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El mundo del escritor Luis Sagasti y sus delirantes métodos de trabajo: "Si te vas por las ramas, es porque el árbol es muy frondoso"

Un viaje por el mundo de uno de los más originales escritores argentinos.

por Daniel Riera

19 Diciembre de 2019 17:22
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Luis Sagasti estructuró su reciente novela Leyden Ltd. como una serie de notas al pie que remiten a un texto central que no existe, al menos no de manera visible. Desde que escribió Bellas artes, Sagasti trabaja a partir de la digresión: hacer que el lector se pregunte cómo llegamos hasta acá, pero hacerle también descubrir que todo tiene que ver con todo, que hay hilos invisibles que sostienen al mundo. Nacido en Bahía Blanca, uno de los más originales escritores argentinos se prestó a conversar con BigBang sobre su obra, pero sobre todo, sobre su universo y su lógica de trabajo.     

-Te gusta ir a correr con música.

-Sí... Para mí correr es bailar en línea recta. Así de sencillo. Yo tengo que correr con música. Si sólo escucho mi jadeo informe, vergonzoso, no puedo. Elijo los temas que a mí me lleven a correr.  Incluso tengo temas para ponerme ligero, para picar...

-¿Qué música escuchás cuando corrés?

-Como género, te puedo decir rock, pop, algo de jazz... Puedo escuchar Redondos, puedo escuchar Greenday, puedo escuchar The Strokes, puedo escuchar algún tema de Faces, algún tema de Manhattan Transfer. Por lo general son temas en tonos mayores, algunos de ellos que escuchaba cuando era adolescente y que me llenan de energía. Tienen que ser como momentos de celebración. Y de hecho cuando corro suelo reírme mucho.

-¿Cuánto corrés?

-Suelo correr 10 kilómetros.  Antes corría un poco más, pero también hago otras cosas, tai chi, voy al gimnasio, todos los días hay una hora de algo que hago. Me lo pide el cuerpo, es tan sencillo como eso. Pero tienen que ser momentos de goce, momentos de pasarla bien.

-¿Por dónde corrés?

-Agarro el Parque de Mayo, después se abre, se desvía por una suerte de camino vecinal, La carrindanga se llama, un típico camino que iba a Sierra de la Ventana. Está hecho un paseo ahora, corre mucha gente, creo que es la única parte bonita de Bahía Blanca...  Otra cosa que hago es caminar mucho. No siempre puedo correr todo lo que deseara, qué se yo, por la rodilla, uno ya está grande, pero si no, camino por lo menos tres veces por semana una hora y media, eso también me gusta mucho.

-¿Jugaste al básquet, como todo bahiense alto?

-Jugué en Primera, habré jugado seis, siete años. No era malo. Jugué en los 80 en Liniers, con gente conocida: he jugado con Espil y con Hernán Montenegro... En Bahía siempre hubo buen básquet, de muy buen nivel, y todos jugamos, era como para los de Buenos Aires jugar al fútbol, sigue siendo igual. Y cuando me di cuenta de que iba a ser mediocre empecé a divertirme.

-¿Cómo es eso?

-Claro, porque cuando vos no sabés que sos mediocre creés que... no te digo que vas a jugar en la NBA, pero tenés algún sueño que creés que vas a poder cumplir, y un poco lo sufrís: el entrenamiento, la dieta... Si me tocaba jugar al otro día no salía la noche anterior... Una vez que admitís tus propios límites, -además ya estaba grande cuando lo hice- pensé: Bueno, me divierto, juego en serio, pero sé que es hasta acá.

-¿Y al divertirte jugaste mejor?

-Claro, jugaba mejor, ya  sin obligaciones, sin esa cosa de “Parece que está tal persona viendo el partido, voy a jugar bien a ver si me convocan a ... “... Nadie recuerda mi paso por el básquet, salvo la gente de mi edad. No voy a cancherear.

-¿De qué jugabas?

-Jugaba de 4, o de 3 a veces... Sería no el pivot que está debajo del aro, sino un poco más afuera... Estás cerca del aro, podés tirar, podés penetrar... Es un buen lugar.

-¿Y cuáles eran tus virtudes como jugador?

