Hoy hace exactamente 75 años, un tribunal militar internacional comenzaba a juzgar los crímenes del nazismo. El juicio y castigo a 22 de los responsables de uno de los genocidios más atroces que haya conocido la humanidad comenzó en la misma ciudad en la que los nazis habían anunciado sus leyes contra los judíos, una ciudad donde además se habían realizado grandes desfiles en autohomenaje al dictador. Fue allí, en Núremberg, cuando nació el concepto de "crímenes de lesa humanidad" . que para las Naciones Unidas "engloban los actos que forman parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil" y que jamás prescriben, por más tiempo que haya pasado.
El máximo responsable del Tercer Reich, Adolfo Hitler, no pudo ser juzgado: se había quitado la vida el 30 de abril de 1945 en su bunker, junto con su mujer Eva Braun. Lo mismo habían hecho el ministro de Propaganda Joseph Goebbels y su esposa (con el agregado horroroso de que antes asesinaron a sus seis hijos). El jefe de la Gestapo, Heinrich Himmler, se había suicidado al ser capturado por las tropas aliadas.
El tribunal militar internacional, creado por los ganadores de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la ex Unión Soviética, juzgó a 22 ex jerarcas nazis. Se los acusó de crímenes contra la paz, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad (extermino, deportación y asesinato). Se realizaron 216 sesiones, a lo largo de las cuales el mundo entero se iba enterando con lujo de detalles de las atrocidades del régimen nazi. Finalmente, el tribunal anunció su sentencia el 1° de octubre de 1946. Tres de los 22 acusados originales fueron absueltos y cuatro sentenciados a prisión por periodos de diez a 20 años, entre ellos el almirante Karl Donitz -fugaz sucesor de Hitler luego de su suicidio, y el ministro de armamento Albert Speer. Tres jerarcas fueron condenados a cadena perpetua. Uno de ellos fue Rudolf Hess, quien llegó a ser el número dos de Hitler, pero cayó en desgracia al cabo de un extraño viaje a Escocia en 1941, en el cual llevaba un supuesto mensaje de paz de Hitler.
Doce dirigentes nazis fueron condnados a la horca: el mariscal Hermann Göering (segundo de Hitler), Joachim Von Ribbentrop (ministro de Relaciones Exteriores), Wilheim Keitel, el general de las SS Ernst Kaltenbrunner, el político Alfred Rosenberg, el abogado Hans Frank, Wilhem Frick, Julius Streicher (director del pasquín antisemita Der Stürmer), Arthur Seyss-Inquart, Fritz Sauckel, Alfred Jodl y Martin Bormann (en ausencia).
El 16 de octubre de 1946, a la una de la mañana, diez de los condenados a muerte fueron ahorcados. Martin Bormann, que había sido juzgado en ausencia, permanecía prófugo. Goering se suicidó en su celda unas horas antes de ser ejecutado. Los cuerpos de los nazis fueron cremados y sus cenizas fueran esparcidas. La idea era evitar peregrinaciones nazis a sus tumbas. Rudolph Hess, quien fue recluido en la cárcel aliada de Spandau, situada en Berlín, se ahorcó a los 93 años, el 17 de agosto de 1987.
“Jamás escuché a un acusado del régimen nazi arrepentirse de nada. Ellos sentían que no habían hecho nada malo, que atacaron en defensa preventiva”, dijo el fiscal Benjamin Ferencz, que aún vive y sigue dando testimonio de su monumental trabajo.
“Mi primer papel consistió en conseguir todas las pruebas documentales para juzgar a 24 criminales”, contó. Así fue como visitó durante meses campos de concentración diversos.
“Los cadáveres se apilaban como si fueran madera esperando a ser incinerados, cuya grasa serviría como fertilizante. Yo mismo tuve que desenterrar cuerpos. Todas estas acciones y sus consecuencias son peores de lo que se pueden imaginar y me afectó mucho. No quise volver jamás a Alemania”, describió. Ferencz, además, accedió a los informes del Frente Oriental, uno de los pelotones de ejecución del régimen nazi.
“Eran unos textos que detallaban cada uno de los asesinatos, en los que se podía entender su peculiar visión de la humanidad. En sus líneas jamás se habló de asesinar solo de eliminar a cualquier persona que se sospechase que podía ser un enemigo potencial del régimen, ya fueran judíos o gitanos “Hoy en día todo el mundo conoce los Derechos Humanos, sin embargo no se ha avanzado nada en la aplicación de penas”, sostiene el fiscal, para quien la idea de alcanzar la Jurisdicción Universal absoluta desde la soberanía nacional es “absurda y obsoleta”.
Ferencz exige la creación de instituciones que ayuden a dirimir las diferencias entre los estados sin recurrir a la guerra. “Aún no existe ningún tribunal con esta potestad y mientras esto continúe así seremos testigos de la barbarie”, concluye, dolorosamente.