La captura de Ibar Pérez Corradi está plagada de ribetes cinematográficos. Como si no alcanzara con el tiempo que estuvo prófugo, ahora se suma el particular método que utilizó para seguir eludiendo a la Justicia: borrar sus huellas dactilares.
Las manos de Pérez Corradi, con los signos evidentes del raspaje en las yemas de sus dedos.
Fuentes del ministerio de Seguridad confirmaron a BigBang que el hombre sindicado como el autor intelectual del Triple Crimen de General Rodríguez pagó 50 mil dólares por un raspaje en sus manos.
Ante este dato, surge la pregunta sobre si la identidad puede hacer desaparecer de esa manera.
La amplia mayoría de los seres humanos nacen con una serie de huellas dactilares que permanecen intactas durante toda la vida.
En su gran mayoría, las huellas dactilares permanecen intactas toda la vida.
Esos patrones, que expertos citado por la BBC llaman surcos de fricción, se encuentran no sólo en la yema de los dedos, sino también en las falanges y las palmas de las manos, más los dedos y la planta de los pies.
Si bien los patrones de las mismas son permanentes, se pueden llegar a gastar. Sin ir más lejos, los obreros que trabajan con ladrillos y aquellas personas que lavan platos con mucha frecuencia pueden perder algunos detalles.
Sin embargo, está comprobado que una vez que dejan de realizar estas actividades, los surcos vuelven a aparecer.
Los surcos son la clave.
A lo largo de la historia, mucha gente ha intentado cambiar sus huellas dactilares de manera artificial. Un corte a través de la capa externa de la piel -la epidermis-, hasta llegar a la dermis ocasiona una cicatriz que puede modificar la huella, pero que no la vuelve menos única.
Hay casos famosos como el del gángster John Dillinger, quien en 1930 quemó la punta de sus dedos con fuego y ácido. Sin embargo, el método funcionó apenas durante un tiempo ya que luego la piel volvió a nacer.
El famoso gangster John Dillinger se quemó la punta de los dedos con fuego y ácido.
Otro famoso criminal, Robert Phillips, realizó un famoso injerto en sus dedos con piel de su pecho para borrar sus impresiones dactilares, pero logró ser identificado por las huellas de las palmas de sus manos.
Otros han intentado untar sus dedos con goma de pegar y esmalte de uñas, aunque finalmente fueron las palmas de sus manos las que los terminaron delatando.
Según el experto Allen Bayle, autor de un manual sobre las manos de los muertos que utiliza la policía de Reino Unido, los surcos de fricción duran incluso mucho tiempo después de la muerte.
“Si una mano es hallada en el agua, es posible observar cómo la epidermis comienza a despegarse de la dermis como si fuese un guante. Sé que esto va a sonar espantoso, pero si la mano está muy maltratada, corto la epidermis y meto mi propia mano en ese guante para intentar identificar las huellas”, explicó.
“Muchas veces, los peces han mordido una buena parte de la epidermis. Sin embargo, los surcos aún pueden hallarse debajo de esa capa. Si eso se ha perdido, se puede intentar con la dermis. Por cada pliegue de la epidermis, hay dos en la dermis. A eso le llamamos efecto riel”, agregó.
Las huellas dactilares identifican a las personas.
La velocidad con la que una mano se desintegra en el agua depende de muchos factores, uno de los cuales es la temperatura. “Si está muy fría, se puede mantener intacta por mucho tiempo”, apuntó Bayle.
“Podemos moldear (el dedo), con látex, por ejemplo, y luego podemos teñir ese molde. O también se puede teñir la dermis y enrollarla en algo con forma de dedo. Una vez que tengamos algunos surcos, podemos colocarlos en la computadora”, detalló.
El especialista concluyó con un dato que quizá ignoraba el -hasta hoy- hombre más buscado de la Argentina: “Una de las últimas cosas en desaparecer cuando uno muere son las huellas dactilares, son muy durareras”.