-Yo tenía mucho timing para tapar. Marcaba muy bien. Había jugado en un seleccionado juvenil...  Era reconocido por eso. Y lo otro es que era frío, no me vencían fácilmente las emociones. Siempre fui muy calmo en casi todos los órdenes. "Frío" no significa que no estás comprometido o involucrado, pero sí que podía tener la cabeza fría en momentos más calientes.

-Los entrenadores de fútbol o de básquet suelen escribir libros con enseñanzas que suponen universales y que se pueden aprovechar para la vida, lo cual quizás a veces está un poco exagerado, pero quizá no tanto... ¿Qué rasgo del deporte sentías que te podía ser útil, qué enseñanza podías extraer?

-Del básquet me interesa la capacidad de detener el tiempo y en ese tiempo detenido hacer cosas. En el fútbol se para el tiempo, hay tiempo de descuento, pero en el básquet están los tiempos muertos donde hacés cosas: por ejemplo los tiros libres, con los cuales sumás puntos. Pero además al ser un juego que se hace con las manos, te da una idea de control, de racionalidad. Dadas ciertas reglas, a mí el deporte me ha dado esa idea de control, de creatividad dentro de las reglas, y la posibilidad de que pueda haber como paréntesis en el tiempo donde uno produzca cosas. Por ejemplo, acabo de volver un mes de un castillo en Escocia. Es como que el técnico de tu vida pidió minuto: entonces te fuiste a Escocia, a un castillo, te trataron literalmente como a un rey, comiste lo que nunca volverás a comer en tu vida, los paisajes eran para ponerse a llorar, escribiste y después volviste. Hay algo de básquet ahí.

-¿Y escribiste en el castillo? 

-Sí, pero no mucho.

-¿Por qué?

-Mi literatura se vincula mucho con Internet, y en el castillo no había Internet. Te dan todo, pero no boludees. Tal cual yo escribo, yo necesito datos. Laburar laburás, pero estás en el medio de un bosque en el que hay ciervos, ardillas y vos. Obvio: me iba a un pueblo a buscar WiFi o te tomabas un bondi y estabas en media hora en Edimburgo.

De alguna manera que prefiero no revelar, la charla deriva por diferentes sitios y aterriza en Herman Melville. Se me ocurre recordar que Moby Dick no fue una obra reconocida sino hasta mediados del siglo XX. Ese tipo de anomalía, que Sagasti llama "destiempo", lo fascina.  

-La pasión según San Mateo (de Bach) la descubre Mendelssohn 80 años después de haber sido compuesta, siendo para algunos “la” obra de la modernidad, y después hay un montón de obras musicales que comienzan a ser famosos por la invención del disco, que nunca antes habían sido escuchadas masivamente. Sucede con las Variaciones Goldberg, de Bach... Eso es curioso, no pasa tanto con la pintura. Es más visible, pero el cuadro está expuesto. Y sin embargo, por ejemplo, hasta que va al Louvre ninguno de los grandes maestros saben de la existencia de la Gioconda. A mí esos destiempos me llaman la atención porque vaya a saber qué cosa nos estamos perdiendo ahora, y dentro de 20 años diremos “Este estaba  acá al lado y mío y yo... “ Cuando Sumo fue a Bahía llegamos todos medio shockeados, no los digerimos de todo, no dijimos 'Estos son unos genios', pero estuvimos ahí... Y con los libros no sé cómo se da: no sé decirte "He leído tal cosa y con el tiempo resultó que era grosso". 

Acá pasó con Arlt... Era un escritor casi olvidado hasta que lo revalora la revista Contorno...

