07 Diciembre de 2015 12:00
En pocos casos policiales se hicieron las cosas tan mal como en la investigación que siguió al asesinato de Nora Dalmasso. Una escena del crimen contaminada, vínculos con el poder que enturbiaron el camino a la verdad, un “perejil” acusado a las apuradas e implicaciones que alcanzaron a personas inocentes son apenas algunos de los escollos que hoy, a nueve años del crimen, hacen que prácticamente no se sepa mucho más que el día en el que el cuerpo de Nora, de 51 años, fue encontrado en su casa de Río Cuarto (Córdoba).
Nora junto a su marido Marcelo y uno de los hijos de la pareja, Facundo.
La mujer había sido estrangulada con un lazo realizado con el cinturón de una bata y un total insólito de 27 personas pasó por la escena del crimen, que terminó tan dañada que (por ejemplo) nunca se pudo determinar si la víctima había sido violada o tuvo relaciones sexuales consentidas.
Javier Di Santo, el fiscal que se hizo cargo del caso, saltó entre diferentes hipótesis y acusados con una gran desorientación. Primero pensó en un crimen derivado de un juego sexual violento, para luego hipotetizar sobre un amante despechado y eventualmente imputar a Gastón Zárate, un albañil que había trabajado en la casa de Nora y a quien ninguna prueba vinculaba con el crimen.
De manera insólita y basándose en un perfil de ADN, al mismo tiempo Di Santo apuntó el dedo hacia Facundo Macarrón, el hijo de Dalmasso, para luego esbozar la idea de que el autor del crimen había sido un sicario colombiano. Facundo demandó al Estado por la acusación falsa, el fiscal terminó renunciando y fue reemplazado recientemente por Daniel Miralles, quien rescató una de las primeras hipótesis del caso. Así, el sospechoso vuelve a ser un empresario cordobés, aún no identificado, quien habría sido amante de Nora.
Pero este no es el único caso de homicidio encerrado en un laberinto aparentemente imposible de resolver. En los últimos 10 años, varios casos se han encontrado sin culpables condenados. Aquí, un repaso por los más resonantes. Como dicen los peritos, “tiempo que pasa, verdad que huye”.
Candela Rodríguez
Si bien los sospechosos del asesinato de Candela Sol Rodríguez están detenidos, la fecha del juicio para determinar su culpabilidad nunca terminó de establecerse y aún se espera. De esta manera, sigue sin encontrar resolución favorable una cadena de errores que comenzó inmediatamente después del secuestro de Candela, de 11 años, en la esquina de su casa en Hurlingham.
Carola Labrador, madre de Candela, cuando su hija era aún buscada.
Errores policiales
Ese 22 de agosto de 2011, la Policía Bonaerense actuó de manera errática, allanando lugares sin éxito y difundiendo públicamente las llamadas que los captores de la nena le realizaban a su madre. El hallazgo del cuerpo, finalmente, tampoco vino de parte de efectivos policiales sino que fue efectuado por una cartonera que revolvía basura. Policías, fiscales y hasta un juez terminarían siendo investigados por el deficiente manejo de la investigación.
Finalmente, se terminó deteniendo a cinco personas, entre ellas al supuesto autor material del hecho: Hugo Bermúdez, quien habría violado y asfixiado a Candela. Leonardo Jara, Fabián Gómez, Néstor Altamirano y Gladys Cabrera serían sus cómplices en lo que se sindicó como una venganza contra el padre de la nena. Bermúdez y Jara fueron liberados en una escandalosa resolución que luego se revirtió. Y la supuesta participación de policías corruptos en la trama, algo que se sospechó fuertemente, nunca terminó de probarse.
Solange Grabenheimer
La imposibilidad de determinar con certeza la hora del crimen fue el punto que terminó haciendo desmoronar toda posible resolución en el homicidio de Solange Grabenheimer, ocurrido en el 2007. El 10 de enero de ese año, el cuerpo de la joven fue encontrado con puñaladas y signos de estrangulamiento al lado de la cama. Las miradas pronto se volvieron a una sospechosa lógica: Lucila Frend, amiga y compañera de vivienda de la víctima, que fue llevada a juicio.
Solange Grabenheimer (derecha) y su amiga Lucila Frend.
