31 Enero de 2023 06:00
"No son asesinos, son vagos". "Lo que pasó fue una desgracia". "Por esto perdí el trabajo". "Estamos viviendo un calvario". Esas fueron algunas de las frases más desafiantes que declararon los padres de los ocho imputados por el asesinato de Fernando Báez Sosa al ser convocados por el abogado de los "rugbiers", Hugo Tomei. La tensión que se vivió desde el inicio del juicio por su presencia en la sala, el operativo de Silvino y Graciela para no cruzárselos en los cuartos intermedios y el desprecio hacia los periodistas acreditados.
El clima comenzó a espesarse en el Tribunal de Dolores a partir de la tercera semana del juicio. Hasta entonces, sólo un puñado de los familiares de los acusados por el asesinato podían ingresar a la sala. El porqué es más técnico, que emocional: muchos de ellos engrosaban el listado de testigos presentado por Tomei y no podían hacerse presentes en las audiencias hasta que les llegara su turno de declarar.
María Elena Cinalli fue una de las pocas madres que asistió a todo el debate. Con dos de sus hijos entre los imputados (por Ciro y Luciano Pertossi) y su hija Emilia escoltando en la defensa a Tomei, la también tía política de Lucas Pertossi y tía materna de Blas Cinalli presenció desde la primera fila del ala oeste de la sala cada una de las audiencias. Junto a ella siempre se la pudo ver a María Esther Zárate, madre de Matías Benicelli y hermana de Rosalía Zárate (la mamá de Máximo Thomsen).
Las dos filas hasta entonces destinadas a los familiares de los imputados también fueron ocupadas desde el inicio del debate por Marcial Thomsen (padre de Máximo), quien asistió a todas las audiencias e incluso en algunas se mostró acompañado por otro de sus tres hijos, Francisco. Junto a él también se lo podía ver al padre de Lucas Pertossi y al de Ayrton Viollaz, quien si bien compartía con ellos el banco, los traslados y algún que otro diálogo aislado durante los cuartos intermedios, nunca se mostró cercano al resto de los padres.
La presencialidad de Marcelo "El Polaco" Comelli, padre de Enzo Comelli, fue titilante después del jueves 5 de enero, cuando debió abandonar de forma intempestiva la sala porque no resistió ver el video que Lucas Pertossi grabó del inicio del ataque. En las imágenes se lo puede ver a su hijo pegándole a Fernando y fueron proyectadas más de 100 veces durante el debate. Recién regresó al Tribunal el día que alegó Tomei, acompañado por su mujer, María Alejandra Guillén; la última de los padres en declarar en el juicio.
Hasta la tercera semana de audiencias, el clima que se vivía dentro y fuera de la sala era de menor tensión. Los padres de los imputados lloraban por momentos y bajaban la cabeza cuando se proyectaban en pantalla gigante las pruebas contra sus hijos. No hubo incidentes con los testigos convocados tanto por la Fiscalía, como por la querella; salvo el violento cruce que Francisco Thomsen protagonizó el 13 de enero cuando increpó en las afueras del Tribunal a Pablo Zapata, el vecino que viajó de Zárate para declarar cómo uno de los imputados lo golpeó y le robó sólo un mes antes del asesinato de Fernando.
"¿Qué vas a venir a decir vos?", le espetó con violencia uno de los dos hermanos mayores de Máximo. La Policía debió intervenir y el joven fue invitado a "alejarse" del testigo en cuestión. Por fuera de ese incidente y de alguna que otra mirada amenazante de Thomsen padre hacia los periodistas acreditados en la sala, podría decirse que la convivencia fue relativamente pacífica. Tal vez sólo condicionada con algún que otro grito en su contra durante los ingresos y las salidas al Tribunal por parte de los vecinos de Dolores.
El contacto con Graciela y Silvino se dio sólo durante las audiencias. A diferencia de los padres de los imputados, ellos se sentaron siempre detrás del escritorio de Burlando, justo al lado de la puerta de madera. Durante los cuartos intermedios, los papás de la víctima se refugiaban en uno de los pasillos aledaños a la sala ubicada en el primer piso del Palacio de Tribunales de Dolores y los de los acusados hacían lo propio en el otro pasillo; salvo el padre de Máximo, el único que cada tanto salía a dar "vueltas a la manzana".
Todo cambió en la tercera semana del juicio, la de los rugbiers. Después de que la Fiscalía y el equipo de Fernando Burlando culminaron con la presentación de sus testigos y las pruebas, llegó el turno de la defensa Tomei, que arrancó con la esperada declaración de Juan Pedro Guarino, uno de los dos rugbiers sobreseídos en la etapa de instrucción.
Los ocho imputados escucharon junto a sus familiares la declaración de Guarino, quien hizo malabares para no cruzar miradas; incluso cuando -puntero de madera en mano- lo pararon frente a ellos y le pidieron que los identificara en la secuencia fílmica que reproduce pixel a pixel el asesinato de Fernando. Al salir de la sala, lo esperaba su padre, Raúl.
