Un mes y tres días después de la condena por la autoría intelectual del crimen de María José Coni y Marina Menegazzo, el Fiscal General de Ecuador, Galo Chiriboga, confirmó la detención de dos nuevos sospechosos. Según pudo confirmar BigBang, las aprehensiones llegan luego de una ronda de análisis genéticos que se realizaron en el marco del segundo juicio iniciado a pedido de los familiares de las mendocinas asesinadas en febrero en la ciudad de Montañita.
María José y Marina Menegazzo fueron asesinadas en febrero en la ciudad surfera Montañita.
“Estamos en condiciones de confirmar que hay dos nuevos detenidos, pero todavía no sabemos quiénes son”, precisó a BigBang Hernán Ulloa Ordóñez, abogado de los Coni y Menegazzo. “Las detenciones se dieron después de una ronda de análisis genéticos a la que fueron sometidos nuevos sospechosos”, aclaró.
Alberto Segundo Mina Ponce y Aurelio Rodríguez fueron condenados a 40 años por el doble crimen.
El encargado en difundir la noticia fue el Fiscal General ecuatoriano. “Otros dos posibles implicados en la muerte de las ciudadanas argentinas fueron detenidos. Tras la primera sentencia garanticé seguir investigando lo sucedido”, publicó en su cuenta de Twitter, luego de que se lo criticara con dureza por anunciar el hallazgo de los cuerpos en las redes antes de hablar con las familias.
“Este no es el final. Todavía hay muchas incógnitas que responder, nadie explicó por qué las mataron días distintos”, había advertido a BigBang Gladys Steffani, la madre de la mayor de las mendocinas, días después de que la Justicia ecuatoriana condenara a Alberto Segundo Mina Ponce (34) y Aurelio “Rojo” Rodríguez (39) a 40 años de prisión por el doble femicidio.
Steffani, mamá de Majo, fue quien impulsó la apertura de una segunda investigación para dar con los cómplices.
Inmediatamente después de la sentencia, la Justicia ecuatoriana dio inicio a una segunda investigación, también a cargo de la fiscal María Dolores Coloma Pazmiño. ¿El objetivo? Identificar a quienes pudieran haber ayudado a los condenados a cometer el desgarrador crimen de las adolescentes argentinas. “Es imposible de que ellos sólos hayan hecho todo esto”, advirtió en su momento Steffani.
El brutal crimen de Marina y Majo
Las chicas habían llegado a mediados de enero a Ecuador junto a sus amigas y compañeras de viaje, Sofía Sarmiento y Agustina Cano. El grupo había partido a mediados de enero en micro desde Mendoza. Visitaron Chile, Perú y compartieron un mes en el último destino elegido para el viaje.
Una foto publicada por Maria Jose Coni (@mariajose.coni) el 9 de Feb de 2016 a la(s) 4:10 PST
El grupo se dividió el 15 de febrero, cuando Sarmiento y Cano se despidieron por última vez de sus amigas en la ciudad de Cuenca (para leer la nota El adiós de Montañita: 'Amiguitas, nos vemos a la vuelta', hacé click acá). Tras una noche en la ciudad de Guayaquil, Marina y Majo regresaron al paraíso surfero, Montañita. El mismo que habían visitado hacía dos semanas en grupo.
Las chicas se hospedaron las últimas 11 noches en el hostel JN. Pagaban 10 dólares diarios.
En esa oportunidad, las chicas decidieron cambiar de hostel y se instalaron en el precario JN. Allí permanecieron las últimas once noches que estuvieron vivas. “No les había gustado el primero en el que se hospedaron porque les dijeron que vendían droga, por eso decidieron irse a otro ubicado en el centro”, advirtió a BigBang Steffani.
La rutina era siempre la misma. Se despertaban a las diez de la mañana, iban al mercado, preparaban ensalada de frutas en el hostel y luego salían a vender por la playa. “Durante el viaje les dijeron que era buena la playa para ganar plata vendiendo cosas. Según nos contaron, ese fue uno de los principales motivos por los que andaban allí”, recordó Antonio Fica Flores, un turista chileno que compartió los últimos días con vida de las chicas.
Las chicas la noche antes de ser secuestradas.
Vendían los vasos frutales a dos dólares cada uno y regresaban al hostel, por el que pagana diez dólares diarios. Por la tarde solían disfrutar de la playa y frecuentaban la “calle de los cocktails”, la avenida céntrica del pequeño pueblo cargado de boliches, bares y turistas. “Siempre fueron muy tranquilas y precavidas”, destacó a BigBang Antonio, quien abandonó el paraíso surfero la noche anterior al brutal crimen.
