Cuando evocamos las imágenes de nuestras abuelas, nos grabamos a fuego en las fosas nasales el aroma de sus mejores comidas, sus dulces manos acariciando nuestra herida al caernos de nuestros primeros paseos en bicicleta. Nos visualizamos un domingo al mediodía comiendo pastas en una gran mesa, con un mantel lleno de manchas y rodeados de nuestros padres, tíos, hermanos y primos.
La abuela es sinónimo de unión, de cariño, de brazos arrugados pero cálidos y ¿Por qué no de contrabando? Como cuando nos daban dinero a escondidas, como si hacer un regalo fuera ilegal.
Este no es el caso de Nadia y de Clara, dos hermanas con personalidades totalmente opuestas, que se pierden entre cervezas, varios atados de cigarrillos e insultos a diestra y siniestra, y quienes no tienen relación alguna con sus nietos.
“Nuestra hermana de afuera” narra la ácida historia de dos ancianas que viven en la provincia, alejadas de todo vínculo posible con sus hijos, en una falsa tranquilidad. Mujeres de la tercera edad con varios divorcios y amarguras a cuestas, pero con un mordaz sentido del humor.
Cuando vienen a la Ciudad de Buenos Aires a realizar un tratamiento médico, Nadia y Clara deambulan entre la desolación y la ironía. A pesar de su edad avanzada, realizan rituales que las separan aún más, de la cordura y de la salud.
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La muerte rodea cada página de la nueva obra de Mariano Quirós, soplándole la nuca a Nadia, quien fue diagnosticada con un cáncer que le da vía libre para responderle con sarcasmo no solo a los médicos, sino también a desconocidos que la miran por la calle.
El autor nos sumerge en una pintoresca historia de lazos grotescos. Donde los hijos hacen lo que pueden, influenciados por sus corrosivas vivencias del pasado, y no alcanza. Donde cada integrante de esta familia rota, carga en su espalda un exceso, un atisbo de una violencia muy enraizada desde hace años. Donde la palabra “familia” no parece ser posible ni ahora ni capaz nunca.
Amado, Dave y Florencia, los hijos de Clara, son personajes excéntricos, desbordantes. Un escritor que nadie lee y que se zambulle ferozmente en la cocaína para olvidar un matrimonio que fracasa constantemente, un hombre al que nada le importa y una mujer que intenta destrozar constantemente a su madre, haciendo cosas para lograr un derrumbe definitivo.
Capital Federal es la protagonista de esta novela, epicentro de las desgracias y andanzas de estas dos mujeres que ven como refugio a bares de mala muerte y a hombres de dudosa moral. Las luces de las avenidas son testigos de atrocidades que suceden a plena vista de los transeúntes, que caminan como fantasmas, indiferentes.
Clara y Nadia no son como el resto de las abuelas, aunque una de ellas se esfuerce en intentarlo. Mariano Quirós logra un relato entrañable, lacerante y por partes perverso, que echará por tierra todas las cálidas asociaciones que nos hacemos con las personas que están ingresando en la tercera edad.