24 Abril de 2025 09:29

El silencio de una casa en Luján fue interrumpido este miércoles por el golpe seco de una puerta al abrirse. Afuera, efectivos encubiertos aguardaban con precisión quirúrgica el momento exacto para ingresar. En minutos, el rostro de Natalia Castillo, de 37 años, quedó al descubierto. Las esposas sellaron un final largamente esperado: la mujer fue detenida, acusada de haber vendido a su propia hija como parte de una "dote" y de haberla entregado a un infierno de abusos, encierro y dolor.
La escena, que parece salida de una crónica medieval, es parte de una investigación iniciada hace casi un año en la provincia de La Rioja, cuando L.T., una joven que hoy es mayor de edad, logró escapar del encierro al que había sido sometida durante años. Su testimonio estremeció a las autoridades: contó que había sido retenida contra su voluntad, maniatada con cadenas y abusada reiteradamente por su propio tío, Carlos Castillo, integrante de la comunidad gitana.
Pero el horror no terminaba ahí. Las pesquisas posteriores revelaron que también había sido víctima de abusos por parte de su tía, Natalia Yancovich. Y detrás de todo, como en el epicentro de una pesadilla, emergía la figura de su madre: Natalia Castillo, la mujer que debía protegerla, y que en cambio -según la causa- la entregó como parte de una transacción oscura, un pacto siniestro disfrazado de "dote", a cambio de una suma de dinero que aún no ha podido determinarse.
La historia comenzó a desentrañarse el 28 de mayo de 2024, cuando el Departamento de Trata de Personas de la Policía de La Rioja tomó conocimiento del caso. Lo que encontraron fue devastador: una joven esclavizada, tanto física como emocionalmente, dentro de un domicilio que parecía congelado en el horror. Desde entonces, se emitieron órdenes de detención contra todos los responsables, pero Natalia Castillo y Natalia Yancovich lograron mantenerse prófugas... hasta ahora.

El operativo que llevó a la detención de Castillo fue el resultado de una coordinación minuciosa entre la Policía riojana y la DDI de Luján. Gracias a tareas de inteligencia, lograron dar con su paradero: una vivienda sobre la calle Mendoza al 2400. A través de una vigilancia encubierta, esperaron el momento justo. Castillo fue arrestada sin resistencia cuando salía del domicilio. En el lugar también fue identificada y asistida L.T., quien tras cumplir la mayoría de edad había intentado comenzar una nueva vida en Luján, lejos de las sombras de su pasado. Pero las heridas siguen abiertas. El cuerpo puede sanar; el alma, a veces, tarda más.
Los detalles que emergen del expediente judicial son espeluznantes. No solo por los abusos físicos, sino por la trama cultural, económica y familiar que rodeó a la joven. Una familia convertida en red de trata. Un hogar convertido en prisión. Hasta ahora, ni Castillo ni Yancovich han brindado declaración formal ante la Justicia. El tío, Carlos Castillo, aún no ha podido ser detenido. Las autoridades continúan con la búsqueda. Mientras tanto, la sociedad vuelve a enfrentarse con una realidad que muchas veces prefiere no ver: la trata de personas no siempre se oculta en redes internacionales o fronteras remotas. A veces, habita dentro de una casa y lleva el mismo apellido que sus víctimas.