Después de reencontrarse con su hijo, Raúl protagonizó un tenso cruce con Marcial, el padre de Máximo Thomsen; quien se acercó a saludarlo con afecto y en respuesta recibió el desaire de Guarino padre. Tampoco accedió a hablar con Hugo Tomei, el abogado de los "rugbiers" y quien defendió a su hijo desde el 18 de enero del 2020 tras su detención. Era la primera señal "puertas adentro" de la ruptura del bloque. Antes, en la previa del inicio del juicio, ya había publicado una dura carta pública contra los imputados en la que les pedía perdón a Silvino a Graciela y exigía justicia por Fernando.
Ese día, Guarino intentó acercarse sin suerte a los padres de Fernando. "¿Podría hablar con ellos?", le preguntó Guarino a una persona del círculo íntimo de los padres de Fernando ni bien terminó su declaración. "No están recibiendo a nadie", fue la respuesta que recibió. Con la carta escrita de su puño y letra en sus manos, Juan Pedro insistió: "Por favor, para mí es muy importante. Les escribí una carta". El hombre subió las escaleras de mármol y les preguntó a Silvino y a Graciela qué responderle. Ese día, cambiaron el pasillo por el segundo piso del Palacio. Al bajar, le transmitió el mensaje: "No va a ser posible".
Durante la jornada también declaró Tomás Colazo, el joven de por entonces 17 años que acompañó en Villa Gesell a los rugbiers durante toda la madrugada del crimen. También hicieron lo propio José Aníbal Leguiza (conocido como "el Gordo Jose", por los Whatsapp que intercambió con Cinalli después del asesinato) y Santino Franco Massagli, amigo de los imputados. Pero fue la declaración de María Paula Cinalli, la primera de los familiares en hablar ante el Tribunal, la que marcó un antes y un después: Graciela, que había tolerado más de 10 audiencias en las que revivió una y otra vez los videos del asesinato, no pudo más y abandonó la sala.
"¿Esto es joda?": la reacción dentro de la sala cuando comenzaron a declarar los padres de los imputados
"Es un hecho desagradable, una desgracia muy grande. No quiero ni pensar lo que sienten los padres del chico fallecido, pero nosotros también sufrimos mucho", fue la frase que no pudo digerir. Silvino resistió unas minutos más, pero tampoco pudo escucharla. Mientras mientras la mujer enumeraba los problemas de salud que le diagnosticaron después del asesinato, los padres de los "rugbiers" empatizaban con su "calvario" y lloraban en bloque. Fue durante su declaración que Máximo Thomsen se quebró y lloró por primera vez en el juicio.
Era la primera vez que "el otro lado de la sala" expresaba sus sentimientos, pero la empatía de los presentes no se hizo presente en ningún momento. Las sillas vacías de Graciela y Silvino exponían aún más la grieta; cuya máxima expresión llegó minutos después cuando la madre de Thomsen hizo lo propio, cumplió con la consigna de Tomei e intentó "conmover" al Tribunal. Lo mismo sucedió cuando su hijo la interrumpió y pidió "declarar": las lágrimas sólo corrían entre los imputados y sus familiares.
Ese día, los amigos de Fernando ocuparon la primera fila de la derecha. Escucharon declarar a Thomsen a menos de un metro de distancia. "¿Esto es joda?", se preguntó uno de los amigos de Fernando que declaró en el juicio y, desde entonces, asiste a cada una de las audiencias. "¿Y esto qué tiene que ver con Fer?", se preguntaba Tomás D'Alessandro, que sufrió en carne propia la violencia de los imputados cuando intentó salvar a su amigo.
El llanto de Thomsen, moderado aunque visible, se volvió contagioso. El efecto dominó comenzó con Enzo Comelli y culminó con Lucas Pertossi. Blas Cinalli, Matías Benicelli y Ciro Pertossi fueron los único de los ocho que no lloraron. "¿Esto es real?", se preguntaban los amigos de Fernando, sentados a menos de un metro. "¿Están llorando?", indagaban a los que estaban ubicados más cerca de los acusados. "Sí, están llorando. Ahora, si es real o no... qué decirles", fue la respuesta que recibieron por parte de esta periodista.
La audiencia se cerró con la "inesperada" declaración de Thomsen. Mientras los ocho imputados se ponían sus barbijos y aguardaban a ser esposados por el personal policial que los custodia (y que los consoló durante la audiencia), los amigos de Fernando no salían de su asombro. Los padres de los "rugbiers", en tanto, lloraban en bloque e intentaban hacer contacto visual con sus hijos.
Conformes con su actuación, los imputados comenzaron a abandonar la sala en fila. Esposados y con barbijos, ya no lo hicieron con la mirada perdida, ni cabizbajos. Envalentonados y ya sin ninguna lágrima en sus ojos, se animaron incluso a sostener desafiantes miradas hacia el sector en el que se encontraban los pocos medios acreditados y los familiares de la víctima. Comelli -que hasta minutos atrás se mostraba conmovido y envuelto en lágrimas- lo hizo, por caso, con quien escribe esta nota durante 50 segundos.
