló: “No sé adónde voy con esto, pero no puedo parar. Es así de sencillo”. Pero fue luego de la publicación de Némesis (2010), que Philip Roth anunció al mundo que dejaba la escritura.

Sin embargo, pese a dejar la pluma de lado se dejó llevar por la "vida vulgar" y disfrutó de sociabilizar con amigos y escritores, adentrándose en una rutina casi desconocida para él, pero que disfrutó hasta el último día.