por Daniel Riera
04 Septiembre de 2018 13:38Alguna vez un artículo que escribí tuvo una repercusión, para mi gusto, desmesurada y un poco dolorosa. Se llamaba "Contra Cerati" y se publicó en la revista colombiana SoHo, es decir en un país donde Cerati era venerado. No dije nada que no pensara y el artículo, un poco de acuerdo con el estilo de la revista, tenía un tono bastante ácido. Básicamente lo que decía era que me aburrían mucho los discos solistas de Cerati. En esa época todavía le importaba a alguien lo que yo pudiera decir sobre un músico de rock, quizá demasiado considerando que no soy músico sino, apenas, una persona que escuchó muchos discos. El hecho es que cuestioné cierta solemnidad excesiva, cierta pérdida del humor que, me parecía, lo había ahogado como artista y lo había alejado de buena parte de la gente. Nunca me atacaron tanto como cuando lo escribí: más de uno me puteó en todos los idiomas, desde todos los países del continente me putearon. Supe por conocidos comunes que Gustavo lo leyó y que le dolió. No sé si pienso lo mismo de entonces con respecto a aquellos discos suyos porque no los volví a escuchar. El hecho es que un par de años, después, cuando yo había casi dejado de escribir sobre rock salió Ahí vamos, que desde el título parecía responder a lo que yo reclamaba como oyente. Escuché "Crimen" en un taxi y me dije: "Qué genio, la vio" Luego leí una entrevista en la cual él contaba lo que había buscado y a su entender logrado: ir al encuentro de la gente, reencontrarse gozosamente con ella. Íntimamente -aunque lo más probable, claro, es que no- sentí como si me estuviera hablando a mí, como si me estuviera queriendo decir con su obra y con sus palabras "Y ahora qué vas a decir, la concha de tu madre" y me hubiera gustado contárselo: el asunto apareció en el diván, con mi psicoanalista, algunas veces. Pero no daba, claro: nunca fuimos amigos (apenas lo entrevisté dos o tres veces en tiempos de Soda y alguna vez luego nos cruzamos en una disquería y tuvimos una agradable conversación sobre música), y tal vez me hubiese mandado al carajo. El hecho es que me tapó la boca como ese 9 al que estás puteando en todos los idiomas y de repente la clava en el ángulo. Alguna vez, cuando él estaba suspendido entre este mundo y el otro, cerré los ojos e intenté que lo supiera, que le llegara. Ojalá que me haya escuchado. Escribo esto mientras en casa suena Ahí Vamos, pensando en que preferiría mil veces que Gustavo estuviera aquí, aunque más no fuera para putearme en todos los idiomas.