La situación se tensó aún más cuando se cruzaron con los amigos de Fernando cerca de la puerta de la sala. Los mismos que presenciaron todas las audiencias y que fueron testigos directos (e incluso víctimas) del asesinato de su amigo. "¡Sos un caradura!", le espetó en la cara D'Alessandro. Thomsen ni siquiera se inmutó: mantuvo la mirada al frente, levantó su mentón y prosiguió su marcha.
El día que los padres de los rugbiers lloraron, declararon y coparon la sala: "¡Nosotros estamos viviendo un calvario!"
El clima hostil se repitió durante la audiencia del día siguiente. Un puñado de vecinos de Dolores, indignados por los textuales de las declaraciones que se filtraron en la prensa, se acercó al Palacio del Tribunal y les gritó: "¡Criaron asesinos, pidan disculpas!". Ese martes, los padres de los imputados no sólo tuvieron que "convivir" con las cámaras de televisión durante su ingreso, sino que también le pusieron el cuerpo a la condena social que recibió la estrategia de victimización orquestada por Tomei. Aplicaron la misma estrategia: no responder, ni hacer contacto visual.
La tensión también se respiraba dentro de Tribunales. Pese a la insistencia de sus abogados, los padres de Fernando se armaron de paciencia y decidieron presenciar el resto de las declaraciones. Ese día, dos madres se sumaron al "ala rugbiers" de la sala: la de Thomsen y la de Cinalli. Comenzaba así a engrosarse "la banca" hacia los imputados, que culminó el día del alegato de Tomei con una ocupación de casi el cincuenta por ciento de los bancos disponibles.
Thomsen fue el último de los imputados en ingresar. Lo hizo con el barbijo por debajo de su nariz, esposado e intentando hacer contacto visual con su padre, a quien después de unos segundos logró saludar con la mirada. Marcial se sentó en la primera fila y, al igual que su hijo, fue el último "de los padres" en ingresar. Lo hizo segundos antes de que Silvino y Graciela ocuparan sus sillas. A su lado se encontraban los padres de Ciro Pertossi, quien inició la audiencia con una escueta declaración: sólo pidió la palabra para asegurar que frenó una patada cuando notó que Fernando, a quien se refirió como "el chico", ya estaba inconsciente.
Ciro evitó en todo momento hacer contacto visual con los padres de Fernando, quienes se encontraban frente a él al momento en el que le pidieron que se parara y se identificara -con el mismo puntero de madera que el día anterior había usado Guarino- en la pantalla que transmitía uno de los videos del asesinato. "Vamos bien", se lo escuchó decir a uno de los padres de los imputados durante la declaración. "Ahora nos toca hablar a nosotros", fue la respuesta que recibió. Los padres de los imputados ya no miraban hacia bajo, ni lloraban: se mostraban empoderados.
Ni las filosas miradas que cada tanto les dedicaba Silvino los achicaban. Las altaneras declaraciones de sus hijos generaban el mismo rechazo dentro de la sala que su nueva actitud "de agrande". "Y desde ahora le adelanto que de la parte (por los abogados que representan a los padres de Fernando) no le voy a contestar", disparó con absoluta impunidad Ciro, sobre el cierre de su declaración, en línea con la posición que el día anterior había tomado Thomsen contra Burlando: "No voy a responder preguntas de alguien que me insultó e insultó a mi familia".
La mediatización del caso y la condena social previa a la judicial serían sólo ocho días después el eje central del alegato de Tomei; pero los "rugbiers" y sus padres ya contaban con el guión. La declaración del perito informático con el que el abogado defensor intentó anular las pruebas obtenidas de los celulares logró calmar un poco las aguas. El cuarto intermedio los volvió a encontrar recluidos en su pasillo y, por primera vez, el padre de Máximo decidió no abandonar el edificio.
Mientras tanto, Tomei hacía lo propio dentro de la sala. El abogado de los imputados ni siquiera salió al hall y aprovechó el receso de 10 minutos para comer una barrita de cereal, acompañado por Emilia Pertossi. Frente a él, un victorioso Burlando atendía "en off" a los pocos periodistas acreditados para cubrir el juicio puertas adentro. "Esto es un show", se quejó uno de los padres de los imputados al reingresar a la sala, al tiempo que les dedicó una mirada de desprecio a los cronistas.
La avanzada contra los medios también se palpó en las declaraciones de los testigos convocados por Tomei. Agustín Costa Shaw, el psicólogo de parte convocado por la defensa, se encargó de aclarar que ninguno de los ocho aceptó someterse a las pericias psicológicas porque todos manifestaron temor por las filtraciones en los medios. Cada vez que el licenciado hacía referencia a los medios, los padres de los imputados -salvo el de Viollaz- miraban de reojo y con cierto desprecio a la derecha, el sector de la sala en el que se encontraba la prensa.
