Los años 30 y con una catástrofe natural ocurrida en Chillán, Chile, son los puntos de partida que Manuel Álvarez toma para empezar a reconstruir la historia de Jorge Fuenzalida, uno de los personajes principales de esta novela cruenta y emotiva a la vez.
Cuando llegó a mis manos esta nueva novela de Editorial Marciana, leí la contratapa y no me decía mucho acerca de la historia que encerraban sus páginas. Esa es la magia de 'Una nube viene', cómo el lector va descubriendo de a poco los recovecos de las historias de Fuenzalida y Zinder, cómo se va metiendo de lleno hasta quedar atrapado en el libro, hipnotizado por el efecto de la avidez que provoca, el sentimiento frenético de querer saber todo y ya.
En una entrevista con BigBang, Álvarez cuenta de dónde parte esta idea cautivante, cómo nacen las destructivas obsesiones de sus personajes, y cómo fue el proceso de escribir a dos voces, tejiendo los recuerdos de su familia.
-¿Cómo surgió la idea de escribir una novela en espejo? En donde dos historias que, en principio, no tienen nada que ver una con la otra, terminan formando la trama.
-Siempre me gustaron esas novelas que cuentan dos o más historias que van creciendo en intensidad y en algún punto se cruzan, ese tipo de atmósfera expectante, la tensión que se crea, entonces desde el principio quise hacerlo así. Pero la verdad es que cuando empecé a escribir tuve en la cabeza la estructura de una novela en donde las historias no se cruzan, que es 'Las palmeras salvajes', una novela alucinante de Faulkner; ahí él hace algo disruptivo porque las historias nunca se tocan y el efecto en el lector es demoledor. Sabía que por lo que quería contar no podía hacer eso, porque las historias acá necesitan encontrarse, entonces mi idea era demorar ese encuentro hasta donde se pudiera y me sirvió tener como horizonte esa operación, sobre todo en la primera parte. Después el cruce iba a decantar indefectiblemente y traté de que fuera gradual, en pequeñas dosis, hasta el estallido del final.
-¿Te inspiraste en una historia real? En algunos capítulos hacés alusión a catástrofes que forman parte de la historia argentina.
-No me inspiré en una historia real, sino en una historia ficcional que mi abuelo le contaba a mi viejo y sus hermanas. Él decía que había escrito una novela y les repetía a grandes rasgos la trama a sus hijos, esa historia es la que me llegó a mí y en la que se basa la historia de Fuenzalida. Esa historia ficcional tenía como centro un hecho real que sucedió en Chile, que fue el gran terremoto de Chillán, en 1939, después lo que hice fue cruzar esa historia con otro hecho real argentino que es el del alud de Las Cuevas, en Mendoza, en 1965. Eso me daba la posibilidad de trabajar la estructura que te decía antes, el juego de espejo, o de doble, que me interesaba mucho, y la frontera que los separa. Porque las historias no solo están espejadas por la catástrofe natural, digamos, sino también por quién y cómo las atraviesa; quiero decir, lo que una catástrofe abre, la otra lo cierra. También esos dos hechos históricos me permitían en ambos casos crear un espacio para que el lector pudiera entrar sensorialmente ahí.
-¿Cómo fue el proceso creativo de esta novela? ¿Qué sentís que fue lo que más te costó?
-La novela la empecé a escribir en el 2020, cuando arrancó la pandemia, y los primeros meses fueron de investigación y de lectura no solo documental, sino también ficcional. Gracias a averiguar sobre el tema, sobre la época, llegué, por ejemplo, a una novela como 'Montaña adentro', de Marta Brunet, que es increíblemente actual. Y bueno, ya para finales del 2020 tenía un primer borrador que después corregí hasta este año, es decir, en estos casi tres años nunca dejé de corregir, eso fue lo que me llevó más tiempo. En cuanto a lo que más me costó, no lo tengo tan claro, pero quizás haya sido reproducir el espíritu de esa época, que en realidad son dos épocas, porque a las historias las separan 26 años; no me refiero al detalle histórico porque uno como novelista tiene que elegir cuán preciso quiere ser, sino a la búsqueda del tono. Quería que fuese una novela que mi abuelo pudiera haber leído en su tiempo, lo curioso es que cuanto más me metía en ese tiempo más cerca me sentía de este. Pero sí, creo que esa búsqueda, encontrar el cómo contar las historias, fue lo más difícil.
-En cuanto a Fuenzalida y Zinder, ¿creés que los usos y costumbres de la época forjaron sus carácteres y el quiebre entre ellos?
-Sí, sin duda, sin spoilear nada, creo que son hombres atravesados por su tiempo, tanto en lo que dicen como en lo que hacen, aunque muchas veces eso no coincida. Hay algo propio de esos años, acentuado en la primera parte, del hombre proveedor que creía que la mujer tenía que estar encerrada en la casa, cuidando de los hijos, que a Fuenzalida le explota con Inesita, una mujer lectora, independiente. Es algo con lo que Fuenzalida no puede lidiar, por más educado o profesional que sea y esa ceguera lo lleva a la irracionalidad. Con Zinder es otro cantar, porque no vive en un pueblo, elige vivir en la montaña, pero está claro que lo que está pasando en el país en ese momento, aunque esté allá arriba, resuena.
-¿Qué autores te inspiran a la hora de escribir una novela tan desgarradora? ¿Recordás algún libro que te haya marcado?
-Creo que para esta novela el que más me inspiró es Conrad, soy muy fanático de sus novelas de finales del siglo XIX, principios del siglo XX, cómo trabaja la vulnerabilidad del ser humano, su inestabilidad moral, que es su gran tema. Si en su momento no hubiese leído Lord Jim, probablemente no existiría Una nube viene, al menos así como salió. En la gran mayoría de sus novelas está eso del hombre en situación extrema frente a la naturaleza (la propia y la externa), que Una nube viene toma, pero también tiene una novela como El regreso, mucho más intimista, en donde la pareja protagonista no sale de su casa y los celos son un motor narrativo, que también me marcó. Y después Saer, obviamente, siempre es una influencia, en este caso tenía en la cabeza lo que hace en La ocasión y Las nubes, que son novelas geniales injustamente consideradas "menores"; de hecho, hay una escena central del principio, cualquier lector saeriano se va a dar cuenta del atraco, que es una recreación de una escena de La ocasión. Ya cuando estaba armando el esqueleto de la novela, con la trama heredada de mi abuelo, pensé en incluirla, quería ver qué otro sentido podía aparecer ubicándola en una estructura diferente. Como decía el propio Saer: para qué robar un kiosco pudiendo robar un banco, ¿no?