-Ahora creo que puede pasar lo contrario, por ejemplo que dentro de algunos años se caigan algunos popes. No digo Aira, para nada... Había tres  minas en mi adolescencia que se leían un montón en mi juventud, que salían en la Gente, almorzaban con Mirtha Legrand, las leía todo el mundo... Marta Lynch, Silvina Bullrich, y la otra cómo se llamaba... Esther Vilar.  Estaban siempre y ya no existen más, y vaya a saber hoy qué hay así, yo no me doy cuenta. Ahora hay 20 tipos que escriben muy bien, de primerísima línea, que si fueran ingleses o yanquis quizá estarían reconocidos en todo el mundo. Gente que publica en Eterna Cadencia, en Mardulce, o en Interzona... Hay escritores del carajo acá. Yo tuve el orgullo, por ejemplo, de presentar Una muchacha muy bella, de Julián López, y La débil mental, de Ariana Harwicz. Mis medallas son esas, no tanto los libros que escribí como los libros que presenté. Vaya a saber de todos los que están escribiendo quiénes quedan, pero ninguno va a decir que estos son un bleff, porque además no hay un mercado grande atrás, más allá de que algunas hayan arribado a editoriales más grandes, como Mariana Enriquez o Selva Almada... Es literatura seria.  Habría que leer hoy El varón domado, de Esther Vilar, que yo iba a la escuela primaria y había causado escándalo. De eso no queda nada. Y sin embargo de los de ahora uno podría decir como el rock inglés de los 60: van a quedar Los Beatles, los Stones, los Who... y del resto quedarán temas o un disco. Pero de algunos escritores quedará no sé si la obra completa, pero ser parte de estas generaciones, conocer a esta gente, es motivo de orgullo en serio.

-El tiempo es un tema esencial en tu obra, la recepción de las obras y la evolución de la percepción del público hacia un artista...

-Sí, porque esos cambios los puedo ver en mí, en cosas que a mí antes me fascinaban y ya no. Yo recuerdo, por ejemplo, cuando estaba en el secundario leer a Bradbury. Ahora, qué se yo, tiene buenas tramas, pero no sé si tengo ganas de volver a leerlo. En su momento me pasó con Sabato, creo que su obra ha envejecido. Recuerdo la fascinación que me produjo en su momento el Informe sobre ciegos, o El Túnel, pero creo que ya nadie siente de esa manera. Vaya a saber qué parte de la literatura actual se quema, pero por ahora yo me estoy dando una panzada muy grande con los escritores contemporáneos. Te pasa al ir al Museo, como toda la pintura desde el impresionismo para acá está más viva, a partir del impresionismo es otra cosa,  y lo demás parece de Museo, digamos... Estuve en Londres, en la Tate Gallery y la National Gallery... y por ahí te deslumbra la resolución técnica de alguna obra, decis, Ah, mirá cómo trabaja este tipo, pero solamente inscribiéndolas en su contexto uno puede percibirlas de otra manera, pero en cambio el arte del siglo XX y fines del siglo XIX, como que de algún modo se sigue sosteniendo, acaso porque ciertas valores culturales que lo hicieron surgir, pese a todo, persisten. Vos mirás un Van Gogh y es un Van Gogh, no hay vueltas. Y sin embargo mirás un Delacroix, y qué se yo... Con la música me pasa igual, sobre todo con la música más narrativa, ahora que no tenemos tal vez un sentido claro de dónde va la historia, o tendemos a sospechar que no va a ningún lado y que no hay ningún sentido. Entonces las narraciones musicales donde la tensión y el reposo están tan marcados, y corren en una dirección casi obligada a mí ya... me refiero a toda la música del romanticismo o de los nacionalismos de 1850 en adelante... Salvo, obviamente, el ciclo sinfónico de Beethoven o algunas baladas  de Chopin, yo ya no percibo el tiempo de esa manera como para estar una hora escuchando, qué se yo, Mendelssohn, pero no me pasa con otra música en la cual la relación entre tensión y reposo guarda más contemporaneidad con nuestra manera de percibir el tiempo. Debussy en adelante, por ejemplo, o más atrás, Bach, que es matemática con ruiditos. Esa música es forma pura, y no tiene nada de más, no tiene firuletes, es lo contrario a las pelucas que usaba Bach, no sobra nada. Por eso un sello de música contemporánea como ECM edita El arte de la fuga. Y si, suena  a Pink Floyd... Entonces hay cosas que al razonar tanto con el signo de su tiempo a veces terminan de manera grosera y envejecen muy rápido. En cambio, si con un énfasis mayor en lo formal rozás los signos de tu tiempo, creo que tenés más chances de sobrevivir. ¿Se entiende lo que digo?