"Dale que ahora vamos nosotros", dijo en voz baja el padre de uno de los imputados cuando terminó la declaración del psicólogo. Segundos después, Mauro Pertossi (padre de Ciro y Luciano; además de tío de Lucas Pertossi y de Blas Cinalli, de quien además es padrino) entró por primera vez a la sala. Cuando Tomei le preguntó cómo habían viajado a Villa Gesell, el "padre de los Pertossi" expuso el estrecho vínculo que mantiene con Máximo, a quien mencionó como "Machu".
"Ellos viajaron en dos autos: en el del papá de Machu; perdón, de Máximo; y en el del papá de Matías Benicelli. Ellos estuvieron juntando dinero para poder irse de vacaciones. Nosotros en ese momento no podíamos ayudarlos", sostuvo, al tiempo que se quebró y fue asistido de inmediato con un vaso de agua por su hija, Emilia Pertossi; quien acompaña a Tomei en cada audiencia y trabaja desde los 18 años en su estudio, además de ser su ahijada.
En su declaración, el hombre sostuvo que por la presión social y la mediatización del caso perdió su trabajo de "más de 25 años" en la automotriz multinacional Toyota. Indicó que sigue sin poder conseguir trabajo y denunció que recibió amenazas antes del juicio: "Están hechas las denuncias, pero eso no importa... mientras sea por teléfono no pasa nada". Al tiempo que se lamentaba por su "complicado presente", los padres de Fernando se agarraban de la mano. No fue hasta que habló del asesinato que le clavaron una mirada fulminante: "Esto fue una desgracia. Mis hijos no son asesinos, son adolescentes... vagos, como les decimos en el barrio".
Mis hijos no son asesinos, son adolescentes... vagos, como les decimos en el barrio"
La Fiscalía y la querella no le dieron lugar al "circo de Tomei". Se negaron a hacerles preguntas, lo que aceitó la jornada. Tras su declaración, el hombre se sumó a las huestes de los padres de los "rugbiers". Lo recibieron de pie y con lágrimas en sus ojos el padre de Thomsen, el de Lucas Pertossi y el de Ciro y Luciano Pertossi. Llegaba ahora el turno de Eduardo Benicelli, padre de Matías. Al igual que su antecesor, no volteó la mirada para ver a los padres de Fernando; que se encontraban a menos de dos metros de distancia.
"¿Cómo afectó esto en su economía?", fue la primera pregunta que le hizo Tomei vinculada al crimen. Los padres de Fernando lo miraron fijo, no podían creer lo que estaban escuchando. D'Alessandro se puso de pie y siguió la audiencia contra la pared: en ningún momento les sacó la mirada de encima a los imputados. "Me arruinó el negocio", respondió el hombre, dueño de un taller de chapa y pintura en Zárate. "A mi señora le dicen 'puta' en la calle. La gente pide que lo lastimen a mi hijo en el penal", sumó. Thomsen volvió a llorar. Su hijo, en cambio, mantuvo su mirada fija en un punto neutro de la sala.
Mientras el testigo también se quebraba y no ocultaban sus lágrimas, el hombre miró por única vez al sector de la sala en el que se encontraban Silvino y Graciela. "Están queriendo curar un dolor terrible con otro dolor. No lo entiendo. El dolor no se cura con más dolor. Lo que pasó fue terrible, pero no lo podemos curar con más dolor", declaró, al tiempo que se quejó: "Tuve que cerrar hasta mis redes sociales por los insultos. No puedo seguir viviendo con guardias (periodísticas)".
Al terminar su exposición, el padre de Benicelli solicitó quedarse en la sala. "¡Fuerza, gordo!", fue la palabra de apoyo que recibió por parte del padre de Máximo Thomsen ni bien se sentó en el banco de madera. Mientras tanto, los padres de Fernando hablaban entre ellos y los policías que custodian desde el inicio del juicio a los "rugbiers" comenzaron a reírse entre ellos. Comelli, al enterarse de que la próxima en declarar sería su madre, comenzó a llorar y Emilia Pertossi volvió a pararse para darle unos pañuelos descartables.
María Alejandra Guillén siguió el hilo acordado con Tomei. Aseguró que su marido perdió el trabajo que tenía en una ferretería de Zárate por "culpa de esto" y sostuvo que no podía "ni salir a la calle". "Yo me había quedado sin trabajo en el 2019 e iba a abrir un local el año siguiente, pero con esto fue imposible. Recibimos llamadas y bueno, así estamos", se lamentó. Sobre el final de su escueta declaración, la mujer pidió "agregar algo más" y volvió a tomar la palabra: "Quiero aclarar que yo trabajaba y que no soy ninguna puta. Necesitaba decirlo. Fue tremenda esa palabra".
Los padres de Fernando se miraron. No podían creer lo que acababan de escuchar. Al igual que la madre de Máximo Thomsen, la de Comelli aprovechaba "su espacio" para cargar contra Burlando. "Si a mi hijo le dicen que es un hijo de puta, entonces me están diciendo puta a mí", explicó luego de declarar la madre del principal acusado. El abogado defensor no dio acuso de recibo, pero ese día los padres de los imputados se fueron "quebrados y en bloque". Todavía no lo sabían, pero sería la última vez que abandonarían caminando el Tribunal.
