14 Noviembre de 2017 09:01
Paradigmático por su crueldad y por el desgraciado halo de corrupción e impunidad que lo rodeó, el triple crimen de Cipolletti -que, en rigor de verdad, debería ser etiquetado como femicidio- cumplió ayer dos décadas con muchas preguntas y pocas respuestas.
Paula González (izquierda), Verónica Villar (arriba a la derecha) y María Emilia González (abajo a la derecha), las tres víctimas.
Todo comenzó en una tarde que planeaba ser de ocio y descanso para María Emilia González (de 24 años y mamá de una hija de 2), su hermana Paula de 17 y su amiga Verónica Villar, a quien invitaron a una caminata.
Las horas transcurrieron sin noticias del regreso de las tres. A la noche, las familias decidieron concurrir a la comisaría pero no les recibieron la denuncia, con el argumento de que era necesario esperar 48 horas.
Hallazgo macabro
Desesperados ante la indiferencia policial, decidieron comenzar su propia búsqueda. Dante Caballero, un vecino de las jóvenes que tenía una perra ovejera, partió a rastrillar en la tarde del lunes y de la mano del olfato de su mascota se topó con el cadáver de Verónica, semienterrado a un kilómetro del trazado rutero de la Circunvalación. A pocos metros yacían Paula y María Emilia.
Las tres estaban atadas con cordones de zapatillas y amordazadas. Los cuerpos presentaban varios golpes y a pesar de que el escenario sugería la existencia de un ataque sexual, luego se determinó que ninguna de las jóvenes fue violada.
Las hermanas habían sido ultimadas a balazos: María Emilia tenía uno en la cabeza y su hermana, uno en la sien y otro en la espalda. A Verónica la apuñalaron en el cuello y, según la autopsia, murió ahogada por su propia sangre.
En Cipolletti, una marcha recordó a las víctimas (Foto: Flor Salto/RíoNegro.com.ar)
Una investigación corrupta
Y a pesar de que el triple crimen movilizó no sólo a la sociedad de Cipolletti sino a autoridades de todo el país, la actuación de la Justicia en el caso probó estar viciada desde el principio.
Así, los primeros en caer fueron Hilario Sepúlveda y Horacio Huenchumir, dos hombres que fueron procesados y puestos tras las rejas, pero tuvieron que ser eventualmente liberados por falta de pruebas. Con el tiempo, se hizo cada vez más evidente que se intentó todo lo posible para ponerlos en el lugar de culpables, pero que ambos eran "perejiles".
Recién en 1998 se llegó al que terminó siendo el único condenado: Claudio Kielmasz, de 27 años, quien se comunicó con Ulises, padre de las hermanas González, para confesarle donde estaba el arma homicida.
Kielmasz en el momento de ser detenido.
Como la pistola pertenecía a su madre, terminó imputado por el triple asesinato y en el transcurso del proceso dio seis versiones distintas de lo sucedido. "No pienso decir quién mató a las chicas”, declaró Kielmasz durante una audiencia, apuntando a la siempre sospechada participación de más personas en el hecho.
"Es alguien muy peligroso, que tiene grandes posibilidades de reincidir y que tiene, además, un profundo odio hacia las mujeres, un odio que comienza en una conflictiva relación con su madre", determinó el psiquiatra Luis Digiácomo en charla con Clarín luego de evaluarlo años después. "Pero no es un odio exaltado sino frío, meticuloso y planificado. Hay una extrema peligrosidad en él y altísimas posibilidades de reincidencia".
El recuerdo de una hija
"Todos corrían y lloraban", recuerda hoy Agustina Bonetti, hija de María Emilia, sobre el día en el que encontraron el cuerpo de su mamá. Aunque ella tenía apenas dos años, sus imágenes del pasado son aún vívidas.
"En un momento entré a la habitación de mi abuela y la vi muy mal. Mi papá me llevó al patio y me dijo que mi mamá no iba a volver más, intentó decírmelo de la manera más dulce, pero igual yo no entendía nada", le relató a La Mañana de Neuquén. "A medida que fui creciendo era testigo de cómo mi abuelo corría de un lado para otro porque era él quien estaba al frente de todo, mi abuela se dedicó a criarme".
“Fue difícil saber que nadie hizo nada, ni la Policía, ni la Justicia, y que el juez avaló todos los errores que se cometieron", se lamentó Agustina. "Mi mamá tenía muchos sueños, siempre se hizo cargo de todo y la verdad es que me hubiese gustado conocerla más, pero me la arrebataron".