El último día con vida
La última comunicación de Marina y María José con sus familias tuvo lugar el lunes 22 de febrero, cuando anunciaron pasado el mediodía que abandonarían Montañita para emprender el regreso a la ciudad de Guayaquil, para luego seguir viaje a Lima, quedarse dos días en Santiago de Chile y llegar a Mendoza “entre el 27 y 28” de ese mismo mes. Pero sus familias nunca las vieron bajar en la terminal provincial.
Las chicas vendían ensalada de frutas en la playa. La cobraban dos dólares.
Según consta en la reconstrucción oficial del crimen, las turistas mendocinas hicieron el check out del hostel pasadas las 14 y se dirigieron rumbo a la puerta del bar Sin Fronteras, ubicado a pocos metros de una de las salidas a la Ruta del Spondylus, que conecta toda la vía costera de Ecuador. Tardaron una hora y media en caminar las diez cuadras que las separaban. Allí, el primer agujero temporal que todavía nadie pudo explicar.
La puerta del bar "Sin Fronteras", el último en el que se las vio con vida.
“Rojo las vio en la puerta cerca de las siete de la tarde y ellas le dijeron que no tenían dinero porque les habían robado en el hotel. Me pidió que las ayudara. Me dijo: 'Ayúdalas tú que pasas (vivís) solo y no hay nadie en tu casa'. Cogieron un taxi y se fueron a mi casa”, detalló Mina Ponce, uno de los condenados, en su tercera declaración judicial a la que BigBang accedió en exclusiva (para leerla completa, click acá).
Uno de los cuchillos utilizados por el homicida.
“Los llevé a los tres hasta la casa amarilla y no hablaron en todo el viaje. La casa es del moreno”, precisó el conductor del taxi en alusión a la propiedad de Mina Ponce, ubicada en Nueva Montañita, a sólo 2.5 kilómetros del centro de la ciudad. Pero las autopsias de las chicas a las que tuvo acceso este medio (para conocer los detalles, hacé click acá), confirmaron que habían sido drogadas y que se encontraban bajo el efecto de la llamada burundanga al momento de morir.
Esa es una de las principales sospechas que todavía tiene la familia. “No hay forma de que hayan ido a la casa de este hombre de modo voluntario. Las chicas fueron drogadas”, disparó Steffani. “Que las hayan drogado confirma, además, el móvil sexual detrás del crimen”, sumó Ulloa Ordóñez.
La ruta que tomó el homicida para llevarlas a su casa.
Según el relato de la dueña de un kiosco ubicada a pocos pasos de la casita amarilla que horas más tarde se convertiría en un baño de sangre (para conocer los detalles de la escena del crimen, hacé click acá), las chicas fueron con “Rojo” a comprar unas bebidas. La mayor de las turistas pagó con diez dólares su refresco, por lo que también se derrumba la teoría de que estaban sin dinero por un robo: el viaje en micro a Guayaquil cuesta sólo seis (el directo y más costoso) y la noche en el hostel JN en el que se hospedaban, diez dólares.
El hallazgo de los cuerpos y el secuestro de Marina
A partir de ahí, lo único que se sabe de las chicas salió de boca de los hoy autores intelectuales (para leer las declaraciones completas ylas nueve contradicciones que los condenaron, hacé click acá). Tres días más tarde, un bañista divisó un bulto en la playa. Era el cuerpo de Majo, quien, según la autopsía, fue asesinada la misma madrugada del 23 de febrero. El cuerpo de Marina sería encontrado dos días después, a sólo 40 metros.
Los cuerpos de las chicas fueron encontrados en un matorral próximo al mar.
Según la segunda autopsia practicada el 22 de febrero en el Centro de Investigación de Ciencias Forenses de Cuenca, la menor de las mochileras todavía se encontraba viva cuando las autoridades hallaron el primer cuerpo. Llevaba 48 horas cautiva y fue asesinada ese mismo día.
Los restos de las chicas fueron enterrados en el enterrados en el cementerio privado Luján de Cuyo.
“Hay una diferencia de aproximadamente 48 horas entre ambas muertes”, reconoce Gladys, cuya afirmación se sostiene en el expediente y anticipó en exclusiva BigBang. “Eso quiere decir que Marina seguía con vida cuando mataron a mi hija”.