Las fotos del cadáver de Fernando y las reacciones dentro de la sala
Silvino y Graciela llegaron a la última audiencia luciendo una remera con la foto que se sacaron con Fernando en su último Año Nuevo y recibieron el cariño de un grupo de vecinos apostado en las cercanías del Tribunal. La recepción que recibieron los padres de los imputados fue antagónica: insultos, gritos y hasta escupitajos.
La mañana en la que declararon los peritos médicos convocados por Tomei, las sillas de los padres de la víctima estuvieron vacías. Ese día, los "rugbiers" y sus padres siguieron con atención las declaraciones. Ya no lloraban, ni se mostraban derrotados: siguieron el minuto a minuto con la cabeza en alto, incluso cuando se proyectaron las fotos del cerebro y del hígado de la víctima tras el ataque. Ciro Pertossi fue por más y hasta se contorsionó en su silla para poder mirar con atención cómo había llegado el cuerpo de Fernando a la morgue.
Mientras los presentes miraban con desagrado el estado en el que quedaron los órganos más afectados por la golpiza, la madre de Cinalli hacía un esfuerzo desmedido para poder ver la pantalla: la tapaban las gorras de dos de los policías que custodiaban a su hijo. El papá de Benicelli redobló la apuesta y se paró para mejorar su ángulo. El único que se diferenció en ese momento fue Máximo Thomsen, quien volteó en todo momento su cabeza para evitar las imágenes.
Todo cambió cuando se mostraron las fotos de la cara de Fernando. La famosa marca de la zapatilla de Thomsen regresaba a la sala. "Haga zoom por favor, así la podemos ver mejor", disparó uno de los peritos. En ese momento, Luciano Pertossi bajó su mirada. Su hermano, Ciro, seguía obnubilado con la cruda postal. Mientras Thomsen hacía esfuerzos para sostener su mirada lejos de la pantalla, Blas Cinalli mordía su barbijo.
Desde la banca de sus padres, las aguas también se dividieron cuando se mostró el rostro de la víctima: la mayoría no toleró la crudeza de la postal y bajó su mirada. Sólo cuatro mantuvieron el foco de atención: la madre de Cinalli, el padre de Thomsen, el de Benicelli y el de Viollaz. Estos últimos dos incluso comieron caramelos de miel y se sorprendieron cuando los periodistas, ubicados muchos de ellos en el mismo banco, les manifestaron desagrado en sus miradas.
"No, no", se la escuchó decir en voz baja a la madre de Comelli cuando el perito comparó la impronta de la marca que Thomsen le dejó a Fernando en su cara con un "sello". "Si agarro un sello grande y le pego a alguien en la cara, sólo va a dejar una marca si lo hago despacio", aseguró el perito. La declaración llamó por primera vez la atención de Thomsen, quien volteó su cabeza para mirar las imágenes. "Si le hubiera pegado fuerte, no sólo le dejaba un hematoma; habría lesiones más profundas. Pero eso no lo podemos saber, porque habría que haberle cortado esa parte de la cara a Fernando para determinar la intensidad del golpe".
La exposición de los peritos médicos fue técnica, extenuante y agotadora: duró más de cuatro horas. Ni los padres de los imputados pudieron esconder su cansancio. "¿Cuánto más?", se preguntaban entre ellos, mientras Burlando y Fabián Améndola iniciaban su interpelación. Los roces fueron constantes y sacaron de quicio a la presidenta del tribunal, que llegó a ordenarle a uno de los testigos: "Es simple la pregunta. Responda por sí o por no, no de más vueltas por favor". "Vaya doctor, cuando quiera le explico algo de la ley de ética profesional", le espetó con visible desprecio Burlando al perito cuando abandonaba la sala.
El día que la calle se hizo escuchar en la sala al grito de: "¡Perpetua, perpetua, perpetua!"
Después del cuarto intermedio llegó el turno de la declaración de Lucas Pertossi, acusado -además del homicidio- de haber sido quien grabó el inicio del ataque a Fernando. Sobre el cierre de su relato -dado que no aceptó responder ninguna pregunta-, cuando los medios televisivos anunciaban casi en cadena nacional que estaba declarando, el "afuera" comenzó a sentirse con fuerza dentro de la sala."¡Asesinos!", comenzó a corear el puñado de vecinos que, horas antes, ya había escupido a algunos de los padres. El imputado no dio acuso de recibo y continuó con su declaración, pero los familiares comenzaron a incomodarse. La madre de Thomsen, sentada al lado de una de las ventanas, intentaba ver a través de los postigos de madera qué sucedía frente al Palacio. Su ex marido, sentado justo frente a ella, chateaba por Whatsapp. Estaban desorientados.
Los gritos del afuera se intensificaron cuando Blas Cinalli tomó la palabra. "Quiero empezar diciendo que lamento mucho todo lo que pasó. Fue una tragedia. Falleció un chico de mi misma edad", arrancó, mientras desde afuera exigían ya con megáfonos: "¡Perpetua, perpetua, perpetua!". Durante los 11 minutos que duró el primer tramo de su declaración se escucharon de forma constante consignas como: "Llora, llora; llora, Thomsen, llora", "¡Asesinos!", "Hijos de puta", "Si no es perpetua, no es justicia".