-Perfectamente.

-En el cine, por ejemplo, El ciudadano, Ladrones de bicicletas, son películas que se sostienen. En el caso de la literatura, si vos hacés, que se yo, Poesía urgente por Santiago Maldonado, hacelo como barricada política... si no, bueno, creo que puede funcionar en un contexto social, político, en un acto... Puede conmover, no me parece que esté mal., pero no creo que sea literatura porque la literatura supone un compromiso con algo más, en principio con la palabra, las estructuras formales, si no no sería literatura, será, a lo sumo, un narrador. Para narrar hay técnicas que la señora que escribió Harry Potter [J.K.Rowling] o [Steven] Spielberg conocen bien. Extraordinarios narradores. Ahora, ¿la señora que escribe Harry Potter es una escritora? Yo no la leí en inglés, pero me atrevería a decir que un escritor es otra cosa. Cuando vos tenés un compromiso no sólo con la trama sino con el lenguaje, cuando hay un riesgo estético. Volviendo sobre el tema del tiempo y las obras, fíjate que suenan muy viejos los grupos del rock progresivo de principio de los 70 que estrenaban sus teclados nuevos. Tenían sonidos tan novedosos, tan juguetones que tuvieron que salir Sid Vicious y sus amigos a hacer mierda a Rick Wakeman, a Emerson... En cambio, el teclado de Richard Wright, de Pink Floyd, sigue estando. El lado oscuro de la luna no envejece nada. El resto tiene esos teclados que ahora suenan al "Fun Machine"... Los teclados de Emerson están envejecidos. A veces hay narraciones musicales o literarias que persisten por su belleza. Por ahí no hay riesgo, no son novedosas en su época, no revolucionaron nada, pero son bellos. Mozart es lindo, qué va a hacer. O más allá de sus actos vanguardistas y de haber hecho cosas que nunca antes se habían hecho, las melodías de los Beatles son invencibles.

-Estaba pensando en eso, en Yesterday...

-Son canciones. Pero hacé una canción así. Tarareate algo a ver si te sale. Del mismo modo pasa con la literatura: el tipo que tiene una capacidad de contar una historia y te la cuenta como por primera vez, y te engancha la historia independientemente de  la cuestión formal, bueno, eso es un mérito muy grande. No hablo en el sentido de la originalidad plena: te diría simplemente una historia bien contada.  Yo te diría ahora El nadador en el mar secreto, de William Kotzwinkle, un tipo que hizo guiones para Michael Jackson. El tipo tiene un hijo, nace muerto, y le construye un ataúd. Nada más que eso. No tiene un golpe bajo, no está casi adjetivado. Eso es el libro. 80 páginas. Extraordinario. Triste, pero no para llorar. Muy por el contrario, después uno lee esas cosas ampulosas, pretenciosas, que es lo que quiero evitar en la literatura.

-En tu literatura la forma, y dentro de la forma, la estructura, sería casi el tema central...

-Así es, sobre todo desde mi novela Bellas artes para acá. Es que ya no me banco leer una novela lineal, salvo que esté escrita como los dioses. 

-Escribís los libros que te gustaría leer.

-Sí, me gustaría darle todas estas ideas a otro que las escriba mejor que yo. Lo que sí me puede salir, creo, es la estructura. Dónde colocar las cosas, cómo generar un plano general, cómo hacer que el lector vaya y venga, etc. Eso, que si se quiere tiene un componente musical, más allá de la musicalidad del lenguaje. Eso tengo una cierta facilidad para hacerlo, lo cual no significa que salga bien. Pero sí tengo cierta facilidad para hacerlo. Después demoro mucho en armar el libro. ¿Querés que te mande fotos? Porque yo tengo fotos cuando escribí este último, Leyden, imprimí todo y puse todas as hojas en el escritorio. Entonces iba con distintas fibras marcando las notas.

