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Cuál es la incógnita que la condena a Nahir no devela

03 Julio de 2018 12:54
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Nahir Galarza, de sólo 19 años, fue condenada hoy a prisión perpetua por el crimen de su novio, Fernando Pastorizzo, en la ciudad de Gualeguaychú, en la madrugada del 29 de diciembre, cuando le pegó dos tiros con la pistola reglamentaria de su padre, policía en la provincia de Entre Ríos.

“El tribunal consideró como probado que Fernando recibió un primer disparo en la espalda, a quemarropa,y un segundo disparo de frente, cuando se hallaba  mortalmente herido en el piso, con la moto por encima de sus piernas, que ingresó por la parte anterior del tórax. Ambos disparos en modo alguno fueron accidentales o involuntarios, sino que se trataron de intentos dirigidos a menoscabar la vida de Fernando Pastorizzo. Así, ha quedado destruida la hipótesis de la defensa material y técnica que se produjeron de manera involuntaria”, dijo el juez  Mauricio Derudi.

Galarza se convirtió en la mujer joven más de la historia criminal argentina en ser condenada a prisión perpetua por homicidio. Los jueces consideraron un agravante la relación de pareja que mantenían los dos chicos, pero rechazaron la alevosía planteada por las querellas: pese a que el primer disparo fue recibido por Fernando de espaldas, cuando no tenía posibilidad de defenderse.

Los tres jueces  -Mauricio Derudi, Arturo Exequiel Dumón y Alicia Vivian- no tomaron como atenuante la violenta relación que tenían los jóvenes. Nahir se presentó como víctima de violencia de género, aseguró que Pastorizzo la hostigaba todo el tiempo y que podía llegar a llamarla más de cien veces en un día. Sólo su madre y su abuela la respaldaron cuando declararon como testigos.

Nahir aseguró que Fernando no era su novio, pese a que admitió que mantenía relaciones sexuales con el joven en forma periódica. También su familia sostuvo que no eran novios, pero nunca pudieron explicar de forma convincente porque lo habían llevado de vacaciones a Brasil.

Los jueces descartaron el atenuante de la violencia en la pareja para dictar una condena menor, algo que suele ocurrir cuando una mujer mata a su pareja, con la que convive, y es sometida a maltratos y abusos. Se entiende que se produzca “un estallido”.

Y esta es la cuestión central de este caso: Galarza podría haber puesto fin a la relación de otra manera, no con disparos de una pistola 9 milímetros. Si era hostigada podría haber hecho una denuncia y dar intervención a la Justicia, un mundo que no le es ajeno como estudiante de abogacía y con su padre policía. Pero no lo hizo.

No estaba obligada a seguir la relación, como muchas mujeres sienten cuando viven bajo un mismo techo con un hombre violento. Una de sus amigas admitió en el juicio que junto a Nahir le habían pegado a Fernando, días antes del crimen. Y el joven admitió que su novia le pegaba, según un audio que se filtró en estos días.

Lo que la sentencia no explica, y quizás nunca nadie lo explique, es porque Nahir decidió que la única salida era la muerte de Fernando. Como la estudiante de Derecho resolvió que la pena de muerte de su novio era la solución a la conflictiva relación es la incógnita más grande que queda.

Se trata de una tragedia por partida doble: la muerte de Fernando, de 20 años, y la prisión perpetua de Nahir, de 19. Cuando recupere la libertad será una mujer adulta. Ni la lectura de todos los tratados de derecho penal y teorías de criminología alcanzarán para explicar el destino que eligió ese 29 de diciembre en una calle de tierra del pueblo que la vio nacer a pocos metros de la casa de su abuela.