El imputado de 21 años no dio en ningún momento acuso de recibo de lo que sucedía en la calle. Distinta fue la reacción de los padres, que no podían disimular su malestar. "A esto llegamos", disparó una de las madres, después de que una de las manifestantes tomó la voz cantante y comenzó a identificar con nombre y apellido a cada uno de los acusados.
Al igual que sus compañeros, Cinalli se negó a responder las preguntas de los abogados de los padres de Fernando. Pero el último rugbier que declaró en el debate tenía un as bajo la manga editado, claro, por Tomei. "Voy a responder preguntas de la fiscalía nada más. Pero antes quiero mostrar un video que muestra cómo el particular damnificado me estuvo insultando estos tres años", anunció el imputado.
En la pantalla se proyectó el mismo video que, una semana después, Tomei volvería a utilizar en su alegato: un clipping de las duras declaraciones que Burlando realizó desde que tomó el caso. Los padres de los imputados se pusieron todos de pie para verlo. Los de Fernando, en el otro extremo de la sala, lo miraron con el mentón levantado. Burlando, el señalado, no dio acuso de recibo: evitó, a diferencia de lo que haría días después, chicanas o más cruces.
"Esto es lo que viví durante tres años, una falta de respeto muy poco profesional. Una falta de respeto para mí, para mi madre y para todos los padres", disparó el imputado, antes de protagonizar otro tenso cruce con el fiscal Gustavo García:
Cinalli: "Sólo voy a responder temas relacionados a mi persona, para que sea más ágil". Fiscal García: "No tengo ningún apuro, lo digo por lo de la agilidad". Cinalli: "Yo tampoco tengo apuro".La jueza intervino después de las preguntas del fiscal y le preguntó a Burlando si lo iba a interrogar. "Voy a intentarlo", respondió el abogado, ante lo cual Cinalli remató: "Ya aclaré que no le voy a responder a usted". El aire ya era irrespirable dentro de la sala cuando la jueza ordenó su desalojo y dio por terminada la última audiencia.
"Estoy bien, estoy entera. Mi foco está puesto en la misa de hoy", reconoció Graciela en diálogo con BigBang, desde el pasillito en el que siempre se refugia durante los cuartos intermedios. "No me sorprendieron las declaraciones", sumó, en alusión a los crudos testimonios de Pertossi y Cinalli, quienes buscaron posicionarse como "víctimas" de un presunto ataque perpetuado por los amigos de Fernando, aquella madrugada del 18 de enero del 2020.
A pocos metros se encontraba uno de los mejores amigos de Fernando, quien asistió a todas y cada una de las audiencias del juicio. Parado a un costado de la sala, escuchó atento -tal y como lo hizo con los otros acusados que decidieron declarar- la "versión de los hechos" de los rugbiers. "¿Cómo me contuve? No lo sé", reconoció ya con un dejo de resignación. "De ellos no se puede esperar otra cosa", sumó.
"Sentimos el apoyo de la gente y el cariño. Al principio, pensé que era un celular en la sala. Después me explicaron que había gente afuera y que estaban acompañándonos a su manera. Yo lo único que quiero es que la Justicia actúe y que haya justicia por Fernando. Necesito poder darle a mi hijo un poco de paz, que finalmente pueda descansar en paz", reveló Silvino, también en diálogo con este portal.
"¡Nos entregaron!": la furia de los padres de los rugbiers tras el escrache y la visita al penal que se suspendió
Los mismos "20 manifestantes" que se apostaron sobre la Avenida Belgrano aguardaron con paciencia la salida de los padres de los imputados. Pese a que el clima ya estaba caldeado, los encargados de la seguridad no cambiaron el operativo y los hicieron salir del edificio por la entrada principal; aunque se podría haber aprovechado la salida de los padres de Fernando para que pudieran abandonar el Palacio por alguno de los otros dos accesos. Nada muy distinto a lo que se hizo con algunos testigos, como fue el caso de Alejo Milanesi; quien finalmente no declaró."¡Hijos de puta! Criaron animales, pidan disculpas", fue la arenga con la que comenzó el violento escrache a los padres de los imputados. Soportaron durante tres cuadras los gritos, insultos e incluso golpes de los manifestantes, quienes lograron su objetivo pese al vallado humano que orquestaron los efectivos policiales que debían escoltarlos a sus autos.
Ese día, como todos los miércoles desde el inicio del juicio, los imputados iban a recibir la visita de sus familiares en el penal. "Se decidió suspender todo por temor a más ataques. La visita se postergó un día, porque además está la misa que organizaron los padres en el anfiteatro", precisaron fuentes encargadas del operativo de seguridad a este diario.
"¡Nos entregaron!", fue la queja que elevaron los padres de los imputados después del escrache. Desde entonces, no sólo se reforzó el vallado emplazado frente al Palacio, sino que además los traslados de los familiares de los "rugbiers" quedaron a cargo de la Policía. Nunca más volvieron a ingresar caminando a las audiencias: la semana siguiente, durante las dos jornadas de alegatos, llegaron y se fueron en autos oficiales.
