Fue el caso que más profundamente sacudió a la sociedad cordobesa durante varios años y aún hoy deja oir su eco: la desaparición de la pequeña Martita Stutz cumple hoy 80 años.
Martita tenía 9 años cuando desapareció.
La pesadilla para la familia de la niña de 9 años comenzó el 19 de noviembre de 1938, cuando llegó desde el colegio Alejandro Carbó, se quitó el guardapolvos y volvió a salir para comprar una revista infantil en un kiosco.
Las horas pasaron y la incertidumbre se tornó desesperación para Arnoldo Stutz y su esposa Eudora Ceballos: Martita no regresaba. El kiosquero aseguró que la vio cruzar la calle en dirección a su casa.
¿Abuso y asesinato?
Toda la ciudad de Córdoba se lanzó a la búsqueda de la niña, que llevaba un vestido azul y un moño blanco cuando desapareció. Rabdomantes, videntes y todo tipo de charlatanes comentaban el caso, mientras la policía dragaba el arroyo La Cañada, inspeccionaba los terrenos cercanos al río Suquía y allanaba hogares y comercios. Los días pasaron hasta que una prostituta ofreció un relato aparentemente revelador.
Así, Laura Fonseca, aseguró haber sido contactada por el perito agrónomo Antonio Suárez Zabala -casado, padre de dos hijos y sin antecedentes- con un ofrecimiento: pagarle a cambio de que secuestrara una niña para él.
Ante la negativa de Fonseca, había recurrido a la ayuda de otra mujer (descrita como "rubia" por un obrero que aseguró verla de la mano de Martita), quien atrajo a la víctima con engaños para luego entregarla al sospechoso para que abusara sexualmente de ella.
La portada del diario Crítica anunciando el asesinato de Martita.
La investigación policial llegó hasta el hogar de otro hombre, José Barrientos, un guarda de tren casado con una curandera que, según rumores de la época, también practicaba abortos. En su casa, se encontró un colchón con manchas de sangre.
La información manejada por las fuerzas de seguridad indicaba que Suárez Zabala le había pedido a la mujer que atendiera a Martita -de quien dijo ser tío- por una grave hemorragia. A pesar de los primeros auxilios, la niña murió y su cuerpo fue incinerado en un horno de cal propiedad de Humberto Vidoni, amigo de Barrientos.
Una carta abierta escrita por Arnoldo, padre de Martita.
Tanto el guarda de tren como su esposa y el dueño de los hornos terminaron detenidos y la policía enturbió la investigación de la peor manera: torturaron tan brutalmente a Vidoni durante su interrogatorio que murió. El hecho determinó la renuncia del jefe del cuerpo, Argentino Auchter.
En la nada
Cuatro años después de la desaparición de Martita, Suárez Zabala quedó absuelto por falta de pruebas en el caso, al igual que Barrientos y su esposa. La ausencia de un cadáver complicó los argumentos de la fiscalía.
El caso involucró hasta a Amadeo Sabattini, gobernador de Córdoba: el hermano de Suárez Zabala, Francisco, había inventado el analgésico Geniol y aportó importantses sumas de dinero al partido radical, al que pertenecía el dirigente.
Sin embargo, las amenazas de la oposición de pedir la intervención de la provincia se desvanecieron. Al igual que el principal sospechoso detrás de la misteriosa desaparición de Martita, quien al parecer partió a Chile para no volver jamás.