Rubén es el portero encargado de un edificio ubicado en la Avenida Córdoba del barrio de Palermo y su rutina diaria está escrita en su mente: madruga, limpia los vidrios de la entrada, el hall, la vereda y se encarga de que el domicilio se encuentre en buen estado y sobre todo higienizado para quienes viven ahí, incluso para él. Pero el miércoles a la mañana fue un día atípico en su trabajo porque cuando se encontraba haciendo su labor, también tuvo el desagrado de encontrarse con un grupo de jóvenes sumergidos en alcohol que culminaron con un hecho de violencia total.
El suceso ocurrió en la Avenida Córdoba y Malabia, entre las calles Amenia y Gurruchaga, lo que se identifica como un lugar sumamente transitorio y en el cual a su alrededor, se encuentran diversos boliches o bares que los jóvenes aprovechan para acercarse y consumir alcohol y distintos excesos que después culminan -en algunos casos- con un aberrante final como ocurrió en la vereda del trabajo de Rubén.
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Cerca de las 7 de la mañana, cinco jóvenes se bajaron de un auto, se acercaron a la puerta del edificio y comenzaron a orinar y vomitar como si estuviesen en el baño de su casa, aun estando en medio de la vía pública y por sobre todas las cosas, delante del portero del lugar, que se encontraba justamente limpiando.Rubén se les acercó y con total compresión les aclaró que se alejaran porque más allá de que debería estar prohibido de que puedan hacer eso, le estaban arruinando su trabajo. Sin embargo, cuando creía que lo razonable era aclararle por qué estaban haciendo algo que no debían, se encontró con lo peor: violencia encubierta por la desobediencia.
Alguno de ellos se subieron al vehículo Citröen Lounge de color blanco con el que transitaban y otros empezaron a insultar a Rubén, de tal modo en que la violencia se les fue de las manos y de una manera totalmente alocada, comenzaron a revolearle diversos artefactos como piedras y todo lo que encontraban en el lugar y hasta otros, se atrevieron a ir con golpes de puños hacia él.
Si bien era un horario temprano de la mañana, la gente ya circulaba por la avenida. Los autos pasaban, los micros también, otros caminaban y nadie fue capaz de meterse en aquella pelea en la que se encontraba Rubén, de 49 años, contra cinco jóvenes alcoholizados. En eso, el portero tomó el coraje de agarrar su escoba para echarlos y cuando comenzó a hacerlo, no sólo que se le rompió el palo por la mitad sino que apareció una ayuda extra: un empleado de la confitería de la esquina.
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El enfrentamiento duró aproximadamente 10 minutos, pero en todo ese tiempo los muchachos le generaron diversas heridas al portero, que minutos después debió esperar a la ambulancia para corroborar no tener peligro de vida. Sin embargo, al arribar al lugar, confirmaron que sólo tenía hematomas de distintos tamaños y gravedad distribuidos en el cuerpo, incluso en la cabeza, pero que se encontraba fuera de peligro.Una hora después, tras negarse de ser llevado al hospital, recurrió a otro Sanatorio cercano para atenderse con su obra social y ahí mismo se topó con un móvil de Eltrece, a los cuales les comentó que además de todos los golpes recibidos, también fue amenazado con que “iban a volver” para atacarlo una vez más.
“Tengo un fuerte dolor de cabeza y se me nubló la vista, recibí un fuerte golpe en la cabeza”, contó mientras de reflejo se le veía el golpe junto con el chichón que se le generó. “Están locos los pibes. Me rodearon y me tiraron de todo: botellas, palos, piedras”, agregó.
“Me golpearon por todos lados, iban y volvían, iban y volvían. Me atacaban de todos lados”, aseguró. “Los fines de semana pasa siempre que vengan jóvenes a orinar. Tiro un balde y listo. Pero esta vez se metieron a orinar dentro, en el cantero, me pareció totalmente desubicado. Lo peor es que me amenazaron con que van a volver”, declaró.