"¡Andate al fondo vos!": los alegatos y la pelea con los periodistas acreditados en el juicio
Después de cinco días sin actividad, Dolores volvió a agitarse el miércoles 25. Los alegatos de la Fiscalía y de Burlando coparon la agenda de la jornada más extensa de todo el juicio, que duró más de 11 horas. La noche anterior, Silvino y Graciela recibieron la visita de la madre Martha Pelloni y de Jimena Aduriz, la madre de Ángeles Rawson."Estar con ellos es, de alguna forma, resignificar mi pérdida. Me tuve que volver, pero pudimos compartir un ratito con Silvino y con Graciela", reveló ya desde Buenos Aires a BigBang Jimena. "Estuvimos todos juntos, pudimos hablar y acompañarlos. Mi idea es poder estar en la sala, pero no lo creo posible. Anoche Graciela me dijo: 'Mi hermano viajó de Paraguay y ni siquiera él pudo entrar'. Así que veremos", sumó Pelloni, al llegar al Palacio.
Ese día, la madre de las marchas del dolor pudo ingresar a la sala. También lo hicieron Inocencio, el hermano de Graciela; y su mujer, Olga. La capacidad estaba al límite, lo que tensó la relación de los padres de los imputados con los periodistas acreditados. Y es que, con el debate ya finalizado, todos pudieron entrar sin problemas y no dejaron ningún lugar disponible para los medios. Tampoco hicieron esfuerzo alguno para liberar espacio, hay que decirlo.
"No es mi problema", se la escuchó decir a una de las madres. Las miradas lo decían todo. A diferencia de la semana pasada, la guerra estaba declarada. A lo largo de los extensos alegatos de la fiscalía y la querella, la mayoría de los familiares de los rugbiers no ocultó su desprecio por los periodistas presentes, a quienes señalaron en sus declaraciones como los "creadores" de su calvario.
Las duras palabras del fiscal García lograron quebrar a algunos. Otros, como el padre de Lucas Pertossi, aprovechó el tiempo para buscar en su teléfono celular productos para comprar: le interesaban unas remeras de venta online y una cafetera eléctrica. Similar fue la actitud de Tomei, quien cerca de las 11.20 de la mañana pidió "salir cinco minutitos" de la sala. Volvió en menos de tres. Pero, en su afán por no demorarse, se subió la bragueta del pantalón dentro de la sala y frente a la hermana Pelloni, sentada en primera fila.
Mientras los padres de los rugbiers "coexistían" con los periodistas, los imputados no ocultaban su cansancio y malestar. Uno de los más alterados fue Comelli, quien no ocultó su malestar y tuvo que ser calmado por Emilia Pertossi. Otro que dio la nota fue Lucas Pertossi quien no ocultó su interés por ver (una vez más y en pantalla gigante) el video del inicio del ataque que él mismo grabó con su celular. "Mis amigos me cargan y me dicen Croniquita o intento de influencer, porque grabo siempre todo", se justificó en su declaración.
Fue la primera audiencia para la madre de Viollaz, quien había sido convocada como testigo, pero finalmente no declaró por decisión de Tomei. Se la vio, junto con la de Comelli, quebrada. La madre de Cinalli tuvo por primera vez compañía directa: su hija se sentó junto a ella durante toda la jornada. Los padres de Luciano y Ciro Pertossi se abrazaron de forma constante, al igual que los de Benicelli.
Durante el segundo cuarto intermedio, ninguno abandonó el Palacio de Tribunales. La hermana Pelloni salió un ratito para hablar con los padres de Fernando, pero se quedó dentro de la sala recibiendo el cariño de los distintos policías que se acercaban para saludarla. Mientras tanto, Burlando y su equipo almorzaban contrarreloj en el Club Social, el mismo lugar al que le negaron días atrás el ingreso a Tomei por "defender a los rugbiers".
El rechazo hacia Tomei, quien se hospeda a 40 kilómetros cada vez que viaja a Dolores, se hizo extensivo a los familiares de los imputados. "Nadie les quiere alquilar acá", reconocieron a BigBang. Thomsen padre, incluso, dejó de hospedarse en uno de los hoteles cuando "identificó" a otro de los huéspedes como uno de los periodistas acreditados en el juicio. "Hacían asados a la noche, nadie les decía nada y de un día para el otro se fueron. Después me enteré por la dueña del complejo que era porque yo me estaba hospedando ahí", explicó el cronista.
Antagónica fue la recepción que D'Alessandro, el amigo de Fernando, recibió en la calle. "¡Héroe!", "¡Fuerza!", "¡Se va a hacer justicia por tu amigo!", le gritaban cuando procuraba ingresar de nuevo al Palacio. Eran casi las tres de la tarde y todavía Burlando no había arrancado con su alegato, que se extendería pasadas las ocho y media de la noche.