Pero fue allí donde la acusación se quebró. El médico forense de la Policía Bonaerense Eugenio Aranda, declaró que Solange había sido asesinada entre la 1 y las 7 de la mañana, horario en el que Lucila se encontraba en la casa. Pero el médico terminó siendo denunciado por falso testimonio: los abogados de la acusada adujeron que había declarado horarios distintos a lo largo de la causa.
El testimonio del médico legista Julio César Julián, subcomisario de la División Homicidios de la Bonaerense, favoreció aún más a Frend, determinando que Grabenheimer murió entre las 10 y las 13, cuando la acusada ya estaba en horario laboral. El resultado fue la absolución de Lucila en el juicio y, así, el crimen quedó sin culpables.
Luis Emilio Mitre
Cuando Luis Emilio Mitre apareció muerto por asfixia en su departamento de Recoleta, el 4 de enero del 2006, la alcurnia del fallecido ya auguraba un caso complicado. El hombre era nada más y nada menos que el hermano de Bartolomé Mitre, director del diario La Nación.
El cuerpo fue encontrado con golpes y una bolsa en la cabeza, y e determinó que había sido atacado cinco días antes muy probablemente por más de una persona. El hecho de que la bolsa hubiera pertenecido al mismo hogar y que Mitre tuviera las manos atadas con los cordones de sus zapatos apuntaba a un hecho espontáneo, improvisado, sin premeditación.
Luis Emilio Mitre, en una de las pocas imágenes que se conocen de él.
La casa estaba revuelta y faltaban objetos de valor, por lo cual no fue descabellado pensar en un crimen en ocasión de robo. Sin embargo, la puerta no había sido violentada y a todas luces la víctima conocía a sus asesinos. Es por eso que, en un principio, se apuntó a la teoría de que dos taxi boys habían ingresado al departamento con la anuencia de Mitre, para luego robarle y matarlo. Incluso hubo una descripción de dos sospechosos jóvenes realizada por un vecino.
“Tiempo que pasa, verdad que huye
Sin embargo, el único detenido en el marco de la investigación fue Gaspar Chiappetta, ex novio de la víctima, de quien nunca se pudo probar alguna clase de participación en el crimen. Tiempo después, Chiappetta dirigió sus dardos hacia los hermanos de la víctima y habló de que alguien podría haberse sentido ofendido al ser excluido del testamento de Luis Emilio. Tomás González, ex pareja de Mitre y Paula Lamarca Mitre, sobrina del fallecido e integrante de la querella en la causa, sumaron su voz a las dudas acusando al clan de encubrimiento. Y la resolución del crimen se sumergió en las sombras.
Marianela Rago Zapata
Un acusado sobreseido y un auténtico callejón sin salida de pistas son los saldos, cinco años después del asesinato de Marianela Rago Zapata. La estudiante, proveniente de Tierra del Fuego, fue degollada y apuñalada brutalmente en su departamento el 28 de junio de 2010, mientras Argentina se colgaba de los televisores siguiendo el Mundial de Sudáfrica.
Marianela Rago Zapata tenía 19 años cuando fue asesinada.
Una gota de sangre en el pantalón de Marianela, una huella digital en una lata de gaseosa, saliva masculina en una colilla de cigarrillo y una remera verde abandonada en la cocina son las pistas principales que jamás pudieron relacionarse con ninguna de las personas presentes en la casa de la víctima en la noche que ocurrió el asesinato, durante la cual la chica estuvo transitando una “previa” para ir a bailar. Tampoco corresponden a Francisco Amador, su ex novio, quien estuvo preso dos semanas por el caso y sumó tres sobreseimientos, ya que nunca se pudo probar ni siquiera que estuviera presente en la escena del crimen.
La única conclusión a la que se llegó es que alguien subió con Marianela a su departamento esa noche luego de que la joven volviera de bailar, cometió el asesinato y se llevó el arma homicida, un reproductor de DVD, una notebook, un juego de llaves y el celular de la víctima. Pero la pesquisa está tan congelada que ha vuelto al punto cero: el último dato de la investigación es un comunicado pidiendo que, si alguien conoce algún dato que pueda esclarecer este homicidio se contacte con la Justicia o la Policía Federal Argentina (PFA).