"Entre los antiguos griegos, la memoria era la madre de todas las musas, y estaba quizás muy estrechamente ligada a la práctica de la poesía. La poesía en aquella época, además de ser una forma de contar historias, era también un inventario del mundo visible; la poesía se nutría de metáfora tras metáfora a modo de correspondencias visuales", dijo John Berger, escritor y consagrado crítico de arte. Esta frase puede ser un gran comienzo para desglosar "La Espera" el trabajo fotográfico realizado por Diego Medina en el "Viejo Hotel Ostende" que se puede visitar hasta el 28 de febrero.
Las dieciséis fotos expuestas representan la curiosidad del autor por mostrar qué sucede cuando las ciudades balnearias no reciben a los turistas y la inercia de esos lugares que saben esperar, en este caso Ostende, Pinamar y Valeria del Mar.
"La Espera es una serie fotográfica que nació de la inquietud por retratar a las ciudades en silencio, a las ciudades que esperan, esos espacios no son iguales y siempre se resignifican, cambian", señaló Medina.
Las fotografías también podrían ser de otros destinos turísticos como Coney Island aquella península en el extremo sur de Brooklyn, estado de Nueva York (Estados Unidos), con una gran playa sobre el océano Atlántico. Con una comunidad de 60 mil habitantes , con el puente de Seagate al oeste, Brighton Beach y Manhattan Beach.
Según el curador de la muestra, el fotógrafo Juan Travnik, las imágenes se encadenan como una serie de citas de lugares y momentos del paisaje pinamarense fuera de la temporada. Medina fotografió un tiempo en el que gran parte de lo que se ve queda casi paralizado, aguardando una suerte de renacer que, se sabe, casi indefectiblemente llegará hacia el fin de año.
Una mirada más profunda nos llevará a encontrar, en esa serie de citas, algo metafórico. Surgirá la posibilidad de lo poético y se podrá ver como, a través de lo que Medina fotografió, se habla del tiempo, de la pretensión vana de detenerlo y también de los ciclos, de las cristalizaciones y renacimientos de esos escenarios. Quizás allí descubramos el verdadero discurso, elaborado como una gran metáfora. Un discurso que nos muestra esas fuerzas siempre contrapuestas, de Eros y Tánatos. Paisajes reconocibles en los que el autor encuentra un espacio para hablarnos de la vida y de la muerte.