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La sospecha de la zona liberada

Autopsia y un relato que se desmorona: la macabra trama detrás del doble crimen en Florencio Varela

El informe forense reveló que no hubo violación y que a los adolescentes los golpearon en la cabeza durante más de media hora.

12 Febrero de 2025 09:43
En el caso de Paloma Gallardo de 16 años, la causa de la muerte es "lesión cerebral", con "fractura de cráneo" y "traumatismo encefalocraneal grave"

Un descampado, dos adolescentes asesinados y un misterio que cada día se enreda más en las sombras de la impunidad. Paloma Gallardo y Josué Salvatierra, de 16 y 14 años, fueron brutalmente golpeados hasta la muerte el pasado 30 de enero en Bosques, partido de Florencio Varela. La investigación, plagada de irregularidades, dio un giro inesperado: la Policía Bonaerense fue apartada del caso por sospechas de encubrimiento y una posible zona liberada. Mientras tanto, las familias claman por justicia en medio de un torbellino de hipótesis encontradas, falsas denuncias de abuso sexual por parte del padre de una de las víctimas y pistas que parecen desvanecerse.

La autopsia de los dos adolescentes muestra que en ambos cuerpos había signos de fractura

Desde el inicio, la actuación policial dejó más preguntas que respuestas. Los rastrillajes para encontrar a los chicos no comenzaron a tiempo, a pesar de las denuncias de desaparición presentadas el mismo día en que se los vio con vida por última vez. No hubo búsqueda, no hubo patrullaje, no hubo apuro. Pero sí hubo fuego: una vecina denunció que vio a dos agentes prender llamas en el lugar donde luego hallaron los cuerpos. ¿Borrar pruebas? ¿Encubrir a alguien? La escena del crimen se encontraba a apenas doscientos metros de la comisaría local, y sin embargo, la policía no los encontró. Fue un menor quien tropezó con la macabra verdad el 1° de febrero al mediodía.

Ante semejantes inconsistencias, el fiscal Hernán Bustos Rivas tomó una decisión drástica: apartar a la Bonaerense de la investigación y entregar el caso a la División Homicidios de la Policía Federal. El abogado de la familia de Josué, Carlos Guillermo Diéguez, había solicitado esta medida, aludiendo a una red de encubrimiento policial vinculada a la protección de narcos que operan en la zona. "Los mataron porque vieron algo", aseguró con firmeza. Como si la investigación no estuviera ya empantanada, el fiscal Bustos Rivas también decidió apartarse del caso, alegando amenazas y agravios por parte del abogado querellante. 

Los chicos estaban desaparecidos desde el jueves pasado.

La causa, entonces, quedó a la deriva, a la espera de que la Fiscalía General de Quilmes designe un nuevo equipo que logre destrabar un expediente que, por ahora, no tiene sospechosos claros ni pruebas contundentes. El robo seguido de homicidio es la hipótesis oficial, pero las familias no la aceptan. "¿Quién mata a dos chicos en pleno día por una mochila y dos celulares? Esto fue otra cosa", insisten los padres de Josué.

Los padres de Paloma sostuvieron desde el primer momento que la adolescente había sido víctima de abuso sexual antes de ser asesinada. Su padre, Omar Gallardo, describió en entrevistas detalles escalofriantes sobre lo que vio en el cuerpo de su hija, pero la autopsia contradijo sus palabras. El informe forense reveló que no hubo violación. Sin embargo, lo que sí confirmó fue una brutalidad extrema: a Paloma y a Josué los golpearon en la cabeza durante más de media hora antes de matarlos.

La actuación policial dejó más preguntas que respuestas.

El horror no termina ahí. La escena del crimen no concuerda con los hechos: los investigadores creen que los adolescentes fueron asesinados en otro lugar y luego trasladados al descampado. Y si hubo fuego en el sitio donde aparecieron, ¿qué se intentaba ocultar? Entre encubrimientos, fiscales que renuncian y teorías cruzadas, la historia de Paloma y Josué se convierte en una pesadilla que pone en jaque a todo un sistema. ¿Quiénes los mataron? ¿Por qué la policía nunca los buscó? ¿Qué vieron esa tarde que les costó la vida? Las familias de los adolescentes exigen respuestas mientras pelean contra un manto de impunidad que amenaza con dejarlos sin justicia.

El crimen de Paloma y Josué es más que un caso sin resolver. Es el reflejo de una maquinaria corrupta que, una vez más, parece querer esconder la verdad bajo las cenizas de un fuego que todavía no se apaga.