Estuve como medio año hasta que encontré la estructura. Todo el proceso de armado fue así. Con Bellas artes [una novela cuyo punto de partida es la historia real de aquel sacerdote brasileño que salió a volar sostenido por unos mil globos inflados con helio, hasta que desapareció, se perdio, cayó, falleció... mezclada con el chancho volador que perdió Roger Waters en uno de sus conciertos, y la hipótesis de un posible encuentro en el cielo entre sacerdote y chancho]  tenía más gente que se cae o se pierde en lo alto: Gardel se cae, Charly se tira del noveno piso, pero en un momento vos sentís  que ya está...

-Trabajás con la acumulación de materiales...

-Viste que yo pongo al principio cosas que no están, o que están a la vista y no se ve.... Yo no sé si sabés que todo diccionario tiene cuatro o cinco palabras falsas. Para preservar los derechos de autor, las editoriales ponen cuatro o cinco palabras falsas, cosa que si vos lo escaneás y lo imprimís, después los tipos ven esas palabras e interpretan que está robado. Esas palabras nadie las busca, porque no existen, pero están. Y quería hacer una nota con eso.

-¿Es verdad?

-Sí, es verdad. De hecho eso lo iba a trabajar en un libro que iba a hacer con [Héctor] Libertella, una beca que me había ganado, creo que en el 2003, hace millones de años... y quedó ahí.

-Leyden, la compañía de la novela, tiene presente el tema del anonimato, sobre todo en los artistas... Después se invierte el asunto, porque aparece una banda de rock muy famosa que no tiene obra... Hay una especie de invitación a despojar a los artistas de su aura y trabajar sobre su obra directamente, como en los concursos, donde los escritores se presentan con seudónimo...

-Yo he sido jurado muchas veces, pero nunca me presenté a ningún concurso, creo que tampoco estoy en condiciones de ganarlos... porque el tipo de obra que se premia, digamos que es más narrativo. A lo sumo estoy para salir segundo o tercero y que me editen, pero no para ganarlos... ¿Qué podría ganar con Leyden? Nada. No puede ganar una novela así. De todos modos hay una trama, yo quiero que vayas siguiendo la relación d Paul Wilkes [el director de la compañía] con Maureen... pero yo no sabría narrar la vida de alguien... Habría que preguntarle a Juan Forn cómo es narrar: a mí Los viernes me parece extraordinario. Me gustaba la idea de que más allá del aspecto formal, más allá de la estructura, me interesaba que cada cita -o el 90 por ciento de las citas, hay otras que son para que la trama funcione- tenga su propio peso poético, pero a la vez se incremente ese peso poético en su relación con otras citas.

-Que formen sistema, digamos...

-Exacto. Mi idea era esa. Sobre todo tomar a la información pura como algo poético, algo que puesto acá es poesía. Por ejemplo, que el Amazonas no sea atravesado por ningún puente me parece shockeante, y que a la vez la Muralla China no cruce ningún río ... . Obviamente había más, pero trataba de cuidarme de la curiosidad por la curiosidad misma. Por ejemplo, la antípoda de la provincia de Formosa es Taiwan, donde está la isla de Formosa. ¿Dónde puede funcionar ese dato? Tal vez en una trama detectivesca, con intriga, pero en sí mismo puede sonar como una canchereada, mirá lo que encontré...

-Escribiste un libro sobre Led Zeppelin. Me quedé pensando que Led Zeppelin era una banda  que decide que todos los materiales de la historia le pertenecen y que va a producir con eso una obra y que lo hace sin esconder los orígenes de su trabajo...

-Sí, están esos “plagios” que no son tales.  Los tipos toman el folklore celta, la música isabelina, el rock, el blues, la música marroquí, pero más allá de la combinación, creo que la fuerza de la ejecución marca una brutal diferencia con el resto, Creo que algo de eso decía Borges en El escritor argentino y la tradición, ¿no? Nosotros no tenemos problema en tomar cualquier cosa o en escribir sobre cualquier cosa. Por ejemplo, en España hicieron una crítica de mi novela Una ofrenda musical y decían que era una novela europea. Salvo dos o tres párrafos, todo transcurre en Europa. Imaginate un inglés escribiendo sobre el tango o sobre Duke Ellington... No nos es ajeno nada a nosotros, los escritores argentinos somos como universalistas. No nos anclamos en ningún estereotipo y en ningún género. Está bueno vivir en la periferia, no tener ninguna deuda con ninguna centralidad y sin embargo actuar como si fuésemos el centro del imperio, porque no es que tenemos la cabeza puesta en Estados Unidos. A Laiseca le interesan los chinos al igual que a Daniel Guebel, Aira tiene su novela con los hindúes... Podemos escribir cualquier cosa y no suena mal, no suena forzado. No sé cómo vería un inglés que otro inglés o un noruego hiciera eso. Es muy ajeno a la idiosincrasia. A nosotros, hacer la gran Zeppelin, tomar cualquier cosa y hacerla nuestra, nos sale bárbaro, por lo menos en la literatura. No sé en otros rubros. Por ahí, por ejemplo, el gran aporte del rock nacional es la mezcla con el folklore nuestro.

