Arquímedes Puccio sigue llamando a los hijos de Nélida Bollini de Prado, su prisionera secuestrada en el sótano de su casa de San Isidro. Quiere definir el asunto. Los investigadores graban las llamadas. Descubren que el secuestrador las hace de teléfonos públicos de Flores. La idea era ganar tiempo. Puccio se los da. Hay más de 15 llamadas. Y postas en las que deja mensajes escritos en su Olivetti adentro de un atado de cigarrillos dejados en baños de bodegones. Al final se arregla un pago de 250 mil dólares. Puccio exige que lo pongan adentro de un maletín. Han pasado 32 días. El 23 de agosto de 1985, frente a la cancha de Huracán.
Van Puccio, Laborda y Maguila. Están ansiosos. Estacionan y van en busca del dinero. Pero no llegan lejos. Un grupo de policías los rodea, les dicen que levanten las mano y los apuntan con las armas. Maguila quiere escapar pero un policía lo golpea.
Bollini de Prado, la última secuestrada. Y la única sobreviviente.
-¡Ustedes creen que soy un pelotudo! Mi casa está llena de dinamita. Si entran, van a volar en pedazos -les advierte Puccio.
Los llevan esposados. Díaz y el coronel Franco son detenidos en sus casas.
Al mismo tiempo, un grupo de policías armados con pistolas y ametralladoras irrumpe en el caserón de Martín y Omar 544. Epifanía y sus hijas no están. Se han ido de viaje. Alejandro y su novia miran una película. Son 45 policías: tres equipos de rugby. Rompen la puerta y entran.
-¿Me están asaltando?
-No flaco, esto es un allanamiento -le responde uno de los policías.
-¿Dónde está la vieja?
-¿De qué vieja me estás hablando?
Los policías bajan al sótano. Y encuentran a Bollini encadenada.
-¡Por favor, no me maten! -pide la mujer.
-Tranquila, señora. Somos policías.
En la puerta, un vecino le pregunta a uno de los policías:
-¿Asaltaron a los Puccio?
-No, qué los van a asaltar. La familia tenía un aguantadero donde secuestraba gente.
En el sótano, los policías encuentran un cuaderno. En una de las páginas hay una lista de futuros secuestrados. Con una cruz aparece el nombre de un empresario de la pesca. Iba a ser el próximo huésped de la casa del mal.
Así fue el final del siniestro clan familiar que secuestraba y mataba empresarios en su casa de San Isidro. Se cumplen 32 años del último secuestro de los Puccio.
El boom Puccio
Arquímedes Rafael Puccio jamás hubiese pensado que su nombre y el de su esposa y sus hijos iban a estar en boca de todos. Una película y una serie exitosas volvieron a poner en escena a la familia más siniestra de la historia criminal argentina.
Entre 1982 y 1985, los Puccio secuestraron y mataron a los empresarios Ricardo Manoukian, Eduardo Aulet y Emilio Naum. La empresaria Nélida Bollini de Prado fue rescatada por la Policía del sótano de la casona familiar de Martín y Omar y 25 de Mayo, en San Isidro. Se estima que lograron un botín de 1 millón de dólares. El dinero nunca apareció.
En esta nota, BigBang te revela qué es de la vida de los verdaderos protagonistas del clan Puccio.
Arquímedes Puccio
El Puccio real fue detenido hace 30 años en Parque Patricios.
Murió a los 82 años en La Pampa, en 2013. Pasó sus últimos años en una pensión de mala muerte. Nunca se arrepintió de sus crímenes y tenía una lista con los nombres y las fotos de sus enemigos, entre ellos jueces, fiscales, policías y familiares de las víctimas.
“Espero
que cuenten
la verdad, mi verdad: todo lo hice por la Patria y por mi familia
”, dijo cuando se enteró de que Trapero iba a hacer una película.
El último Puccio se jactaba de haber estado con “más de 300 mujeres”.
Epifanía Ángeles Calvo de Puccio
Tras la caída del clan, Epifanía nunca volvió a ver a su marido. Foto: Revista Gente.
En la actualidad tiene 90 años. Vive en Capital Federal. Otro la sitúa en el sur. Cuando fueron los secuestros, daba clases de contabilidad. Ningún miembro de la banda la involucró. Estuvo detenida dos años pero fue liberada por falta de pruebas. “Ella les hacía la comida. Es imposible que viviera en esa casa e ignorara que había secuestrados en el sótano o en la bañera del primer piso”, dice a BigBang Guillermo Manoukián, hermano de uno de los secuestrados.
La revista Gente la descubrió en San Telmo, junto a su hija Adriana y a Maguila.
Los Puccio que quedan.
Silvia Inés Puccio Calvo
Silvia con su padre y sus hermanos Daniel y Guillermo. Foto: Revista Gente.
“Papá lo hizo por nosotros”, dijo cuando su padre y sus dos hermanos cayeron detenidos. Estudiaba artes plásticas y quería seguir el camino de su madre, que de joven era artista plástica. Durante los secuestros vivió en la casa. Estuvo sospechada pero logró ser absuelta por falta de pruebas. Tuvo dos hijos. Su padre la llamó varias veces pero nunca quiso perdonarlo. Murió de cáncer en 2011.
Alejandro Rafael Puccio
Alejandro era estrella del Casi y jugaba en Los Pumas. Foto: Revista El Gráfico.
“Tuve un padre que no pude elegir. Nos odia y nos desprecia. Mi familia es libre sin él”. Eso dijo Alejandro Puccio en una entrevista. Condenado a perpetua por ser cómplice de su padre, salió en libertad condicional y comenzó a estudiar psicología. Intentó matarse cuatro veces: una de ellas al saltar desde el quinto piso de Tribunales. Murió de neumonía, en 2008. Se había casado y soñaba con tener hijos. Tenía 47 años.
Daniel Arquímedes Puccio
El paradero de “Maguila” fue un misterio de muchos años.
Conocido como “Maguila”, en 1985 volvió de Nueva Zelanda después de que su padre lo convenciera por carta. Participó en el secuestro de la empresaria Nélida Bollini de Prado, liberada hace 30 años. Estuvo preso pero aprovechó una salida para escaparse. Se cree que estuvo prófugo en Nueva Zelanda y Brasil. Ahora tiene 53 años. “Está en Porto Alegre, donde juega en un equipo veterano de rugby”, dijo una fuente del caso a BigBang. Otra fuente lo había situado en San Luis. Pero la revista gente descubrió que vive con su madre en San Telmo.
Maguila, desmejorado.
Guillermo Puccio
Es el miembro de la familia más enigmático de los Puccio. Jugaba al rugby como su hermano Alejandro. Cuando sospechó que su familia estaba involucrada en “algo turbio” aprovechó un viaje deportivo para radicarse en Australia. “Nunca volvió al país”, dijo un allegado.
Guillermo, el Puccio menos conocido.
Adriana Claudia Puccio
“Adrianita”, otro enigma de la historia: ¿Sabía a qué se dedicaba su padre?
Es la menor de la familia. Cuando ocurrieron los secuestros tenía 13 años. Cuando rescataron a Bollini de Prado del sótano, en 1985, la llevaron a ver a un grupo de psicólogos. “Sabía todo, pero no podía comprender lo que pasaba”. En la actualidad tiene 44 años y vive en Buenos Aires. “Trabaja en una compañía de seguros”, dijo una amiga de la hija menor de la familia. Tiene 43 años. No soportó llamarse Puccio y por eso se cambió el apellido por el de su madre. Ahora se llama Adriana Calvo. Y vive en San Telmo con ella.