Ese día, para deleite de los familiares, las cámaras de televisión fueron autorizadas para tomar durante al menos unos minutos imágenes de los imputados. La mayoría se cubrió el rostro y bajó la cabeza para evitar salir en las imágenes. Los únicos que no lo hicieron fueron la madre de Cinalli y el padre de Luciano y Ciro Pertossi.
Ni los imputados, ni sus familiares lo miraron a Burlando. Thomsen impostó indiferencia y centró su mirada en un punto neutro. Sólo Viollaz atinó a mover su cabeza para escucharlo. "Me irrita escucharlo", se quejó una de las madres de los acusados. Comelli se mostraba cada vez más irritado y, cuando el abogado los acusó de haber asesinado a un inocente, se dio vuelta con todo su cuerpo y le clavó la mirada.
El nuevo cuarto intermedio llegó cerca de las cinco de la tarde. "¿Quieren algo del kiosco?", les preguntó esta cronista a los padres de los imputados. No se lo esperaban, pese a que llevábamos más de ocho horas sentados en el mismo banco de madera. Se miraron desconcertados, en especial la madre de Thomsen. "No, gracias", atinó a decir la de Cinalli. "Gracias, qué amable", sumó la de Comelli. Hasta ese momento, el vínculo con la prensa acreditada seguía siendo álgido y por momentos tóxico.
La jornada del jueves comenzó a las 12 del mediodía, por expresa instrucción de la presidenta del Tribunal. Los familiares de los rugbiers volvieron a ingresar en autos oficiales y, pese a eso, no pudieron sortear los insultos de un grupo de vecinos de Lanús que se encontraba de vacaciones en Miramar y viajó a Dolores sólo para escracharlos.
Ese día, la pulseada por el espacio dentro de la sala alcanzó su punto máximo. "Disculpen, ¿les puedo pedir si me hacen un lugar?", les preguntó uno de los acreditados. "No, andate para el fondo", fue la violenta respuesta que recibió por parte del padre de Benicelli. "Bien, lo tomaré en cuenta", atinó a responder el cronista, sin ocultar su enojo por el tono y los modos.
Antes del inicio del alegato de Tomei, quien tomó la palabra fue la mamá de Fernando. Todos los padres la escucharon y la miraron a la cara, pero los únicos que lloraron fueron los de Viollaz. La nota la dio Máximo Thomsen, quien se quebró una vez más. Los únicos imputados que ni siquiera la miraron fueron Benicelli y Lucas Pertossi. "Cómo se nota que los asesoraron, che", ironizó la madre de uno de los amigos de Fernando.
El abogado defensor comenzó su alegato con el mismo video de Burlando que, un día antes, había pedido proyectar Cinalli durante su declaración. "¿Podría ponerlo más fuerte?", fue la chicana que recibió por parte del abogado defensor. "Esto es lo que quiere, show", se quejó uno de los padres de los imputados. "Hoy nos toca a nosotros", lo calmó el que se encontraba sentado a su lado.
Fue la audiencia en la que más ofuscado se lo pudo ver a Silvino mientras, en contraposición, los padres de los acusados celebraban cada una de las palabras de su abogado. Incluso se rieron a carcajadas cuando, producto de los nervios, Tomei se confundió el nombre de uno de sus defendidos: "Acá lo tenemos a Matías Pertossi".
Thomsen lloró durante las casi tres horas de alegato, pero su angustia se profundizó cuando su propio abogado lo citó: "Cómo la gente le va a creer a Máximo Thomsen, si es un monstruo, un asesino". En ese momento, el imputado fue consolado por Comelli, quien además le ofreció un vaso de agua y le dio unos pañuelitos de papel. "¿Estás bien?", le preguntó. "Sí", respondió con su cabeza.
"¿Será que los amigos de Fernando no vieron todo o se olvidaron de una parte de la historia?", se preguntó en su alegato el abogado. D'Alessandro y su madre lo miraban fijo. "Me contuve demasiado. Presté atención porque si ya llegaba a mentir sobre mi hijo estallaba y no me importaba si me echaban de la sala. Pero me contuve", reconoció horas después a este portal la madre del amigo de la víctima.
Tomei también lo atendió a Burlando en otro de sus pasajes. "Me olvidé de algo importante. Esto de no leer hace que mi memoria falle un poco", ironizó el abogado defensor, el mismo que elevó su queja al Tribunal cuando su rival mediático leía su alegato. "Estuvo bien", celebraron los padres de los imputados, que en ningún momento ocultaron su desprecio hacia la querella.
La situación se repetiría sobre el final de la jornada, cuando Tomei se acercó a hablar con los padres de sus defendidos una vez culminado su alegato. "¿Estuve bien?", les preguntó en voz alta y con una visible sonrisa en su rostro. Ante las felicitaciones que recibió por parte de la mayoría de los padres, en especial la del padre de Thomsen y la madre de Cinalli, el defensor de los rugbiers volvió a chicanear a Burlando: "¡Y eso que no lo leí!". Todo esto, claro, a pocos metros del lugar en el que todavía estaban sentados Silvino y Graciela.