-Escribiste un libro, Cibertlon, que vincula aquella enciclopedia Lo sé todo con Internet, como una especie de precursora analógica. En el elogio de ese random, esa digresión permanente que tiene el Lo sé todo y que tienen las búsquedas en Internet  La idea del Lo se todo como random genial, como precursora de Internet, me parece que estás nombrando también tu "programa" como escritor...

-Sí, por lo menos la última parte funciona como una especie de ars poética mía, aunque no hable de mí en el libro. Sin dudas la lectura, si es que así se puede llamar, de Lo sé todo, yo creo que fue el Caldero donde se cayó Obelix, en el sentido  de que se te abren las puertas de la percepción, quiero decir que empezás a tener una facilidad para relacionar cualquier cosa con cualquier cosa. O al menos perdés el miedo. Me gustaría verlos hoy para ver cómo ha cambiado mi percepción. Pero yo me lo sabía de memoria. A tal punto que escribí mi propio Lo sé todo a los seis años, y lo conservo. Lo guardé.  Son cuadernos donde dibujaba los animales, la guerra de Troya, eso me fascinaba. Tengo una predisposición muy grande para relacionar cosas, lo cual puede ser un poco problemático cuando estás dando clases, porque los pibes me pueden decir profe, cómo llegamos hasta acá, pero si te vas por las ramas es porque el árbol es muy frondoso. El otro día estaba pensando, un libro sobre distancias, pero las distancias no son longitudinales ni temporales sino cualquier cosa. Y he encontrado, por ejemplo, que la distancia entre Londres y Buenos Aires es de 11121 kilómetros, y empecé a pensar qué otra ciudad puede estar a la misma distancia.  Seattle, por ejemplo, está a 11189 kilómetros. Y me dije "Vamos a hacer triángulo". Y encuentro en el medio la playa de Anzio, y pienso que en la plaza de Anzio murió el padre de Roger Waters y que en Seattle nació Kurt Cobain y entonces empiezo a pensar relaciones. Obviamente a veces caés en callejones sin salida, pero esta bien. Debe ser porque siempre fue muy curioso, pero tengo una gran pulsión a establecer vínculos, que a veces son interesantes y la mayor parte de las veces son pelotudeces sin sentido. ¿Leyden te gustó?

-Sí, claro. ¿Por qué me lo preguntás así, preocupado?

-Porque tengo dudas con el libro. Yo creo que está bien, pero como es un libro medio raro...  puede fallar, digamos. Por ahí falló.

-Además de basquetbolistas, en Bahia Blanca hay un montón de escritores... La ciudad a su vez mantiene una fama negra relacionada con los represores de la dictadura... 

-En Bahía hay un nivel de poesía sobrehumano. Están Mario Ortiz, Sergio Raimondi, Omar Chauvié, el negro Marcelo Díaz, Valeria Tentoni... De Bahía ha quedado una leyenda urbana de la ciudad rodeada por los militares, con el comando, la base naval, la gendarmería. La pregunta sería ¿Y nosotros somos inocentes, acaso estábamos rodeados? No. El bahiense, como todo pueblo, es gente de derecha. Lo que pasa es que Bahía a mi entender te engaña porque somos muchos para tener hábitos de pueblo. Bahía debe tener entre 350 mil y 400 mil habitantes. No es un pueblo, es una ciudad, .  Acaso porque en su origen fue un fuerte y más tarde un puerto comercial, tiene ese hábito de pueblo chico que controla, con esas vueltas del perro panoptizantes, pero ya la incidencia de los militares hace mucho que nadie les da ni cinco de pelota. En ese aspecto Bahía cambió muchísimo. En otros, sigue siendo una ciudad donde se privilegia el movimiento por sobre la reflexión. De acuerdo al diario La Nación, Bahía Blanca es la ciudad donde más ejercicios aeróbicos se hace en  todo el país. Todo el mundo corre, hace gimnasia, juega al básquet, al fútbol, al midget, es una ciudad muy deportiva, muy deportista, pero me rompe los huevos que no se alienten espacios públicos para que la gente se quede tirada mirando el cielo. Donde hay césped ponen plantitas, cosa que vos no te sientes. Desde la comuna (con la excepción de hace unos años cuando estaba Sergio Raimondi en Cultura, y de la labor de los museos independientemente de lo que el secretario de Cultura quería, esto es el museo de arte contemporáneo donde estaba Andrés Duprat, y los museos del puerto y de Ingeniero White) Bahía es un páramo donde las autoridades hacen lo posible por acallar la oferta cultural más fuerte de la Argentina que no esté en una capital de provincia. La música en Bahía Blanca es de notable para arriba, una orquesta del carajo, el jazz en Bahía Blanca es buenísimo, pero se hace todo a contramano de las políticas municipales, y muy por el contrario se intenta anularlas. Cuando hay proyectos de centro culturales se trata de abortarlos. Es una ciudad de gente con zapatos canadienses, pulovercito en la espalda, chomba, digamos mucho tio Tom, mucha clase media que quiere gritar más fuerte que la clase alta para evitar ser confundida con los negros. y a vos te da ganas de decirles “Vos no sos de esa clase, vos le vendés ropa a esa clase”. Hay una gran cultura del dirigente deportivo: la gente pone plata en el deporte a cambio de nada. Ponele que hay dos pibes de General Roca que vienen a estudiar a Bahía. Hay un dirigente que les paga el departamento, lo cual me parece maravilloso... Ahora bien, ninguno pone un mango en la cultura. Te doy dos datos de Bahía que ni los bahienses lo saben. Un dato es que nadie haya hecho ni un comentario ni un chiste con el hecho de que durante 25 años en Bahía Blanca en los 70, los 80 (capaz que en los 60 también)  la radio más escuchada era Lu2, la radio de la Nueva provincia. A las 7 de la mañana leían las noticias del diario. Toda Bahía se despertaba leyendo el diario. El locutor incluso tenía la simpatía de leer la historieta. ¿Cómo se llamaba el locutor? No tiene la culpa de llamarse así, pero nadie hizo el menor chiste nunca jamás, nadie le dijo “ponete un seudónimo”. El tipo se llamaba Adolfo Orden. A vos te despierta todos los días Adolfo Orden, ¿me entendés?.  Y nadie hizo un chiste nunca. ¿Viste el acorazado que hundieron los ingleses en la Segunda Guerra?

-¿El Graf Spee?

-Ese mismo. Los alemanes terminaron presos en Sierra de la Ventana. Había un restaurante de medio pelo, mozo con moñito, tubos fluorescentes, que la gente iba a comer ahí, un restaurante que se llamaba Graf Spee, o sea un restaurante con nombre de barco nazi. No despertamos ante esas simpatías involuntarias. Lo bueno que tiene es por ahí la escala humana, está todo más o menos cerca, y hay cierto anonimato, no es un pueblo, no es que todos te conocen. Otra imagen que da Bahía es que su parque automotor es desmesurado: entre autos y motos debe de haber unos 200 mil vehículos. La superficie urbana de Bahía es exactamente la misma que Capital, nada más que tiene el 10 por ciento de los habitantes. Uno la quiere porque nació ahí, y yo tengo mi ciudad, mis amigos, mis lugares, mi caminata. Yo vengo más a Palermo que a ciertas zonas de Bahía. Hay lugares de Bahía que no piso desde hace 15 años, pero uno es de ahí, que se yo.

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